La importancia de la salud mental en la educación
Alma Dzib-Goodin*
Un estudio reciente muestra la alta tasa de estudiantes de doctorado que sufren de trastornos mentales, que van desde la depresión, el estrés, hasta el trastorno bipolar. Es uno de los primeros estudios que han sistematizado estrategias para reconocer los síntomas que los estudiantes sufren durante su trayecto académico, sin embargo, cualquiera que trabaje con niveles superiores, sin duda ha notado o incluso sufrido de algunos alumnos con dichas molestias.
Cuando daba clases en escuelas públicas, sufrí las críticas de los colegas, pues los alumnos tenían acceso directo a mi celular y correo electrónico, pero la razón por la cual les permitía estar comunicación todo el tiempo, es que ellos necesitan apoyo en los momentos más inesperados.
Aún ahora, como asesor les atiendo incluso los fines de semana, que es cuando los problemas emocionales se exacerban. ¡No!, no es agradable recibir un mensaje de texto en domingo por la tarde de alguien que dice fuerte y claro que se quiere suicidar, pero al menos puede uno estar ahí para escuchar, es lo menos que podemos hacer y, sin embargo, sigue viéndose a la asesoría y la tutoría como un trabajo de escritorio con horario de oficina.
Las universidades no han dado importancia a esas conductas, increíblemente notorias de los estudiantes que piden a gritos un poco de atención. ¡No!, es cierto que no es trabajo del profesor dar apoyo a la salud mental, pero basta con ser empático y reconocer cuando es preciso que un profesional atienda las necesidades del alumno.
Las principales dificultades se centran en el pobre manejo del estrés, la falta de sueño y la comida chatarra que los estudiantes eligen para poder cumplir con todos los compromisos académicos a los que están sometidos. Van de un trabajo a otro y a otro, sin tomarse un respiro y eventualmente se revientan a sí mismos.
La mayoría de los estudios sobre estrés estudiantil, se centra en los estudiantes de medicina, pero los mismos efectos se pueden encontrar en otras carreras y parece que los estudiantes de doctorado son los más afectados, pues han de cumplir las exigencias del programa, la tesis, la becas y las investigaciones.
Es cierto que el estrés se vive todos los días en el trabajo y la mayoría de nosotros aprende a sobre llevarlo durante la vida, pero, a decir verdad, si se nos pregunta como lo hacemos, no es tan claro el proceso. Quizá sean estrategias que se aprendieron desde la niñez, o bien, hace falta un poco de manejo del tiempo, pero para aquellos que no logran observar sus necesidades y solo responden al ambiente, el precio a nivel salud es grande, pues se sufren desde ataques cardiacos, hasta problemas mentales que, a la larga, pueden desencadenar otros problemas.
Se ha estudiado por mucho tiempo, el efecto del estrés y los cambios a nivel epigenético, y se encuentran relaciones estrechas con problemas de salud pública como el cáncer, los trastornos gastro-intestinales o las demencias, razón suficiente para hablar de ello como problema de salud pública y buscar mecanismos preventivos que ayuden a las personas a responder de manera más efectiva ante el ambiente.
¡Si!, vemos casos de esos todos los días a nivel superior, pero, ¿quizá esas conductas poco adaptadas comienzan mucho antes?, se sabe que las tasas de suicidio es mayor durante la adolescencia. ¿Acaso no son notorias las conductas de riesgo?, y si revisamos las actitudes en la educación básica, encontramos niños que se vuelven obsesivos para entregar las tareas, duermen poco, leen todo y si acaso no tienen las respuestas correctas se auto flagelan con la idea de que son tontos.
En tal sentido, vale la pena analizar las respuestas que se pide de los estudiantes. Es cierto que todo debe hacerse bien, completo y a tiempo, pero entre más espacio se les dé, quizá resulte mucho mejor, aunque, no falta aquel que trabaje mejor bajo presión, porque existen casos donde la creatividad fluye mejor en el último segundo.
El tema de la salud mental se habla cuando las oficinas o los salones están cerrados, se habla de ello en privado porque los estudiantes se avergüenzan de sus propias emociones, porque la ciencia popular ha dicho que el miedo, la frustración o la tristeza son cosas negativas y que no está bien hablar de ello en voz alta, y con ello, han causado mucho daño, lo cual se soluciona cuando uno entiende que las emociones son respuestas adaptativas al medio y que tiene una razón de existencia evolutiva. Es importante sentirlas y trabajarlas si es necesario.
Mi solución es “simple”, abrir canales de comunicación con los estudiantes, lo cual implica estar para ellos 24 horas al día los 7 días de la semana, pero bien vale la pena si podemos apagar un grito de ayuda que no surge en horarios de oficina y que puede cambiar mucho para esa persona.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]
Entonces hay que educar a los educadores y formar en esta disciplina a los futuros educadores, por que esta cultura no existe en los educadores, quizá la excepción sea 1 en 1000
Su artículo es muy acertado, vemos niños con tremendos problemas todos los días hacemos todo lo que está al alcance, prevención en la escuela, derivarlos a los centros de salud o a otras instituciones, nos falta capacitarnos más en esos temas y políticas educacionales que ayuden en estas áreas.