Envidia y orgullo
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Cuando envidiamos, nos sentimos con derecho a ser los depositarios de la felicdad, los placeres, los recursos, las relaciones que están en posesión de otra persona. En cambio, cuando nos enorgullecemos, nos consideramos parte de la causa que dio lugar a los logros, la simpatía, la inteligencia, los éxitos de algún otro ser humano.
Como miembros de un gremio, nos vemos expuestos a ambas posibilidades: envidiar a otros por no tener lo que ellos tienen o enorgullecernos por haber contribuido a lo que ellos son o han logrado. En el caso concreto de la profesión docente, es frecuente que envidiemos a nuestros colegas que han logrado más con menos esfuerzo, que han ocupado puestos u honores que quisiéramos para nosotros, que han recibido recursos o distinciones de los que nos considerábamos merecedores. Y también es frecuente que nos enorgullezcamos por los aprendizajes de esas personas a las que conocimos en algunas de sus facetas menos cultivadas.
Envidiamos con frecuencia a unos cuantos colegas. Nos enorgullecemos cotidianamente ante los logros de una multiplicidad de estudiantes que han pasado por nuestros cursos o tutorías. Mientras que hace algunos años pudimos envidiar a quienes lograron sus títulos, grados o nombramientos antes que nosotros, ahora nos enorgullecemos de quienes, después de haber sido parte de nuestros grupos de estudiantes, logran esos o mejores títulos, grados y nombramientos.
A veces envidiamos al vecino por tener una casa o un vehículo más llamativo, con apariencia más divertida o más novedosa, pero es raro que envidiemos a los estudiantes que logran demostrar, ante sus generaciones y las posteriores, lo mucho que han aprendido. Y solemos pensar que al menos una parte de ese espíritu, de esas habilidades, de ese entusiasmo, de esa enjundia o, al menos, de esa información, la adquirieron como estudiantes en nuestros cursos.
En otra escala, a veces estamos orgullosos de lo que logra el equipo académico del que formamos parte, y en ocasiones envidiamos lo que otros grupos han recibido como recompensa a sus esfuerzos, que creemos que son iguales o menores a los nuestros, por los que hemos recibido nulos o escasos incentivos. A veces estamos orgullosos de ser parte de una institución educativa a cuyos logros y distinciones hemos contribuido. Y a veces envidiamos a otras instituciones de educación que consiguen recursos, progamas, acuerdos, espacios, gestiones, que quisiéramos que se dieran en la nuestra.
Nos sentimos orgullosos de haber contribuido, como estudiantes o como académicos, al prestigio de una determinada escuela y a veces sentimos envidia porque estuvimos tan cerca, pero ahora nos sentimos tan alienados, de los honores y los recursos que se le dan a otra. Nos enorgullecemos porque reflexionamos o imaginamos que nuestro papel fue el de haber contribuido de tales y cuales formas, envidiamos porque no quisimos o no pudimos comportarnos de tales otras que sí les significaron a nuestros rivales, los honores, las atenciones o los recursos que tanto quisiéramos tener en nuestras manos y quizá en nuestros palmarés.
¿Qué tan orgulloso te sientes de tus estudiantes, de tu escuela, de tu institución? ¿Qué tanto envidias lo que han logrado otras personas, grupos y planteles, a partir de lo que pudiste hacer y no alcanzaste?
*Profesor del departamento de sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com