El mundo invade las escuelas

 en Carlos Arturo

Carlos Arturo Espadas Interián*

Las escuelas, esos espacios donde se aprender para ir a la primaria, ir a la secundaria o a la preparatoria… Son fines inerciales de la educación y denotan el concepto social de espacios de claustro donde el ser humano en su infancia, adolescencia y juventud pasa tiempo estudiando.
Conceptos como la formación se distancian cada vez más de las escuelas y en la vida práctica se concretan las luchas de poder ideológico para polarizar posiciones que nada tienen que ver con pensamientos de avanzada y que en su lugar abren puertas para la desestructuración social de las estructuras societales latinoamericanas.
Cómo ven las escuelas nuestros estudiantes: ¿Como espacios para jugar, socializar y aprender? ¿Como etapas necesarias para ser o más bien, para poder trabajar (caso escuelas técnicas y nivel superior)? ¿Como espacios de refugio que les brindan seguridad y resguardo? ¿Como espacios peligrosos desde el trayecto hasta el regreso? ¿Cómo ven nuestros estudiantes las escuelas?
Infinidad de posibilidades y aquí de forma infinitesimal se enuncian únicamente algunas de ellas, las más limitadas quizá. Lo cierto es que las escuelas han formado un perímetro desde el cual escudriñan el mundo, reconstruyen estructuras de todo tipo y transforman, si bien va, vidas. Las escuelas abiertas ya no existen. Se construyen perímetros bordeando perímetros: materiales e inmateriales.
Pero el mundo se resiste y asalta a las escuelas, lo vemos en los pequeños “solovino” que poco a poco, si no los corren –y aunque los corran– los directivos de las primarias, se convierten en mascotas ocasionales y en algunos casos adoptados con todos los cuidados y atenciones que un ser vivo merece recibir en una escuela.
Se mira en los vendedores ambulantes que circundan las escuelas, esperando y atisbando a niños, padres de familia, maestros y directivos. Los dulces, “monitos”, estampitas, tacos, refrescos, fruta, frituras…
Lamentablemente también llegan otras cosas poco gratas que todos conocemos. Al final, el mundo se resiste a olvidarse y estar ausente en las escuelas. Lo dicen los niños todos los días, los padres de familia, la colonia circundante…
Hasta ahora se enuncian las referencias materiales concretas del mundo, pero hay otras que también luchan por entrar a las escuelas y no resultan tan fácil de identificar, se requieren herramientas para visibilizarlas y todas ellas responden a las dimensiones sociales, económicas, culturales y demás; no porque las concretas y materiales del mundo no lo hagan también, sino porque visualizarlas requiere agudizar la mirada intelectual, racional y espiritual.
Lo cierto es que, aunque algunas escuelas –la mayoría desafortunadamente–, se esfuercen por existir dentro de sus perímetros, el mundo las reclama, las invade y eso es bueno porque las escuelas deben estar en el mundo con la mirada al cielo.

*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. [email protected]

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