Fantasmagóricos
Rubén Zatarain Mendoza*
Construir un sistema articulador en la formación de maestros no es una idea o una aspiración nueva.
Pero el sistema pensado en la mesa redonda de oficinas centrales ha sido fantasmagórico porque cada proyecto institucional tiene su propia historicidad, particular problemática de integración de equipos laborales, crisis de matrícula e identidad, ostracismo como medio de sobrevivencia a prueba de alternancias políticas, invisibilidad ante los tomadores de decisiones y por su protagonismo de arena en la lábil vida académica de la entidad.
En nuestro eterno estadio y permanentes reformas curriculares para educación básica, empujadas las últimas tres décadas por experiencias evaluativas como las que emprende la OCDE se ha tocado la puerta fácil de reformar planes y programas de estudio en un falso comparativo con sistemas escolares más consolidados.
Las experiencias nacionales u organismos costosos como el extinto INEE tampoco arrojaron luces sobre la dimensión curricular en materia de formación de los profesionales de la educación.
El fantasmagórico trazo de soluciones-problema discontinuas, el camino corto de orden político de tocar el tema educativo sin el conocimiento y la visión adecuada.
El fantasmagórico tema de la calidad, plañidera neoliberal que a la postre vacía su contenido y se materializa en ocurrencias sexenales que acomodan y desacomodan equipos laborales que sobreviven con proyectos institucionales para toda ocasión sin importar el color de los programas de gobierno.
Que redituable para planes de sector educativo y para grupos políticos y amigos de campaña opinar sobre la mala calidad de la educación pública. Significa justificación de presupuesto.
Preocupante la pérdida de status académico por las fuerzas restrictivas internas y externas de las instituciones formadoras de docentes; en las cortinas de humo descentralizadoras y de federalismo educativo objeto de deseo de sindicalistas y oficialistas.
¿Dónde está la mirada supervisora de la propuesta de trabajo construida con bloques de simulación en tiempos de pandemia? ¿Dónde el control de calidad de conferencias vedettes promocionadas en posters como películas de rancho dirigidas a supuestos analfabetos digitales? ¿Quién integra? ¿Quién recupera la calidad del uso del tiempo? ¿Quién mide la productividad y los auténticos diálogos profesionales de las múltiples reuniones y pseudoconferencias meet-zoom inútiles y desarticuladas?
Fantasmagórica la supervisión de las instituciones que sólo en letra muerta profesionalizan docentes.
Fantasmagórica la rendición de cuentas, de horas-costo, simulación y auténtica productividad.
Fantasmagórica la calidad de la formación de instituciones silentes locales que vieron casi desaparecer su matrícula y que no alzaron la voz y permitieron el lucro con la credencialización de títulos; que soltaron a dudosos proyectos particulares de otros estados tan estratégico programa.
¿Quién rescata la calidad sobre cimientos de equipos laborales que no terminan de construir proyectos institucionales que hagan avanzar los indicadores importantes? ¿quién rescata estos espacios convertidos en espacios laborales clientelares?
El salto cualitativo de estas instituciones está por darse, pero en la dirección en la que vamos no se llegará.
Se ha pensado en mejorar la formación docente sin tener claro el camino, la dirección y el puerto.
Las necesidades sociales de esta sociedad mexicana nuestra se conocen mal y se interpretan con miradas y lentes asincrónicos. La innovación externa, el debate de ideas y la propuesta adaptada no son los rasgos distintivos.
Cada cambio implica una redefinición de la formación inicial y continua de los profesores, o al menos así se justifican.
Hay que comprender la dinámica y la historicidad. Las instituciones formadoras de docentes objeto de deseo de grupos internos semifeudales y espacios cedidos sin pudor al SNTE.
Formación continua de docentes que desde el proyecto educativo echeverrista se caracteriza por la importación de ideas inoperantes y dar vuelta a la noria sin la obtención de agua pura.
La realidad es que no hay posibilidades de construir un sistema de formación de maestros mientras no se modifiquen las tácticas y estrategias.
Por ahora priman improvisaciones e improvisados con visiones parcelarias políticamente orgánicas en estas instituciones que aun guardan en sus muros señales de mejores épocas y de su historia de bronce.
El normalismo no vive abrevando de aguas verborreicas del pasado. Las instituciones tampoco pueden aspirar a su salud mientras no reordenen y reintegren sus equipos laborales, mientras no se rescaten de las garras zopilotescas que hunden sus picos y en algunos casos ya casi las convierten en despojos.
En materia de formación continúa se ha apostado desde hace ya años al huachicoleo de los presupuestos y se dan migajas deformativas con pinturas discursivas de fachada y miserias de antologías.
Con gestores de activismos pseudopedagógicos de preguntas preescolares autoadministrables han sobrevivido generaciones de “actualizadores”.
Más aún en la pseudorreforma educativa llevar cursillos y contratar oferentes se convirtió en algunos casos en jugosos negocios personales cuya clara transparencia fueron delirios electorales que no han sucedido.
Fantasmagórica la rendición de cuentas. El velo casi religioso de la transición política tersa protegió sorprendentemente lo que estaba mal y era conocimiento compartido en corrillos entre profesores.
El discurso transformacional o refundacional, o ahora el respiro de la pandemia, no le ha entrado con seriedad al debate de la formación, profesionalización y actualización de docentes.
Las escuelas formadoras de docentes requieren recuperar su vitalidad. El tiempo transcurre y los cambios esperados siguen pasando lejos.
Con cursitos de habilidades digitales sustitutos fantasmagóricos del buen docente no se va a mejor puerto.
Los tiempos demandantes en materia de salud no deben ser pretexto para bajar la guardia en materia de calidad de la formación de los docentes.
Al contrario, las políticas públicas y la toma de decisiones concurrentes tendría que asumir una visión del tipo de fortalecimiento que requieren las distintas propuestas institucionales que en algunos casos se justifican en la historia de bronce del pasado y ahora sólo festejan cumpleaños o hacen ruido infantil de aniversario.
Las instituciones que forman docentes en y para el servicio no deben ser franquicias de intereses partidistas, sindicalistas.
Los docentes en servicio necesitan de un proceso de actualización sólido.
La coyuntura de reformas curriculares de tintes neoliberales hasta hoy, a pesar de la cuarta transformación, sustentada en pilares de sueños de éxito y aspiraciones de excelencia ha ocultado en una cortina de humo discursiva el fuerte golpe y la pulverización de la cultura normalista.
En lo que atañe a la profesionalización de posgrado el fantasmagórico es detener la libre empresa, la credencialización truculenta y la simulación de los proyectos institucionales que sobreviven a pesar de la contracción de la matrícula y a pesar de la competencia desleal que han significado las universidades e instituciones emergentes que han hecho de la gestión del RVOE su nicho de mercado.
El posgrado enajenado sólo importa a los usuarios y se carga como lentejuela en las faldas administrativas de una burocracia que lo mira de ladito y que es condescendiente con los grupúsculos no importaquistas y de tinte sindical inmiscuidos en la danza.
Fantasmagórico, juego de lenguaje, ilusión de los sentidos, animación, metáfora ontológica de seres imaginarios cuya percepción a manera de sombra inasible implica en este caso cierto nivel de racionalidad, cierto deseo de comunicar.
*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]
Recuperar la mística del ser Profesor@ a través de la formación de Maestros y la profesionalización como un llamado urgente a replantear la convergencia de visiones conjuntas que orienten con sentido crítico el acompañamiento de la formación de maestros en servicio y los futuros, surgen al respecto, preguntas urgentes: ¿Qué tipo de profesional de la educación estamos formando?, ¿Para qué sociedad?, ¿Cuál es el lugar que damos al otro en el proceso de su formación?, ¿Para qué proyecto personal y social?, ¿Desde qué proyecto de sociedad?, ¿Qué significado le damos a nuestro ser docente?, ¿Para qué escuela se está formando el docente?, ¿Qué significa ser docente cuando la escuela está rebasada por las condiciones actuales?, ¿Cuál es el papel del maestro como sujeto crítico ante sus circunstancias? El tema es por demás interesante desde la reconstrucción del significado que cada uno como sujeto – docente – formador – formante – formado o deformado, nos desempeñamos al interior de nuestra práctica educativa. Mucho agradezco la donación generosa de reflexiones que Usted nos comparte, mismas que nos compromete en revisión de los significados subyacentes.