El justo medio
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Escribió Lewis Carroll que la moderación en exceso también es mala. A pesar de que solemos asociar la moderación con la sensatez y con la justicia. No siempre es sensato moderarse, pues aparte de que corremos el riesgo de que alguien nos acuse de falsa modestia, podemos caer en el exceso de precaución que hace que llevemos un exceso de equipo cuando no lo necesitamos. Equiparse con las protecciones necesarias, para cualquier eventualidad, podría verse como un ejemplo de lo que expresaba Carroll: quizá no necesitemos tanto equipo y quizá podríamos no llevarlo. Así que por moderados en nuestras precauciones quizá exageremos en nuestros equipamientos. Algo así como llevar un vehículo todo terreno con todos los accesorios para salir de los atolladeros en arena y lodo para viajar siempre por carreteras asfaltadas.
Es difícil saber cuándo estamos justo a la mitad de lo posible, sin merma y sin exageración y podemos afirmar, como dice el dicho de los sesenta: “ni muy muy ni tan tan”. En la educación suele presentársenos una serie de opciones que plantean el problema de dónde situar el justo medio: ¿o los dejamos que descansen o los ponemos a trabajar en las actividades académicas?, ¿o los motivamos a los deportes o los motivamos a las asignaturas más formales como matemáticas y lectura de comprensión? ¿Los dejamos leer todo el día o los dejamos usar pantallas buena parte de él?
¿Llenamos sus loncheras de cosas sanas y les damos largos discursos acerca de lo dañinos que son los alimentos chatarra y las bebidas gaseosas y azucaradas?, ¿o los dejamos que coman lo que les dé la gana cuando quieran y si no quieren no? La verdad es que en nuestras vidas adultas nos resulta muy difícil encontrar también los puntos de la justicia entre lo que queremos y lo que necesitamos. Entre lo que desearemos después y lo que nos privamos hoy. Así que en las decisiones que debemos tomar respecto a la educación de los hijos solemos toparnos con una serie de opciones entre las que quisiéramos encontrar el justo medio pero no siempre seremos capaces de hacer la decisión que, años después, en retrospectiva, juzgaremos lo más oportuno o lo más atinado, o lo más justo.
Varios son los dilemas en los que nos encontraremos en nuestras vidas de tutores. Una querida prima abogaba por las muchas horas de escuela bajo el argumento de que son necesarias debido a la competencia que su hijo tendrá dentro de unos años. Así que le sería útil estudiar mucho en sus años de niñez. En contraparte, alegaba yo, los niños deberían tener más horas para ser niños de los que corren, juegan, interactúan con sus compañeros en otros tipos de juegos de lenguaje (aunque a veces no estamos muy contentos con que esas prácticas lingüísticas de nuestros hijos o estudiantes pasen por los albures, dobles sentidos, los insultos) y en otras actividades que más tarde quizá no tendrán tiempo o entusiasmo para realizar, como explorar la naturaleza, plantar árboles, recorrer ciudades y montañas.
No sé en dónde parará el debate con mi pariente ni si éste pueda tener límites: la pregunta es si la educación nos sirve para el futuro y nos limita el presente o si de alguna manera nos sirve para el presente y nos abre puertas para el futuro. El caso es que hay momentos en que nuestras visiones, que pretenden seguir los cánones salomónicos, se ven nubladas y es difícil encontrar las opciones a decidir. No obstante, ya lo decía Yogi Berra: “cuando veas una encrucijada, tómala” y no siempre se podrá acometer por el justo medio. O nos vamos por allá o por acá.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]