Hablemos de muros, bardas y paredes
Alma Dzib-Goodin*
Si algo fuera capaz de detener el flujo de inmigrantes, no estaría en la frontera sur de Estados Unidos, estaría en las embajadas y consulados de dicho país, así como en los aeropuertos internacionales, pues América del Norte es la región que ocupa el tercer lugar en la recepción de migrantes internacionales con 54 millones, si tomamos en cuenta los datos del INEGI y se considera que viven 119 millones 530 mil 753 habitantes en México, entonces eso quiere decir que poco más de la mitad de los mexicanos estaría migrando a los Estados Unidos como ilegal, ¿cómo es eso posible?
La realidad es muy distinta a la que se pinta en las noticias. En primer lugar, muchos de esos migrantes llegan legalmente a Estados Unidos, con un poco de inglés bajo la manga, un amigo, familiar cercano o lejano que le espera en los aeropuertos y una visa. La embajada y consulados de Estados Unidos en México cobran la cuota de rigor por el trámite de visa de turista y permite legalmente que las personas lleguen, no sólo de México, sino de cualquier parte del mundo, por más remota que parezca una región, si existe un consulado, usted es bienvenido a Estados Unidos.
Usualmente la visa no se consigue la primera vez, se ha de intentar e intentar e intentar hasta que se logra. A veces 5 veces son necesarias, pero para muchos vale la pena si se desea al menos pisar el territorio del norte.
Lo mismo llegan de China, Alemania, Argentina, Italia. El día que hice mi juramento de ciudadanía, había 53 naciones representadas, en un salón con 117 personas. Un mosaico no sólo multicolor, sino multicultural, con idiomas e idiosincrasias distintas. El juez que nos atendió, lo dijo del modo más bello: llegaron a esta sala como naciones distintas y se van como ciudadanos de Estados Unidos. Una sola nación, bajo distintos colores de piel, eso hace grande a cualquier país.
Las noticias se centran en México respecto a los ilegales que llegan a este país como flujo migratorio, en el nivel de violencia que existe por las calles mexicanas y la violencia del narcotráfico, las drogas, las armas, los trabajos temporales a los que tienen acceso, las ciudades santuario, pero todos estos espacios no son únicos de los mexicanos, lo mismo buscan empleos los migrantes de China, Argentina, Colombia, Grecia o África. Llegar a un país con las manos bajo el brazo y el estomago vacío, eso no tiene nacionalidad. Así lo hicieron los irlandeses, los italianos, los griegos o los rusos a principios del siglo pasado, establecieron no sólo a sus familias, sino sus mafias, su estela de terror y se les dio renombre, trabajo, fortuna y el derecho a vivir el sueño americano.
Seamos honestos, hay quienes llegan a este país como productos caros de importación, por lo cual se paga mucho dinero ya sea a nivel deportivo, artístico o científico. Los atletas extranjeros se cotizan alto en los equipos de cualquier disciplina y se les ofrece una beca académica a cambios de su gloria deportiva. En basquetbol se busca a las personas de África, el hockey busca a los rusos y canadienses, el béisbol y el soccer a los latinos, a veces no piden venir, los llaman y les dan fama y dinero ¿quién puede decir que no?
En el plano artístico, mencionen a los artistas ingleses, italianos, suecos, alemanas y, ¡si a los de casa!, pero el arte no conoce de fronteras o de idiomas, lo mismo no hacen bailar, que cantar o pasar horas observando un lienzo. Todos llegaron aquí con un poco de miedo y muchas ganas de triunfar, algunos se quedan y otros se marchan, pero todos dejan una huella en la mente de esta gran nación.
Ahora, hablemos del tema que más me gusta, con el que convivo todos los días, el que me mantiene viva y me sustento para seguir con mi lucha contra el cáncer. Hablemos de los científicos que nutren esta nación.
Todos mis oncólogos son indoeuropeos, asiáticos o canadienses. No hay ningún norteamericano en mi equipo médico, mi equipo está formado por 21 médicos y enfermeras que es bastante representativo. La razón es que aquí la ciencia es muchos casos de importación debido a que, pagarle a un egresado de Harvard o Stanford es más caro que importar a un investigador en genética de otro país.
El asunto no es nuevo, cuando el presidente John F. Kennedy comenzó la carrera espacial, sólo tenía el sueño de ser el primero en llegar a la Luna, tenía los recursos, pero no el talento, así que llamó a los alemanes y otros europeos a que se hicieran cargo de la promesa de llegar a nuestro satélite y lo lograron. Con ello se abrió la puerta para que las naciones de todo el mundo permitan que sus científicos hagan carreras brillantes y ayuden, sobre todo, en el área de la salud a esta nación.
Mis oncólogos aquí son tan buenos como mi oncólogo en México, la diferencia es que aquí se cuenta con investigación y lo último en medicamentos contra el cáncer, los recursos pueden ser ilimitados, sólo se tendrá que luchar en contra de los seguros, pero la ciencia está al servicio lo mismo de la salud, que la tecnología o el sueño de conquistar otros planetas, no tiene nacionalidad, pues la única frontera de la imaginación y la creatividad es inexistente cando se requiere resolver problemas con muchas mentes brillantes trabajando con un sólo objetivo.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]