La ansiedad ante los exámenes

 In Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

“¡Tienes que estudiar!”, “!quiero mínimo un 9!”, “¿qué esperas, que no ves que si no estudias vas a reprobar?”, ¡si me sales con menos de 7, te juro que te vas a acordar de mi”…
Ponga usted la expresión que más odie o la que más escuche, incluso la que más risa le cause, lo cierto es que cualquiera le traerá malos recuerdos sobre esa palabra: EXAMEN.
Los niños desde temprana edad comienzan a sentir repulsión por ella. En un estudio realizado hace un par de años, encontramos que a partir del segundo bimestre del primer grado de primaria, algunos niños comienzan a mostrar signos de ansiedad ante los exámenes.
La ansiedad ante los exámenes se puede observar en los niños, pues tienen reacciones emocionales negativas, manifestadas como un miedo irracional y anticipatorio, que produce respuestas fisiológicas como aumento de la presión arterial, taquicardia, dolor de estómago y en algunos casos desajustes estomacales, antes del examen, y durante el mismo, llevando al médico a algunos niños después de haber realizado la prueba, y sin importar si su resultado fue satisfactorio o no.
Siendo objetivos la ansiedad no es ante el examen en sí, sino a la calificación, pues de no ser aprobatoria, habrá consecuencias casi inmediatas. Es cierto que algunos niños son inmunes ante el resultado, ya sea positivo o negativo, pero lo cierto es que casi todos hemos sufrido, por lo menos una vez en la vida de un examen, y para los niños, las consecuencias pueden ser desastrosas.
En casos más severos, se habla de una fobia ante los exámenes, que se conoce como testafobia, que puede llegar a causar respuestas fisiológicas aun más serias. Aunque sin importar el nivel, ya sea ansiedad o fobia, los efectos sobre la memoria, la atención y la comprensión, pueden ser negativos.
Los padres piensan que estudiando durante la noche antes del examen se va a pasar la terrible prueba, aunque esto puede afectar mucho, debido a la falta de sueño y la angustia anticipatoria. Una actitud es aceptar que lo que se sabe, se va a poder vaciar en el papel, pero esa seguridad debe tener su justa medida.
Los niños, sin embargo, no son capaces de medir sus propias capacidades, ellos aprenden muy pronto a temer, debido a que comparten la angustia de otros, ya sea de los padres, hermanos o de los mismos maestros. Eventualmente, se darán cuenta que sin importar el apoyo que tengan en casa, están solos ante ese trozo de papel que determina su existencia inmediata. Visto a la distancia, podemos decir que no valía la pena fastidiarse la vida por el examen de historia del tercer bimestre del quinto grado de primaria, pero en ese momento, sin duda fue la diferencia entre aquello que deseábamos y el castigo más descomunal de nuestras jóvenes existencias.
Los padres son los primeros transmisores de la angustia. No soportan que el resto de la comunidad diga a sus espaldas que sus hijos no son capaces de aprender, no toleran el fracaso. Ellos insistirán en que sus hijos obtengan las mejores calificaciones, y construirán la brecha para que la excelencia sea posible, a costa de lo que sea, por que todos quieren tener al niño más inteligente, pero no al último de la clase.
La forma de estudiar es sentarse por horas a repasar, sin importar si la información se comprende, sin importar la lógica que el niño pueda emplear, solo importa responder, a, b o c, “tú pasa como sea y te llevo al parque”, de modo tal que se pierde la perspectiva, se empuja a la trampa y al engaño. Llevando a los niños a ocultar al menos por un día el resultado.
Es cierto, que no todos desarrollan problemas, para algunos un examen es solo un mal día, puede ser un asunto de personalidad, o de contexto familiar, pero lo cierto es que se reconoce a la ansiedad como el motivo número de problemas en la infancia, no muy lejos de los problemas familiares, de hecho en ocasiones son causa-efecto.
Algunos padres intentan relajarse y al menos en los Estados Unidos se ha buscado que sea un derecho de los padres decidir si los niños se someten a las pruebas internacionales, pues no les dan puntaje directo, pero si les causa ansiedad. Ante esto, se ha evaluado el impacto de los exámenes en la salud mental de los menores, y se encuentra que entre más estricto es el ambiente, mayores problemas fisiológicos presentan los niños.
¿Vale la pena tal tortura?, al parecer la escuela no planea cambiar el formato. Los exámenes han existido desde épocas inmemoriales, con una variante: si los exámenes estaban centrados en el objetivo, entonces se evalúa haciendo, como los griegos, que evaluaban a los estudiantes de las fuerzas armadas en el campo de batalla, si vivían habrían pasado el examen, si no, alguien más habría aprendido la lección. La otra variante es cuando se centraron en el contenido, que resulta ser la que un papel dicta, con opciones múltiples, sin la posibilidad de saber si lo que se aprendió tiene impacto en el mundo real.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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