Estratagema 38
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) propuso, en su Arte de tener razón. Dialéctica erística, una serie de estratagemas para asegurar tener la razón ante los demás. Desde el principio de la obra advierte que esas sugerencias de comportamiento en la discusión remiten al arte de disputar, de modo que uno tenga la razón con medios lícitos o ilícitos. No basta con tener objetivamente la razón, sino que lo importante es tenerla ante los ojos de los demás y ante los ojos mismos del disputante. Schopenaheuer señala que “la verdad objetiva de una proposición y la validez de la misma en la aprobación de los contendientes y oyentes son dos cosas distintas”. La vanidad, la incontinencia verbal y la falta de probidad llevan a los humanos a sostener tesis que pueden resultar falsas, pero las personas tendemos a sostener lo que afirmamos en un principio, aun cuando se pruebe que la verdad no estaba en ello.
Nuestra deslealtad en el disputar, dice el filósofo alemán, complementan la tendencia que tenemos a que la flojedad de nuestro entendimiento y el torcimiento de nuestra voluntad se apoyen mutuamente. Demeritar las afirmaciones de los adversarios, relativizar las afirmaciones ajenas, provocar la cólera de los antagonistas, desconcertar con lenguajes supuestamente técnicos, son parte de las estratagemas que anteceden a la última: la número 38.
Esta última estratagema ha de ponerse en práctica “cuando se advierte que el adversario es superior y que acabará no dándonos la razón”. La estratagema llama a pasar al contendiente y a dejar el objeto de la contienda. Al personalizar, se ha de adoptar un tono ofensivo, insultante y áspero. La contra-regla segura consiste en entrar en controversia solo con aquellos que tienen inteligencia suficiente para no proponer cosas absurdas que lleven al ridículo, que escuchen y admitan razones y aprecien la verdad. Es decir, una vez identificada una estratagema para asegurarse la victoria y enaltecer la vanidad, aunque se dude de la razón en la disputa, es mejor no llegar a ella y pensar, desde antes de discutir, si vale la pena adoptar el papel de necio ante otra persona de la que sabemos se comporta con necedad ejemplar.
Las estratagemas de Schopenhauer mueven a hilaridad, pues se burla de los contendientes en debates que no derivan en acuerdos y reconocimientos, sino en el simple ensalzamiento de la supuesta razón y en el martilleo de sus verdades. Hemos sido testigos, por los medios de comunicación y por los mensajes que nos remiten los amantes y los detractores de políticos y hasta de “expertos” de cómo esta personificación que descalifica, en vez de ayudarnos a encontrar verdades, nos lleva a la confusión y a crisparnos en nuestras ideas previas a los acalorados debates en los que se descalifica a las fuentes, en vez de analizar las noticias.
Tanto en las causas como en los remedios de las afecciones causadas por el coronavirus, como en las acusaciones de corrupción y de enriquecimiento de políticos, periodistas, comunicólogos, hemos sido testigos de esta estratagema. Para muchos de los participantes en estos debates no fue necesario leer las “sugerencias” de lógica, dialéctica, retórica, argumentación que enlista Schopenhauer. Más que una sistematización de las estrategias del “bien pensar” y del “pensamiento probo”, el escrito de Schopenhauer en realidad nos muestra cómo suele “razonar” (¡!) buena parte de la gente. La escuela no suele prepararnos para el debate y la conciliación, para comparar y para sopesar argumentos y evidencias, sino que llegamos a ella con el aprendizaje de estratagemas para obligar a los demás a reconocer que nuestra postura equivale a “la razón”.
Tal parece que la escuela, en un afán por ayudarnos a competir y a ganar, no corrige esos hábitos encaminados a sopesar argumentos, sino que acaba por enseñar a algunos que siempre deben ganar (sea como “expertos” o como “políticos”) que cuentan con los datos definitivos, mientras que habrá otros que prefieran conceder la razón a los disputantes, a partir de dos máximas que cita Schopenhauer: “la paz vale más que la verdad” (Voltaire) y “en el árbol del silencio cuelga su fruto la paz” (proverbio árabe). La lección que se deriva es que quien grita más fuerte no es necesariamente quien razona más correctamente, ni quien encuentra más personas que crean su argumento es quien dice la verdad.
*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]