Instituciones extractivas y educación: lo que debemos aprender de los aportes de los Premios Nobel
Miguel Ángel Vértiz Galván*
Este 14 de octubre se dio a conocer a los ganadores del premio Nobel de Economía 2024, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, que se les reconoce por sus aportaciones sobre el efecto de las instituciones en la desigualdad económica entre las naciones; en este contexto, las instituciones no se refieren a las organizaciones públicas o privadas, sino a las reglas y acuerdos que las sociedades adoptan para sus interacciones económicas, políticas, culturales y sociales. En particular, el galardón se les otorga por la tesis de las instituciones extractivas, y su contraparte las instituciones inclusivas; ambas se refieren a conjuntos de reglas y acuerdos que son asumidos como legítimos por una sociedad, pero las primeras se caracterizan por tener como principal consecuencia la apropiación por parte de un grupo particular de la sociedad de recursos por la vía de un derecho inequitativo o por la exclusión del resto al disfrute de bienes o fuentes de ingreso, mientras que las segundas tienen por oposición el efecto contrario, la distribución equitativa de los recursos o la inclusión amplia al disfrute o uso de bienes o fuentes de ingreso.
Quienes estamos convencidos que la educación es un poderoso dispositivo para el cambio social, abrasaremos fuertemente la idea de que es necesario educar a los jóvenes para que abandonen toda idea regulatoria de las conductas que implique el camino hacia instituciones extractivas y sus inequitativas consecuencias. Pero, ¿cómo cambias ideas arraigadas en la cultura social por el efecto de la ideología religiosa, política o social, que se convierten en las bases de las reglas socialmente aceptadas?, ¿no es a través de los sistemas educativos que se reproducen dichas instituciones sociales?
En este punto, vale la pena retomar las aportaciones de otro galardonado por el premio Nobel de Economía, pero en el año 1993, Duglas North, reconocido por sus aportaciones sobre la importancia de las instituciones y el cambio institucional en el desarrollo de la sociedad, quien explica que en los países de bajo desarrollo, la instituciones ineficientes no son necesariamente reemplazadas por aquellas que resultan ser más eficientes, por efecto de las ideas arraigadas, lo que él llama la vía de la dependencia, que se refiere al acotamiento social que determina la dirección e intensidad de los cambios institucionales que una sociedad está dispuesta a aceptar, que se reproduce por la educación y la reproducción ideológica en los ámbitos formal e informal, en otras palabras, el sistema educativo, la cultura reproducida por la crianza y los referentes culturales absorbidos por el grupo social, reproducen instituciones extractivas que impiden avanzar en la mayor inclusión generando desigualdad.
Es así que estas reglas y acuerdos para la interacción, llamadas instituciones extractivas, están frente a nuestras narices, pero no las vemos con claridad por el antifaz que portamos de los prejuicios ideológicos, políticos y culturales, y son asumidas como legítimas, como ejemplo se puede pensar en las regulaciones que imponen requisitos o limitaciones a la participación en actividades económicas, el caso típico es el de servicios de transporte, o la exclusión por género en ciertas actividades, exclusión racial o por clase social, entre otras prácticas legitimadas sólo por creencias profundas arraigadas en las ideologías que en vez de incluir, proponen la división y legitiman la exclusión y la extracción.
En las últimas décadas hemos testificado que el cambio institucional para revertir instituciones extractivas, como las instituidas por la ideología del machismo, es posible en parte gracias a procesos educativos tanto formales como informales, pero que no se limitaron sólo a la forma de pensar, sino que incluyen mecanismos de cooperación social para la substitución de estas reglas, lo cual evoca a una tercera Premio Nobel de Economía que tiene algo que aportar a este argumento, Elinor Ostrom, galardonada en 2009, aportó la tesis sobre las instituciones o conjunto de reglas sociales que permiten la cooperación para la distribución sustentable y equitativa de los bienes comunes, y destaca la importancia de la supervisión colectiva, lo que hemos llamado también gobernanza, transparencia y rendición de cuentas, acompañada de mecanismos que garanticen el cumplimiento de estas reglas. A esto último puede añadirse que una norma es irrelevante cuando las consecuencias de romperla son inexistentes o la probabilidad de asumirlas es muy baja, lo que se traduce en que la cooperación, bajo los términos de Ostrom, es posible siempre que hacer trampa no sea una estrategia posible para el éxito individual en la sociedad, de ser el caso, una regla perfectamente inclusiva puede tener efectos extractivos y resultar contraproducente, si muchos o todos hacen trampa. En esta última añadidura debe reconocerse, aunque marginal al argumento, la aportación de otros dos premios Nobel de Economía: Becker (1992) en el caso de las reglas irrelevantes y Williamson (2009), compartido con Ostrom, por la tesis de las conductas oportunistas o tramposas.
En conclusión, el conocimiento reconocido durante los últimos tres lustros del premio Nobel de Economía, nos aporta bases para la política educativa que refuerzan la convicción que la educación puede ayudar al cambio institucional que permita construir una sociedad más inclusiva y próspera, pero no sin la capacidad de los responsables de la educación, especialmente los docentes, de incidir en la reflexión crítica de las ideologías y de las reglas sociales que producen exclusión y extracción, acompañada de la preocupación por incluir las habilidades sociales para la cooperación social, a través de la construcción de acuerdos con la fuerza para cumplirlos y comprometerse en la supervisión social por mecanismos de gobernanza, en vez de confiar esas importantes tareas políticas a liderazgos carentes de contrapesos y mecanismos efectivos de rendición de cuentas. En síntesis, la educación es siempre un acto político, que será efectivo cuando sienta las bases del pensamiento crítico y las habilidades para la cooperación social que produce el cambio institucional.
Doctor en Estudios Organizacionales. Coordinador de Posgrado de la Universidad Pedagógica Nacional. [email protected]