La historia de nuestras vidas
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Comenté hace unos años a un académico acerca de una estudiante a la que él había asesorado a lo largo de la escritura de su tesis de posgrado. “Ah, sí, ella escribió la tesis 237 de las que he asesorado”, respondió al recordarla. Tal cantidad de estudiantes a las que prestó su ayuda habla de una doble realidad: su compromiso con las tareas académicas y el reconocimiento de que la asesoría de tesis no implica una relación exclusiva. Los docentes estamos destinados (unos más que otros, como se muestra en la cantidad de tesis apoyadas por ese dedicado y erudito académico) a servir de apoyo para que los estudiantes transiten a otros cursos, a otras respuestas y a muchas otras preguntas.
Aunque suele desagradarnos que nuestra pareja incumpla sus promesas de amor eterno, sobre todo si expresan la ruptura del compromiso con alguna afirmación como “en ese entonces así era conveniente, pero en este momento ya no”, es precisamente ese razonamiento el que debe hacer menos doloroso el aguijón de la triste despedida o el que contribuya a hacer más gozoso el momento en que pasan a ser parte de cursos facilitados por otros docentes. Los docentes, por más comprometidos que estemos con nuestra vocación de la enseñanza, estamos destinados a ser acompañantes por tramos extremadamente reducidos del trayecto formativo.
Aun en las relaciones de mentoría a lo largo de varios años, los estudiantes y los docentes debemos reconocer esa conveniencia. En algún momento y en algunos temas y problemas los docentes acompañamos a algunas aprendices y sólo podremos enseñar mientras estimulemos aprendizajes en los estudiantes. Nuestro papel será de guiar sin imponer. Una ventaja es que podemos acompañar a varios estudiantes al mismo tiempo, y que los estudiantes reciban varias opciones docentes que guíen sus pasos en cada periodo.
Sin que lleguemos a convertirnos en el académico que lleva centenas de tesis dirigidas, como docentes estamos en la situación privilegiada de echar mano de nuestra tenacidad, sabiduría, paciencia y experiencias para guiar, a lo largo de cursos, proyectos y documentos, a varios cientos de estudiantes. En todo caso, lo más probable es que nadie reclame que el amor sea justo o exclusivo: todos estamos conscientes de que los ciclos escolares, al igual que los documentos de titulación, tienen un principio y un fin y que algunos estudiantes reciben más y otros menos, a veces en función de lo que piden en comparación con otros.
Aun cuando los trabajos de titulación se prolonguen, es altamente probable que los equipos de trabajo de estudiantes y docentes logren llevarlos a buen puerto. Si no es así, quizá será el momento para que las estudiantes involucradas cambien de miembros de equipo y consigan apoyos docentes que eviten prolongar demasiado los placeres y las agonías de buscar, discutir, redactar, analizar, contrastar y demostrar. Ciertamente, el compromiso a cumplir no es seguir todo el camino con la misma compañía, sino culminar los productos y acreditaciones que faciliten el camino de la educación.
¿Sientes que eres infiel cuando pides información a otros docentes que podrían tener algunas ideas que ofrecer en cuanto a tu tema, tus preguntas de investigación, tus textos? En tales casos, como estudiante habrás de pensar que la docencia es una especie de “jabón que no se gasta” y, de alguna manera, algunos de los retos que se le presentan contribuyen a fortalecer el arsenal de respuestas por ofrecer. En todo caso, es importante explorar opciones acerca de cursos a tomar y de quién los dirige, para evitar que “la tarea de escoger quién dirija la tesis se sienta como si fueras a comprometerte sin mucha información… como pasar de la cita a ciegas a una relación”, según expresa una estudiante de posgrado.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com