La vida no vale nada, Teuchitlán no solo es Guachimontones y la laguna que lo rodean
Jaime Navarro Saras*
Al Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, por su heroísmo
Si estuviéramos en tiempos de guerra, lo común, aunque no deseable, sería escuchar la cantidad de bajas y heridos de un bando y de otro; recientemente lo hemos visto con las guerras entre Rusia y Ucrania, así como entre Israel y Hamas. En nuestro país no sucede eso desde hace tiempo; quizá lo más cercano a ello lo vimos el 1º de enero de 1994 en Chiapas con el Ejército Zapatista, unos años antes con los agraristas, los cristeros y la madre de todas las guerras en México: la Revolución de 1910, solo por hablar del siglo XX a la fecha.
Ha habido otros momentos sangrientos, pero que distan de ser una guerra como lo sucedido durante el sexenio de Felipe Calderón y su guerra contra el narco, por citar solo uno. La cantidad de muertos o desaparecidos en México, al menos en los últimos 20 años, da cuenta de que en nuestro país matar o desaparecer personas se ha convertido casi en un deporte para quien lo hace, ya que no hay consecuencias de ello y tampoco hay explicaciones fehacientes y personas detenidas que demuestren que son éstas las responsables de esa estadística vergonzosa para un país que se dice democrático.
Lo presentado en los medios de comunicación, la semana pasada, sobre el hallazgo del campo de exterminio en el rancho La Estanzuela o Izaguirre del municipio de Teuchitlán, Jalisco, nos dejó consternados a tal grado que a muchos nos generó enojo, impotencia y lágrimas. Principalmente por la imagen donde se veían amontonados zapatos, mochilas y pertenencias de niños; el hecho de saber que entre las posibles víctimas podría haber niños nos lleva a preguntarnos: ¿qué cosas graves hicieron esos menores para terminar su vida en crematorios?
El enojo manifestado por la ciudadanía es contra las autoridades locales quienes, en todo momento, han negado su responsabilidad del tema, aunque, a pesar de ello, hay muestras suficientes de que directa o indirectamente son responsables de los altos índices de desapariciones y que tienen a Jalisco en los primeros lugares a nivel nacional.
Como siempre, y gracias a una llamada anónima, encontraron ese escenario de terror, el cual ya había sido señalado e identificado, y las autoridades no lo resguardaron, tal como sucede con aquellas fincas que se ven involucradas en hechos de ese tipo, y ese es otro de los enojos y rabia de la ciudadanía y de los propios familiares de desaparecidos.
Sabemos que el rancho citado está relacionado con el tema de las personas que han desaparecido después de haber sido citados en la Central Nueva del municipio de Tlaquepaque y que no son pocos los casos; así lo hizo saber un joven, que por fortuna puede contar de los hechos y que él mismo fue reclutado gracias al falso empleo que le ofrecieron.
No sabemos si este hallazgo será lo más triste y lamentable que se encuentre; lo cierto es que no es posible que sigan sucediendo y menos porque el gobierno de Jalisco presume en sus eslóganes publicitarios preocuparse por los niños, niñas y jóvenes y, por lo visto en Teuchitlán, a nuestros niños, niñas y jóvenes se les están cortando sus sueños, proyectos y esperanza de llegar a ser adultos y contribuir a un mundo mejor.
También es cierto que, y como dice la canción de José Alfredo Jiménez, de pronto da la sensación de que la vida en México no vale nada, ni siquiera que se haga el intento y se desarrollen políticas públicas para que se valore la vida y se cuide a los más jóvenes en este país, que son quienes representan el más alto número de habitantes del país.
Las listas con nombres, apodos y algunas cartas son vestigios que conmueven, sobre todo por quienes aparecen en las listas o escribieron las cartas y que desgraciadamente ya no viven. Tal como ha sido la costumbre, lo más seguro es que los responsables de haber provocado esas cosas no serán localizados en ningún sitio y los hechos serán algo parecido a lo sucedido con los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en donde nadie supo, nadie sabe y quedará en el recuerdo de las páginas más oscuras de la historia de México, justo en el mismo cajón donde están los casos de las víctimas del 68, de las explosiones del 22 de abril y tantos y tantos acontecimientos donde no hay culpables, pero eso sí, miles de responsables y que viven en paz y con toda la tranquilidad que debe tener cualquier persona que viva en este país.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]
Muy buen artículo
Jaime bajo este clima de terror del que hablas, habría que hacer un especial reconocimiento a las madres buscsdoras
Ellas son las nuevas heroínas de esta historia inédita
La vida no vale nada al gobierno local, pero para ellas la vida de sus hijos desaparecidos vale mucho
Excelente articulo reflejando una realidad en Jalisco