Esas cosas de la dialéctica

 en Carlos García

Carlos M. García González*

Si hay algo que se nos dificulte en nuestra formación como ciudadanos de este país, como docentes egresados de este sistema educativo y como observadores curiosos es el tema del pensamiento dialéctico. La idea generalizada de la dialéctica es que hay tres movimientos: primero hay una afirmación sobre algo, en seguida hay un argumento opuesto que la desmiente, en tercer lugar el enfrentamiento entre ambos: lo que se afirma y lo que desmiente dialogan y concluyen una idea que es mejor que lo afirmado inicialmente y su argumento opuesto. Al parecer, esta forma de dialogar se originó en civilizaciones del centro de Europa y es característica de culturas y teorías políticas o educativas provenientes de esas latitudes. Su aportación fue adoptada rápidamente en casi todos los ámbitos de la vida. Y sin embargo, esta oposición entre argumentos, este conflicto entre posiciones simplemente no se nos da en nuestras latitudes. Acá de inmediato se transita al plano de las personas y la oposición y conflicto no es entre argumentos sino entre personas; por tanto se evita llegar a estos extremos del diálogo.
Recuerdo muchas situaciones en los cursos de metodología de investigación educativa que impartía, que al llegar al apartado denominado Discusión, éste quedaba en blanco. Al preguntar a los estudiantes sobre esta recurrente omisión en el formato de investigación; después de un silencio acompañado de una mirada perpleja y cierta incomodidad, me decían: “Ay profe, para qué discutir, nunca se saca nada bueno”.
Pero esa sección del reporte precisamente es la que demanda del diálogo entre lo que se sabe (primera afirmación o tesis), un argumento opuesto que se desprende de las evidencias de la indagación (antítesis) y la síntesis de una mejor conclusión que aclara tanto la tesis como a la antítesis. Y esto no se nos da mucho.
De la reciente victoria del candidato republicano, la perplejidad del paisanaje no tiene límite, como si nuestra memoria fuera muy corta y nuestro horizonte de observación se limitara al pasado reciente. Se nos insistió hasta el hartazgo que la candidata demócrata saldría triunfadora; radio, televisión y prensa escrita coreaban la misma cantaleta, analistas, reporteros, columnistas, fotógrafos se dedicaron a plantear esta tesis durante meses. Y como decía mi comadre: “pues ándate que llegan los votos y gana el monstruo naranja del partido republicano”, ominosa antítesis. Las mismas cadenas de televisión norteamericanas, de prensa y de radio en diálogo antitético, llegaron a la conclusión o síntesis que no habían visto lo que estuvo siempre bajo sus narices: el movimiento que arrastraba embelesados de sí a su fuhrer y a las masas por el descontento emocional derivado de la explotación de los instintos más elementales manipulados por ese vendedor de autoimagen. Ese acto de contrición de los medios forma parte de los tres movimientos arriba enlistados; acá en nuestras latitudes ya habríamos vociferado, pataleado y golpeado. O no, pensándolo bien como nunca se saca nada bueno no hubiéramos hecho nada. Solo comentar irónicos algún meme, y santiguarnos con el santo, autor o argumentos de nuestra preferencia. No, la dialéctica no es lo nuestro; no estamos formateados para ella.
Localmente, cuando nos dicen por el radio y la televisión de alguna mala noticia; y subrayo “nos dicen” porque acá casi todo es de oídas: me dijeron, escuché, comentaron etcétera, y esto es así porque según datos de encuestas de la Secretaría de Gobernación, solo uno de cada diez mexicanos lee el periódico. Según esas mismas encuestas evadimos participar en la discusión de temas políticos, preferimos no escuchar y hasta nos molesta que en los medios audiovisuales le den voz a personas que expresan opiniones contrarias a las nuestras. El colmo es que preferimos que nuestra economía esté bien aunque no seamos un país democrático. Así las cosas, estas afirmaciones son la tesis. Podríamos debatir, no estar de acuerdo, incluso plantear algunas antítesis contra estos hechos; la oposición de los 400 pueblos que volvieron a marchar desnudos, la rebeldía del magisterio que se opone a las reformas pero que en el DF, ahora CDMX, el 85% de los maestros asistieron a la evaluación (bueno, eso me dijeron en la tele), pero hasta ahí. No hay mucho diálogo, solo confrontación entre tesis y antítesis. Estamos formados en la idea conservadora: “para qué discutir, nunca se saca nada bueno”. El olvido, el desgano, la apatía es la situación a la que siempre se llega. Pero la dialéctica es más contestona y retobada. Esta forma de plantearse ante el tiempo y la historia nos aclararía: la síntesis resultante de nuestra formación como ciudadanos de este país, como docentes egresados de este sistema educativo, el desgano, la apatía y el olvido son nuestra síntesis. Se trata de eso, no es una debilidad del carácter local, es la realización de la ausencia de discusión; esa es nuestra síntesis. Recordemos la frase que marca mucho de la mentalidad local. “Qué jamás llegue el rumor de la discordia” reza el frontispicio del Teatro Degollado. Que no haya discusión, ni sobresaltos en esta perla de occidente.

*Profesor-investigador del Centro Universitario de Los Lagos de la UdeG. [email protected]

Comentarios
  • Marco Romo

    Los medios informativos pertenecientes a los grandes monopolios nacionales o locales se han dedicado más a la propaganda que a la información, si a esto le sumamos la formación o deformación académica de los mexicanos, nos da como resultado la simulación, la comodidad, la corrupción, la impunidad, la terrible apatía por los grandes problemas de este país.
    En el ámbito ejecutivo el gobierno federal, los gobiernos estatales y municipales deben de limpiarse de funcionarios con oscuros intereses; en el ámbito judicial debemos recuperar el espíritu de la justicia de la legalidad; en el ámbito legislativo que debería ser el poder dominante debe recuperar esa credibilidad legislativa a corto mediano y largo plazo.
    Partidario o no de cualquier partido político o gobierno, se debe buscar concientizar a los que dirigen los destinos de las instituciones, del mal que le está causando la impunidad, la corrupción, la simulación, las malas administraciones y políticas públicas, los malos planes de desarrollo y la apatía por los grandes problemas este último de los mexicanos; debemos seguir insistiendo los pocos ciudadanos y las organizaciones que NO todos los que llegan a encabezar el ámbito ejecutivo las instituciones federales, estatales y municipales, en el judicial y en el legislativo son los mejores y deben irse, tienen que llegar valores apartidistas académicos con probidad, comprometidos con el desarrollo en todos los ámbitos, comprometidos con mejorar un nivel y CALIDAD de vida de los que habitamos este México, el pensamiento dialéctico, las ideas, lo que escuche dijo…

  • José Santos

    Estimado Carlos,
    La dialéctica en realidad es una teoría y un método para el conocimiento científico de la realidad y consta de dos partes esenciales:
    1) Es la teoría de la concatenación universal y el desarrollo que reconoce que hay una conexión entre todos los hechos y fenómenos del universo, entre todos los hechos y fenómenos que constituyen la naturaleza, la vida humana y la vida social. Una conexión causal, recíproca y simultánea.
    2) Que todo cuanto existe se halla en movimiento generado por la contradicción de las fuerzas antagónicas en el desarrollo de las cosas, la que se resuelve siempre en un proceso de cambios cuantitativos (evolutivos) que en su momento dan paso a cambios cualitativos que ocurren de manera súbita.
    Esto dicho de manera concentrada. Otra cosa es lo que usted comenta respecto de la idiosincrasia de la población como fenómeno cultural, la que tiene distintas explicaciones.
    Saludos cordiales,

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