El nuevo pragmático
Carlos Arturo Espadas Interián*
El pragmático utilitario, idiota —en el sentido socrático del concepto— y además adaptable. Trinomio, que no cuadrado, pero perfecto para la nueva era que se perfila a partir de la transición natural que conforma la antesala de las nuevas épocas, que no por nuevas son mejores, se ha convertido en el ideal oficial cultural.
El primer elemento del trinomio demanda iniciar la reflexión desde la comunicación. El ser humano, producto de los procesos de control social, resulta en conductas aparentemente sociales: hay comunicación, cortesía y otros elementos. La comunicación se da en fórmulas culturales aceptadas, pero que no comparten la intimidad de la existencia. Las fórmulas varían a partir de los entornos culturales donde se forma el ser humano; así, en nuestro país estarían compuestas por algunas como: “mare”, “ma”, “que te digo”, “ah”, “hey”, “buenos días”, “¿cómo está? Bien, qué bueno”, “No… pos sí”.
También se abordan temas como el clima, pronóstico del tiempo o la hora del día. Otro componente lo forma citar frases, lo que alguien dijo o cualquier otro contenido que no genere juicios o tomar posiciones claras atribuidas a quien habla. Referir acontecimientos, sucesos, enfermedades y tragedias con la finalidad de despertar apoyo de cualquier índole. Así los componentes de la comunicación cotidiana tienen una función: hablar sin decir realmente nada y propiciar la obtención de beneficio.
Es decir, es funcional, pero su lenguaje encubre lo que piensa, siente y sueña realmente; así la comunicación expresa todo, menos contenidos constitutivos del ser. Por ello hay comunicación aparente, diálogos sin sentido desde posiciones egocéntricas que buscan mantener relación con quien puede apoyar o ayudar de alguna manera, pero bajo una máxima: no involucrarse ni abrirse.
Cuando se detecta que aquello que se esperaba obtener no resulta –y aquí entra lo pragmático utilitario–, la interacción se termina o, en su caso, se mantiene disminuida como estrategia que permita en cualquier momento aprovechar esa relación. Incluso las instituciones y estructuras sociales son diseñadas en estas nuevas configuraciones, como espacios que limitan la interacción, encubren los fines pragmático-utilitarios y disfrazan el aislamiento social. Recordemos que el aislamiento social no requiere aislamiento físico necesariamente.
Así, el tejido social se disuelve ante esta ausencia de sentido humano en la comunicación, de lenguaje deshumanizado y deshumanizante de lógica del beneficio o utilidad; es decir, el tejido social se disuelve acompañado del desinterés genuino hacia el otro, el próximo y el lejano.
Aunque se inició con la comunicación, ahora se concluye con lo antropológico, que incluye las dimensiones del ser humano y lo social, explicadas por lo filosófico y sociológico, y servirá para entender que el tejido social, el ser humano mismo, se encuentra disuelto en lo fundamental: lo humano.
El principio pragmático-utilitario resulta eficiente y eficaz mientras hay beneficios; cuando desaparecen, no hay razón para mantener los vínculos sociales. Innegable, siempre habrá beneficios, materiales o inmateriales; lo importante es qué la genera y los elementos constitutivos de la relación social.
La educación, entonces, tiene como objetivo, al formar en ciudadanía, no perder de vista el componente teleológico que soporta lo relacional y, por ende, social. Con ello se podrá, desde las fibras finas, restablecer, mantener y fortalecer el tejido social.
*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. [email protected]