Flagrante ignorancia

 In Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

Probablemente habrás estado en una mesa de juego en la que alguien comienza a presumir que conoce las reglas, los trucos y los atajos para lograr el triunfo. Sea un juego de dominó, de cartas, de dados, de ajedrez, de damas españolas, de “uno”, de cocina, pero es frecuente que quien más dice estar en el ajo, es a quien con mayor probabilidad se le irá el tomate entero. Puras papas. Habrá quien recurra a la estadística para cubrir su ignorancia, aunque el problema que pronto enfrentará será el de los datos que desconoce. Lo hemos visto en diversas instancias, cercanas y lejanas: el presidente del sexenio anterior señalaba, sin detallar, que contaba con “otros datos” que nunca especificó. El actual presidente de Estados Unidos acusó a los medios de comunicación y a las propias agencias de estadística del gobierno federal de aportar datos falsos por no corresponder con lo que él quiere hacernos creer (Trump repite que los datos y estadísticas oficiales sobre la economía son “falsos”. ¿Por qué es peligroso? | CNN).

Lo hemos visto en el aula, en donde algunos estudiantes hacen lo posible por hacerse notar y señalar que leyeron acerca del tema asignado para esa fecha, aunque en realidad no terminaron de leer todo el argumento o tampoco cumplieron con todos los ejercicios o los reportes que debían entregar. En algunos casos manejan la suficiente información como para participar en la discusión, pero en muchos otros, su avidez por atrapar el anzuelo los lleva a la muerte del pez, por su propia boca que los delata como desconocedores del tema o sus implicaciones. Muchos docentes hemos tenido que aprender humildad y reconocer nuestra ignorancia en vez de mostrarla ante las preguntas de los estudiantes que nos plantean explorar zonas de nuestra disciplina a las que aún no hemos accedido. Hay quien califica a la ignorancia de supina cuando quien debería conocer de determinadas áreas no se ha esforzado por estudiarlas, practicarlas e, incluso, explicarlas.

Es frecuente que consideremos conocimiento verdadero lo que se ha establecido como sabiduría compartida, cayendo en la falacia democrática. Tan sólo porque lo dicen muchos, lo consideramos verdadero y creemos en lo que muchos afirman. A veces caemos en la falacia de la autoridad y, tan sólo porque lo dijo nuestra profesora favorita, creemos que es una afirmación que acierta en la verdad. Ya sabemos muy bien que no todo lo sabemos por completo. Hay quien dice conocer todos los tipos de ignorancia (Los 9 tipos de ignorancia y sus características). Sin embargo, en tiempos recientes nos hemos enterado de casos en que supuestos líderes exigen más lealtad que conocimiento o efectividad en las tareas que deben cumplir sus subordinados. Y si no muestran más lealtad que afán de eficiencia o amor a la verdad y a la ley, se les tilda de insubordinados, con lo que pierden el empleo o al menos la confianza. Así, sus jefes ya no les pedirán que mientan o que apliquen medidas insulsas en su nombre, en nombre del partido o en aras de algún pretendido principio moral, religioso o político.

Hemos visto equipos enteros de colaboradores ignorantes que se hunden en la ignorancia culpable con tal de seguir en el favor de sus líderes, como se ha señalado repetidamente de varios de los colaboradores del 47º presidente de Estados Unidos, pero que también se suscita en otros gobiernos y en otras organizaciones. De los funcionarios bajo el gobierno de Trump se han señalado múltiples “torpezas” derivadas de su ignorancia en combinación con un afán de obedecer a un líder que también es tremendamente ignorante y prefiere repetir sus desatinos que informarse y estudiar (https://youtu.be/PlOfnZ-J92s?si=XfMZR3gNosIf6KOO).

Lo vimos también en algunos funcionarios mexicanos, como en el caso de la exsecretaria federal de educación (“No podría contestar eso”: así responde la secretaria de Educación sobre nuevo modelo educativo) y lo hemos observado de cerca en algunos funcionarios universitarios que no atienden ni interactúan con el personal ni estudiantes y que luego alegan no saber de la existencia de determinados problemas, necesidades o infracciones a la normatividad (Señalan Corrupción del CGU de la UdeG | Página 24 Jalisco). En algunos casos, esos funcionarios prometen investigar o conseguir la información, aunque no siempre se da una oportunidad posterior para aclarar los puntos acerca de los cuales declaran no saber.

Sabemos de casos en que reducir la ignorancia de otros es tarea de alguien más. No siempre hay garantía de aprendizaje, ni el inscribirse en una escuela significa que se salga con alguna habilidad específica para una profesión o siquiera para aplicarla en algún campo laboral. Así, muchos de nosotros y de nuestros estudiantes nos hemos inquietado con la cuestión de ¿qué sé hacer?, en especial al terminar algún curso o nivel. Algunos reconocen sus ignorancias y algunos también logran reconocer sus saberes y los pesos relativos de unos y de otros en su actuar cotidiano y laboral. En otros casos, hay estudiantes que poco logran aprender, pero que siguen la secuencia de cursos (Se graduó del instituto con honores, pero no sabe leer ni escribir. Ahora presentó una demanda | CNN) y pasan de un grado al siguiente sin demostrar que manejan las habilidades que los cursos y el grado prometían ayudarles a desarrollar.

Hay casos en que los estudiantes ignoran incluso de qué tratará algún curso en el que se han inscrito y, en muchos casos, seguirán siendo culpables de no asistir ni de estudiar los temas planteados en los cursos o en el plan de estudios. En otros casos, los docentes somos culpables de ignorar los vínculos de nuestras asignaturas con la disciplina y la profesión y dedicamos poco tiempo a explorar esos rincones que nos parecen cercanos y lejanos. ¿Qué pasa en las escuelas de otros niveles? ¿Hay alguna relación entre cercanía a las oficinas centrales y calidad de la atención? ¿Atención marginal a los planteles marginales? ¿En las aulas? Docentes y estudiantes y voluntad de atender y de aprender.

La ignorancia es la mejor manera de no meterse en problemas, dicen algunos, y hasta proponen a sus seguidores o a sus gobernados que se mantengan ignorantes. El expresi Chente Fox aconsejaba no enterarse de las noticias para no angustiarse; en la 4T, el expejidente AMLO y la actual presidente Sheinbaum han seguido la tónica de esperar a que informen otros, por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos, acerca de sucesos en su jurisdicción. Aunque René Descartes (1596-1650) afirmaba que la duda es el principio de todo conocimiento, hay estudiantes, docentes, funcionarios, gobernantes y gente en las calles que prefiere mantenerse con la seguridad de su ignorancia en vez de partir de ella para comenzar a explorar posibles realidades alternativas (Los peligros de la ignorancia: ¿qué causa la falta de conocimiento?). Como hemos visto, habrá incluso quien finja ignorancia con tal de no asumir la solución de determinados problemas. “No había visto”, “no me habían informado”, “no sabía”, “no me enteré”. Habremos de identificar a quienes sí asuman la responsabilidad de informarse y de aprender, tanto en el aula como en los espacios privados y públicos.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Comments
  • Rosa María
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    “Donde abunda la sabiduría, abundan penas” sentencia bíblica.

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