Equipos académicos colaborativos
Carlos Arturo Espadas Interián*
La colaboración dentro de los procesos académicos representa la oportunidad para lograr la conformación de los equipos de trabajo y con ello el enriquecimiento con las fortalezas de todos aquellos que se integran en estas células de trabajo.
Realizar las tareas desde la visión conjuntada en un equipo de trabajo, significa tener la posibilidad de realizar una interpretación de la tarea desde diferentes ángulos, posiciones y formaciones, todo desde un punto común que se concreta en la realización de una tarea.
Las tareas significan el pretexto, el detonador que enriquece y conjunta para la construcción, que permite el encuentro colegiado y con ello, simultáneamente se fortalecen los equipos. Lo importante de este trabajo radica en la posibilidad de articular células flexibles que se reconfiguren en función de la tarea elegida o encomendada.
Es decir, se debe tener la posibilidad de adaptación no en función de los integrantes de los equipos o células, sino de las tareas a realizar, lo anterior permite el agruparse y reagruparse, para ello es necesaria, entre otras, una condición fundamental: que se elijan líneas de investigación y con ellas posiciones amplias que permitan al personal académico moverse en distintas dimensiones dentro de su misma área de decisión.
Un principio básico que debe guiar a los equipos o células de trabajo, es el apoyar a los que más apoyo requieren, sin descuidar el crecimiento del conjunto. Para ello es necesario conocer las fortalezas y debilidades de los equipos, no a partir de las percepciones que se tengan de los otros, sino desde cada uno hacia su propia persona, respetándose con ello no sólo la individualidad, sino las áreas que cada quien escoja para trabajar, colaborar y reforzar.
Una vez conocidas las fortalezas y debilidades, se escogen las actividades y sub-tareas a partir de las preferencias de cada integrante del equipo o célula. El apoyo y colaboración de todos en todas las tareas es fundamental, escoger una de ellas no significa ser dueño absoluto, sino liderar de manera funcional esa parte, desde la lógica de permitir a los demás colaborar e integrarse en todas las tareas.
Al finalizar, si este trabajo se realiza de forma continuada, no sólo se tendrán equipos de trabajo, sino grandes bloques de colaboración al interior de las instituciones educativas y con ello grandes posibilidades de crecimiento y desarrollo no sólo profesionales, sino también humanos y sobre todo institucionales.
Se ejercitará en la capacidad de flexibilidad, adaptación y de respuesta a entornos cambiantes, de forma tal que la institución se convertirá en una entidad capaz de interactuar ágilmente con las exigencias y cambios del entorno.
*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. [email protected]