Impredecibles

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Se atribuye al “canciller de hierro” Otto von Bismarck (1915-1898) la frase “nunca pelees con los rusos: a cada estratagema responderán con una estupidez impredecible”. Parecería impredecible que esa frase viniera de su boca, dado el amor que sentía por la sociedad rusa y las marcas en su memoria en San Petersburgo, en donde estuvo como embajador entre 1859 y 1862. Quizá el tan condecorado príncipe de Bismarck y duque de Lauenburgo no había escuchado la frase que tanto circula entre los psicólogos actuales en el sentido de que “la conducta pasada es el mejor predictor”, o quizá el comportamiento de los rusos, efectivamente, resulta(ba) inaccesible a las previsiones ajenas. Lo de la estupidez es ya otro factor. Me pregunto (seriamente) si Otto von Bismarck habrá detectado en el comportamiento de los rusos beligerantes algunos comportamientos autodestructivos en sus afanes por contra-atacar los avances de sus contrapartes en los conflictos. En palabras de Giancarlo Livraghi (2004, Il potere della stupidità), la “estupidología” consiste en comprender por qué las cosas salen mal y cómo la estupidez humana causa la mayoría de nuestros problemas. En la edición en español del libro de Livraghi aparece una cita de Albert Einstein (1879-1955) en la que expresa que “dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana. En cuanto al universo, no estoy seguro”.
En todo caso, habría que ser benevolentes y tratar de comprender las estupideces propias y ajenas. Livraghi nos recuerda que también la gente inteligente y bien informada comete estupideces que, por definición, resultan autodestructivas. Si alguien causa un daño a otros sin obtener un provecho o, incluso, causándose a sí mismo un perjuicio, podemos decir que ha cometido una estupidez. Causar daño a otros y beneficiarse puede ir en contra de la ética, pero en general se le podrá calificar como una acción realizada por persona “pasada de lista”, “manipuladora”, “fraudulenta”. Ciertamente, no califica como estupidez.
Quiero plantear esta impredecibilidad de la que nos advertía el canciller de hierro en el caso de los rusos como una manera de comprender la impredecibilidad de las respuestas, planteamientos, reacciones, preguntas e inquietudes con que nos topamos como docentes en nuestra relación con estudiantes y padres de familia. Muchos de nosotros hemos sido testigos de piezas de información (“memes”) en donde se hace escarnio de las respuestas de algunos estudiantes a preguntas que parecen “legítimas” de ser planteadas en evaluaciones escolares. Como aquel en que se pregunta: “¿Puedes escribir todos los múltiplos de un número?” y se recibe la respuesta “Sí puedo, pero hoy no, otro día”; el que escribe su propio nombre de pila debajo de cada nota musical cuando se le pide que escriba “el nombre”; o de quien “reduce” las fracciones escribiendo cada más pequeño en una sucesión con la misma fracción reiterada. ¿Podemos decir que se trata de estupideces impredecibles? ¿Se puede afirmar que determinado tipo de estudiante es impredecible en sus respuestas y que éstas son estúpidas?
Mi argumento es que esta aparente “impredecibilidad” refleja que los docentes no hemos escuchado ni hemos preguntado con claridad a los estudiantes. Desde nuestra perspectiva de docentes o de padres de familia, nos parecen ilógicas determinadas declaraciones o reacciones de los estudiantes, sean niños o aprendices adultos de determinadas disciplinas.
¿Qué espera un estratega militar que hagan los contrincantes? ¿Qué espera un abogado que el acusado contraponga en su defensa? ¿Qué tanto sabemos acerca de lo que nuestros estudiantes conocen acerca de los temas, áreas de aplicación de los conocimientos y disciplinas en la que los docentes somos (relativamente) iniciados. El estratega militar quizá está esperanzado precisamente en que sus enemigos cometan estupideces y realicen acciones que los lleven a su propia destrucción; o el abogado espera que el lego no conozca alternativas para escabullirse de las acusaciones en su contra. De tal modo, nuestra ignorancia acerca de cuáles son los marcos y cuáles han sido las conductas previas (y si las ha habido) de los estudiantes en esas asignaturas podría hacernos esperar respuestas o reacciones que dejan fuera la creatividad ante situaciones que les resultan novedosas.
La impredecibilidad, aparentemente, proviene del desconocimiento de los hábitos, las lógicas y las experiencias previas de aquellos de quienes esperamos respuestas dentro de un repertorio o conjunto de respuestas posibles a las que nos hemos acostumbrado, dado que estamos en el campo temático o disciplinar desde antes que nuestros interlocutores, sean estudiantes, funcionarios o padres de familia. Así como ser consistentes ayuda a que los otros no nos perciban como impredecibles, el informarse acerca de los marcos de acción de los estudiantes ayuda a no ser sorprendidos. Los marcos culturales y el análisis de los contrastes entre ellos, nos ayudará a entender por qué los rusos no harán lo que esperan o predicen los alemanes, de una manera análoga a cómo los estudiantes no repetirán las reacciones que los docentes esperamos tan solo por estar inmersos en determinadas lógicas disciplinares desde antes que ellos. Habrá que considerar que los estudiantes también aprovecharán la máxima de la conducta previa como elemento para la predicción del comportamiento de sus maestros. Para quien es estudiante, preguntas como ¿sabes qué tipo de preguntas plantean tus profesores? ¿Qué tipo de productos ayuda a generar la experiencia de determinado curso? ¿Qué tipo de aprendizajes se generan en esas asignaturas?, son cuestiones que se corresponden con aquellas que debemos plantear como docentes ¿sabemos desde qué culturas, qué formaciones y aprendizajes provienen nuestros alumnos? ¿Son realmente impredecibles sus respuestas? Quizá son, simplemente, inesperadas.

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]

Comentarios
  • Eugenia Rodríguez

    Lo poco que he comenzado a leer de usted, siempre me deja meditando y con ganas de debatir.

    Pero me gusta mucho la forma, intención y volumen en cómo hilvana sus letras.

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