Imaginación-acción: la dupla teórico-práctica necesaria para sortear los escenarios que vienen para la escuela pública

 en Moisés Aguayo

José Moisés Aguayo Álvarez*

Parecen lejanos ya los días en que, a principios de la administración estatal actual, se planteaban los preceptos del proyecto educativo que impulsaría la autoridad educativa local; entre ellos (y en este mismo espacio, me permití emitir algunas reflexiones), la conformación del “sueño” educativo: el impulso a la concepción de lo futurible. Por supuesto, como al inicio de toda gestión, mostrarse dubitativos era lo natural. ¿Valdría la pena dejarse cautivar un poco para atisbar escenarios con márgenes de acción autogestiva de alto impacto contextual? ¿Valdría la pena ensoñar un poco con una sinergia entre la autoridad educativa nacional y local, la estructura preponderantemente administrativa y los colectivos escolares con metas pedagógicas localizadas y acotadas, como sus marcos de actuación? Todo apuntó a que sí, a que el beneficio de la duda era dable; sin embargo, la evidencia empírica ha venido demostrando que el cerbero del establishment es duro de roer.
Mientras la —entonces en ciernes— coordinación de los proyectos educativos de la SEP y la SEJ, respectivamente, fraguaba entre recelos, medias tintas y uno que otro desencuentro; la estructura operativa de la educación en el estado, parecía atender a un torneo de ping-pong, en donde el proyecto nacional de la Nueva Escuela Mexicana y el proyecto local (RECREA), dejaban entrever tanto confluencias como escollos, principalmente conceptuales. En el concierto de las problemáticas emergentes, podían apreciarse casi siempre, planteamientos en liza continua: comenzando por las guías de trabajo, diferenciadas para los consejos técnicos (las nacionales y la estatales); la maraña que representó la funcionalidad de la USICAMM y sus deleznables procesos evaluativos y logísticos en ambos órdenes (local y nacional); la pugna por el presupuesto, cuyas implicaciones mediáticas siempre tuvieron el impacto de la contraposición y la consecuente instauración de un imaginario político de presuntos antagonismos funcionales; la persistencia de la falta de pagos, las falencias —prevalecientes aún— en la cobertura, y la baja efectividad en la interlocución con la estructura operativa y las comunidades escolares, que demandan de soluciones, pero que, paradójicamente se han visto en la necesidad de dar cauce a sus necesidades de infraestructura y de personal, de forma autogestiva.
Al interior de esta trama de condicionantes, se encuentran las decisiones que día a día tienen que asumir los docentes, directivos y personal técnico-pedagógico, en materia educativa: No son los tiempos de soliviantar a los colectivos sólo para esperar tiempos mejores, para recuperar la normalidad que ya casi no recordamos en nuestros planteles y que no ha podido reestablecerse en rubros como la asistencia regular de los alumnos, la continuidad del trabajo académico, la estabilidad sanitaria del personal y de las familias, etcétera. El tiempo apremia a repensar de manera creativa, bajo las condiciones prevalecientes, cómo debemos afrontar el complejo escenario que se ha conformado en términos de logro de los aprendizajes, de promoción de la autogestión de los aprendizajes, de la atención efectiva a la diversidad, de la recuperación socioemocional y de la consolidación de colegiados docentes que puedan desplegar acciones situadas para la mejora localizada de las prácticas, sobre el eficientismo.
En lo que resta del ciclo escolar, sería importante replantear lo que se ha comprendido como intervención remedial, para hacer una lectura más fina y proponer más que un talud de estrategias disciplinares, una mejor caracterización de las prácticas docentes, técnico-docentes y directivas que conduzca a trayectos formativos puntuales, pensando ya en un arranque para el ciclo 2022-2023 fundado en el análisis crítico de lo que se puede hacer mejor en cada contexto, con todo lo que se ha aprendido. Por supuesto, el inventario de lo aprendido es conditio sine qua non.
Asimismo, debieran aprovecharse las cinco sesiones ordinarias restantes de consejo técnico, no tanto para hacer el registro de los desafíos ya capoteados; sino para —con imaginación—, anticiparse a preparar un mejor diagnóstico, a esclarecer los tipos de insumos sobre los cuales se estaría fundando dicho diagnóstico y a reflexionar en qué medida y bajo qué condiciones, cada colectivo se ha constituido en parte de la solución o del problema para afrontar los retos de aprendizaje, de formación en y para la vida y hasta de seguridad ontológica, que demandan niños y jóvenes.
A continuación, algunos puntos gestados en un ejercicio de imaginación-acción, para la agenda genérica que pudiera plantearse en educación básica, con una dosis necesaria de relativa independencia respecto de la preceptiva oficial:

1. Analizar de manera crítica, los procesos y resultados de la intervención educativa en las distintas modalidades ya operadas: a distancia, híbrida o regular, así como la mediación técnica aplicada.
2. Incorporar tanto a niños como padres de familia, en la valoración del ejercicio en cada grupo y en cada plantel. En este sentido, es básica la apertura a la interlocución de los padres de familia y los niños, más allá de la incuestionable legitimidad de dicha valoración, ese sería un elemento que apoye a convalidar o a reformar las elaboraciones de cada docente o colectivo docente, en torno a la percepción sobre la prestación del servicio educativo en las distintas modalidades.
3. Definir la estrategia de registro de los perfiles de cada niño y de cada grupo escolar, de modo que se cuente con insumos sobre las condiciones culturales, y socioeconómicas, pero con un especial énfasis en los aspectos socioemocionales necesidades e intereses individuales. Es imperioso reivindicar la necesidad de ajustar las prácticas a estos últimos tres componentes y trascender su aceptación meramente discursiva, pero sin consecuentes en las prácticas: Toda escuela debiera contar con información sobre: el tipo de apoyo que reciben los niños en casa en la autogestión de los aprendizajes, la accesibilidad tecnológica de las familias, las manera en que apoyan las actividades escolares y las alternativas con pertinencia didáctica (digitales y no digitales) que podrían aplicarse en cada grupo. Los cuadernillos para trabajo en casa, pletóricos de actividades descontextualizadas ya demostraron que no aportan sentido al aprendizaje y que además, no siempre pueden ser retroalimentados a suficiencia.
4. Acendrar la reflexión colectiva no sólo en las sesiones de consejo técnico, sino como una constante de mayor periodicidad; con un acento de relevancia en el uso de los datos recabados y del análisis de cada colectivo, en función de ellos: seguir pugnando por ejercer un análisis informado, situado y sistemático.
5. Retornar a las aulas en el ejercicio directivo, de asesoría técnica y de supervisión. Retomar las prácticas en su expresión natural y devolver apreciaciones situadas, centradas en los ambientes de aprendizaje, la atención a la diversidad, el respeto irrestricto a los derechos de los niños y en los principios pedagógicos.
6. Finalmente, se hace necesario también, impulsar, en la medida de lo factible, aproximaciones de los docentes a la cultura crítica: generar una agenda acotada de artículos, libros, investigaciones o ponencias sobre los tópicos que se cuestionan los propios colectivos. Es necesario retomar las prácticas, estrategias, narrativas y experiencias sistematizadas, que den luz sobre las rutas críticas seguidas por otros agentes educativos, y que han contribuido de una u otra forma a la mejora educativa en contextos localizados.

Todo esto, bajo el paraguas del discernimiento entre imaginación e imaginería y con la premisa de que los proyectos sólo transforman la realidad, si están acompañados de acciones concretas y de un compromiso patente. A fin de cuentas, seguiremos bregando contra las condicionantes estructurales, de modo que no resta sino bregar de forma inteligente y, en cuanto a mejores gestiones en la administración de la educación pública, ahí sí, parece que no resta sino seguir pugnando por una revalorización auténtica, por la atención a las necesidades de infraestructura y recursos, y de forma paralela, esperar a tiempos mejores.

*Doctor en Educación. Supervisor de Educación Primaria. [email protected]

Comentarios
  • Gerardo Mata

    Excelente escrito y muy reflexivo

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