Juegos olímpicos
Rubén Zatarain Mendoza*
París, 26 de julio de 2024, los juegos pirotécnicos, los drones y la tecnología que iluminan su cielo, la bella inauguración de una edición más de los juegos olímpicos. Los mensajes, las emociones.
De nueva cuenta la participación de algunos países en el encuentro deportivo más icónico en Occidente desde la antigua Grecia, de nueva cuenta la relación entre deporte y política, las presencias y ausencias, el decir del presidente de Francia Emmanuel Macron, la OTAN, la guerra Rusia contra Ucrania, la ausencia de Rusia y Bielorrusia, la presencia de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, Japón, Corea del sur, Australia, Canadá, entre otros.
La empresa del deporte.
Los hacedores de guerra, los hacedores de política y economía, el deporte y los valores necesarios de libertad, igualdad y fraternidad. El Norte contra el Sur, Oriente contra Poniente, la hermandad provisional a regateo.
Los lemas y su significado, la comunidad internacional aquí y ahora bajo la rúbrica diferenciada y la distancia del desarrollo entre hemisferios.
El ideal de belleza física en el sino del hombre y la mujer en la tradición grecolatina, la tradición bélica en Occidente en donde disciplina y desempeño físico, la fuerza, la velocidad y resistencia eran centrales en el ideal del buen guerrero, del buen deportista.
La humanidad y el humanismo en espiral, la evolución ascendente o la pseudoconcreción de la misma a través de los jueguitos de parques infantiles llamados eufemísticamente olímpicos, Zeus y el Monte Olimpo; los judeocristianos líderes que suplantan las gestas espirituales, París y el performance en cuestión, el arte, política y religión, pisar callos, ofenderse, ofrecer disculpas.
La división social de los modernos juegos olímpicos, los practicantes del deporte de alto rendimiento y el mundo generalizado de los espectadores, de los de bajo o nulo rendimiento.
La inauguración exitosa para los anfitriones y participantes, el fuego en el pebetero olímpico, los desfiles de los mejores deportistas en cada uno de sus países, los más fuertes, los más rápidos y los más veloces en las pistas bajo sus uniformes donde destaca el color blanco y poquita autosuficiencia y soberbia en la ostentación de marcas.
Algunos ejemplos valiosos que valdría la pena emular en un proceso de aprendizaje vicario en materia de proyecto de vida, disciplina y constancia; valores y virtudes vividos en cada una de las biografías ejemplares.
Algunos contraejemplos que al tiempo advierten de la fragilidad emocional de algunos competidores, cítese apenas ejemplos rápidos como el de Michael Phelps de Estados Unidos o la mexicana Soraya Jiménez, en paz descanse.
Los honestos y los deshonestos, los consumidores de sustancias médicamente inadecuadas.
El deporte de alto rendimiento y los riesgos para la salud, el hambre de triunfo y el consumo de sustancias prohibidas, el deporte olímpico a veces manchado por excepcionales casos en los exámenes antidoping.
Las masas contemplativas y consumidoras, el ocio colectivo y el espectáculo de los juegos olímpicos, la adrenalina y solidaridad con quienes nos representan.
Las inequidades para acceder al espectáculo en la oferta televisiva, la esencia a veces clasista de la práctica del deporte, las necesidades de tiempo de práctica y el mapa clasista de las calidades alimenticias entre sujetos y países.
Los líderes de las ediciones olímpicas y los países en la cola que han de aprender sobre tolerancia a la frustración.
La práctica de las masas, su nacionalismo, ponerse la camiseta y alimentar de manera surrealista el frágil patriotismo.
Sentados y concentrados ante los televisores, el fugaz ejercicio de pertenencia nacional en los cuerpos de los atletas, los equipos, las delegaciones representativas.
Allá van los mexicanos y mexicanas con poder adquisitivo para participar en estadios y calles de París a música de mariachi y matracas, los practicantes del turismo deportivo que ya olvidaron los resultados y peripecias del último mundial de fútbol, de las últimas olimpiadas.
Allá vamos con la delegación mexicana, el deporte nacional y su burocracia a examen de 4 años.
Aquí estamos hasta hoy, los pasos modestos dados, una medalla de bronce en tiro de arco en equipo y una medalla de plata en judo femenil. El valor que tiene para el orgullo nacional. Gratitud presidencial para las arqueras mexicanas Alejandra Valencia, Ana Paula Vázquez y Ángela Ruiz. Alegría de millones de mexicanos por la medalla de plata de la judoca Prisca Guadalupe Awiti.
El viaje al pasado inmediato ineludible para no obnubilar la mirada en el presentismo y en el arco multicolor fugaz de un juego pirotécnico, de un tiro al blanco.
La memoria numismática ante la moneda de plata conmemorativa de las olimpiadas en los Estados Unidos Mexicanos. Las olimpiadas de 1968, Gustavo Díaz Ordaz, el preámbulo de una presidencia intoxicada por el discurso anticomunista, la matanza de los estudiantes y la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el luto y las heridas pre y postolímpicas.
¿Es el deporte una actividad ajena al debate y las prácticas ideológicas?
La historia de los juegos olímpicos parece ser categórica en el no.
La guerra fría, los bloques de naciones inherentes emiten discursos de paz y fraternidad en la ONU, el deporte también se convierte en una trinchera, en un campo simbólico de guerra, en un pretexto para malos gobiernos falaces y ladrones.
Los lazos de amistad y cooperación internacional explícitos en el símbolo de los aros entrelazados aún son metas e ideales por alcanzar.
La guerra fría extendida, las hipocresías diplomáticas que subyacen en cada una de las ediciones, la imagen de los medios, la sombra en la caverna de las realidades de una geopolítica de los otros, los del Sur con miserias deportivas y con poblaciones esmirriadas atrapadas en las arenas movedizas de la sobrevivencia y la alimentación basura que perpetúa el subdesarrollo físico y la enfermedad.
La sombra en la caverna y el ejército de comentaristas deportivos de la hiperrealidad.
La tabla de resultados en estado de dominación de los medallistas líderes, los oros y las platas, los bien alimentados, los que disponen de tiempo y recursos, el imperialismo económico y también deportivo como muestra del neocolonialismo del ocio y las mentalidades líquidas estancadas en el absurdo de una narrativa de cronista deportivo local, latinamericano, norteamericano o europeo.
La historia de los juegos olímpicos y sus vigentes lecturas, la educación y el deporte como política de Estado en países como la antigua URSS, Cuba o China.
La OTAN y su equipo de países líderes, los colonialistas e imperialistas, el efecto Pigmalión que alimenta su ego, su versión de superioridad en las cuerdas de medición de Cociente Intelectual o ruptura de récords en pistas, canchas y trampolines.
La ley del más fuerte y su legitimación implícita.
La historia de los juegos olímpicos, Múnich, Alemania (1972); los rehenes y asesinato de los atletas de la delegación Israelí; la guerra fría olímpica Moscú (1980), Los Ángeles (1984), el advenimiento de los cambios, la explicación de algunas aristas del presente.
El caleidoscopio de los hechos, la mirada distraída del hombre y la mujer común, la necesidad de olvido y anestesiar el dolor y de hacer catarsis recurrente, el salto en zancos sobre los distractores, apenas hace unos días las copas europea y América, en estos días los juegos olímpicos.
La patria, los patriotas, los juegos olímpicos y la memoria histórica; mientras encendemos el televisor una placa comunica a quien quiere leer en el denominado altar de la patria en la ciudad de Chihuahua:
“En este lugar fue sacrificado el señor cura don Miguel Hidalgo, padre de la Independencia Nacional, el 30 de julio de 1811, a las 7 de la mañana”.
*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]
La presencia de Palestina me sorprendió y no, en este juego geopolítico. Cada cuatro años, por un efímero instante suelo pensar en la utopía de la unión de los aros olímpicos y luego, regreso a la realidad de mundos en desencuentro, desequilibrio y desigualdades atroces. Gracias Dr.
Agredecer la oportunidad de aportar mirada respecto del tema Dr. Rubén, nos permite recuperar cómo análisis, los principios del Olimpismo y sus valores: la no discriminación, la sustentabilidad, el humanismo, la universalidad y la solidaridad, que en París 2024 se conjugan con los ideales de la revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Todo un lenguaje simbólico en la apertura de inauguración y la provocación de controversias debido a las expresiones artísticas, que sin duda nos permiten traer a cuenta y reflexionar la frase de Voltaire, filosofo francés: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”…
La libertad de expresión y la apertura a distintas miradas aún por construirse en el imaginario social.
Coincido con Usted en que la exclusión por parte de la OTAN de los países de Rusia y Bielorrusia, se contrapone con el espíritu olímpico como aspiración humana, los aros olímpicos que representan la unión de los cinco continentes, hoy se observan disminuidos en el objetivo común que es el desarrollo pacífico de la humanidad.
Los valores eje de la Carta Olímpica, que codifica los principios del olimpismo concebidos por Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, de: Citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte) hoy resuenan como aspiración.
Hoy reconocemos el esfuerzo de la mujer y el hombre por su empeño en retarse a sí mismo y alcanzar sus metas.