La misma historia
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
“Seré el bastón de tu vejez”, prometió Pinocho a Gepetto. Además de declarar que sería bueno, iría a la escuela, y añadir (en la versión original de 1883, del texto de Carlo Collodi, 1826-1890): “Io non sono comi gli altri ragazzi! Io sono pùi buono di tutti y dico sempre la verità. Vi prometto, babbo, che imparerò un’arte e che sarò la consolazione e il bastone de la vostra vecchiaia”. Gepetto, con más experiencia de la vida, no cayó en las falsas promesas y respondió: “Tutti i ragazzi, quando vogliono ottenere qualcosa, ripetono la medesima storia”. En esa escena, Gepetto se apresta a reponer las piernas quemadas de su querido “burattino”, a pesar de que era más la situación dolorosa de Pinocho la que lo impelía a ensalzar sus méritos y potencialidades que una posibilidad real de cumplir sus promesas.
En cualquier idioma, los humanos tenemos una casi incontrolable tendencia a mentir. Y a prometer. Estos dos actos de habla (incluso de escritura que nos atrevemos a firmar) se reiteran una y otra vez: “te seré fiel, en las duras y en las maduras”, “me levantaré temprano”, “enviaré la tarea”, “te ayudaré”, “terminaré a tiempo”, “mañana te pagaré”, “te curarás”, “no dolerá”, “no hay peligro de embarazo”. Sean piadosas o despiadadas, nuestras mentiras y promesas se entrelazan y confunden. A veces habrá alguien que dudará de ellas: “ya se verá”.
El caso de Elizabeth Holmes, la joven que abandonó la carrera de química porque “ya sabía lo necesario” y estableció una empresa para analizar sangre y detectar enfermedades, es un ejemplo más de la credulidad de la gente ante falsas promesas. Y de lo que puede pasar cuando se demuestra que sus declaraciones no se correspondían con la realidad. Por una parte, al fundar su empresa, Holmes recurrió a la creencia de muchas personas en la asociación entre la ciencia y los milagros obrados en el pasado. Por otra parte, Holmes recurrió a un recurso que menciona Stefan Collini en su introducción al libro de Umberto Eco (1932-2016) de interpretación y sobreinterpretación (1995): “una condición esencial para emprender con éxito una carrera profesional de elevado perfil es la promoción de alguna sorprendente novedad”. La “química” Holmes, tan alabada y publicitada, finalmente se encuentra a las puertas de un juicio por fraude de miles de millones de dólares con sus tecnologías que prometían prevenir enfermedades con solo analizar la sangre de los crédulos.
En esta época de pandemia, las promesas y las mentiras de políticos y de algunos representantes de la industria farmacéutica se han combinado para que crédulos y escépticos se enzarcen en acaloradas discusiones. Que si la vacuna en brazos de maestras y maestros será suficiente para proteger a los jóvenes que no han recibido vacunas ni anticuerpo alguno; que si la inmunidad de rebaño hará que esta pandemia desaparezca en restaurantes, escuelas, centros comerciales y plazas públicas; que si vienen olas menos letales, menos cuantiosas o menos frecuentes; que si determinados políticos en el poder serán la salvación de nuestras vidas, la economía y la vida cívica; que si determinadas leyes y programas harán más llevadero el camino a la salud de los pueblos. Habrá que ver si las promesas son simplemente para salir del atolladero y si el regreso a las aulas y a la posibilidad de ver y tocar a nuestros congéneres se podrá hacer pronto en tres dimensiones y con todos los intercambios de anticuerpos y fluidos a los que nos hemos acostumbrado en nuestras vidas anteriores al año 2020. Algunos sabrán si será la misma historia, o habrá visos de que sea una historia diferente.
*Doctor en ciencias sociales. Universidad de Guadalajara. [email protected]
Creo que detrás de una declaración, mentirosa o no, siempre está la esperanza de quien escucha de encontrar una verdad, o no, que responda a sus expectativas. Finalmente , convencido estoy de que más allá de verdades o mentiras están nuestros deseos y afanes por sufrir lo menos posible, ya que el bienestar perfecto no existe, pero es la utopía que anhelamos para dar sentido a nuestra vida.
Muy interesante! Y pienso que hace mucha falta la convivencia
Las promesas son ataduras.