Educar en y para los afectos
S. Lizette Ramos de Robles*
Aprovechando las pasadas vacaciones me di la oportunidad de leer varios libros: dos de Herta Müller (Todo lo que tengo lo llevo conmigo y La bestia del corazón), uno de J. M. Coetzee (La infancia de Jesús) y otro de Lynch, Baker y Lyons (Igualdad afectiva). No obstante que son de distintos autores y diversos géneros, los temas y las tramas giraron en torno a la vida y la muerte, la historia de vida, los sentidos y los sin-sentidos de la vida, las emociones del vivir, los afectos y sus manifestaciones.
Varios cuestionamientos surgieron a partir del diálogo con los textos, por ejemplo: ¿cómo los docentes educamos para la vida?, ¿cómo educamos para la construcción de sentidos?, ¿cómo para sentir y compartir las emociones?, ¿cómo para demostrar y recibir afecto? Considero que estos elementos deben constituir una prioridad dentro de la formación integral de los individuos, no obstante en la búsqueda de la formación del ser racional, nuestro modelo de mujer y hombre, se sustenta aún en un racionalismo cartesiano dejando de lado el desarrollo de seres sociales y relacionales capaces de vivir en armonía con el otro, de preocuparse por él e incluso de quererlo. Lo que más preocupa en un mundo globalizado y en “desarrollo” son seres económicamente productivos y autosuficientes. Tanto nos hemos enfocado en eso, que hemos descuidado aspectos fundamentales, esos que nos hacen y nos caracterizan como humanos: el amor, los cuidados, la solidaridad, los apegos, entre otros. Elementos cuya carencia explica gran parte de las desigualdades sociales, las situaciones de maltrato, las agresiones, los suicidios y en general el mal estado de nuestra sociedad.
De acuerdo con Lynch, Baker y Lyons es importante y fundamental educar en y para el amor, el cuidado y la solidaridad por varias razones tales como: a) ser amado y cuidado no solo es vital para la supervivencia en la infancia o en momentos de enfermedad y vulnerabilidad, sino a través de toda la vida porque somos seres relacionales y emocionales. Los lazos de amistad y parentesco son, en parte, los que dan sentido, calidez y alegría a la vida; b) ser asistido es un prerrequisito para el desarrollo y el bienestar humano, las relaciones de solidaridad, cuidado y amor ayudan a establecer un sentido básico de importancia, valor y pertenencia; c) el desarrollo de relaciones de cuidado, amor y solidaridad implican un trabajo que es tanto placentero como incómodo y éste deber ser distribuido equitativamente entre los miembros de la sociedad, de esto depende nuestra calidad de vida; d) se construye y desarrolla el capital de apoyo, el cual implica la capacidad de apoyar a otros, de quererlos, de cuidarlos y de solidarizarnos cuando sea necesario.
En este sentido, instituciones como la familia y la escuela desempeñan papeles fundamentales para el desarrollo de las emociones y los afectos. Si nuestro compromiso es la búsqueda del bienestar individual y social la educación en y para los afectos debe ser parte de nuestra agenda.
Aprendamos a ver, a oír, a sentir y amar al otro, sólo así podremos reconocernos a nosotros mismos, cambiemos esos estilos sociales actuales en los cuales “desviamos la mirada de nuestra soledad, de nosotros mismos, y no soportamos ni a los otros ni a nosotros mismos, y los otros tampoco nos soportan” (Herta Müller).
*Profesora-investigadora del CUCBA de la UdeG. [email protected]