De Ley General de Educación y prácticas educativas estatales

 In Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Aunque sea como referente histórico y de ideales coyunturales, releer e intentar comprender el documento de la Ley General de Educación (LGE) dado a conocer el 13 de julio de 1993 puede ser un ejercicio interesante.
A punto de cumplir 32 años de la publicación en el Diario Oficial de la Federación, por su vigencia parcial, sus implicaciones en el reordenamiento del sistema educativo nacional y estatal, particularmente de lo que corresponde a educación básica, cabe hacer memoria de algunos de sus conceptos; cabe revisar algunas realizaciones, avances y retrocesos.
Ahí, en la columna vertebral de las justificaciones políticas coyunturales de aquel momento, se deslizan nociones como calidad de la educación, calendario de 200 días, federalismo educativo, revalorización del magisterio, liderazgo académico de la función supervisora, establecimiento de facultades a la Secretaría de Educación Pública para la emisión de planes y programas, libros de texto gratuitos, impartición de educación por los particulares y recomposición de conceptos y prácticas evaluativas, entre otras.
Un documento, un librito de cabecera para maestras y maestros, una breve y trascendental historia entre el precepto normativo y la compleja realidad a gestionar para y desde el sistema educativo nacional.
Una historia del tiempo posible, los cambios políticos y la alternancia como coyuntura, los sueños de un primermundismo que nunca llegó, las fases de la paleta de colores tricolor, blanquiazul, verde, naranja. La fase guinda en integración.
La norma como instrumento político.
Un acuerdo del 18 de mayo de 1992 y la carrera magisterial como clima institucional y sindical, una ley del 13 de julio de 1993 que sustituye a la bien elaborada Ley Federal de Educación de 1975. El trazado de las vías en las que deviene el tren de los cambios en el sector, a la sombra de los cambios gatopardistas en el ámbito político.
El banquete del que se han servido —pocas entidades quejosas sostienen que lo han padecido—, las entidades federativas y el federalismo educativo, las trincheras y espacios de poder en los que se convirtieron los sistemas educativos estatales, los gobernadores y secretarios de Educación no idóneos, la contraloría social burocratizada y los indicadores de calidad acomodaticios.
Los lomos del elefante en el que se ha convertido el sector educativo, las opacidades y las simulaciones en los sistemas estatales, la grave erosión de los principios axiológicos fundamentales; las carreras políticas en los sótanos migajeros del poder y los technoboys heterodigitales de Facebook que han pervertido el circuito de la comunicación horizontal y necesaria.
La competitividad como criterio de evaluación de miradas empresariales, los medios de comunicación como mazo al yunque sobre la educación pública, sobre el magisterio nacional.
La somnolencia de un magisterio que goza de plenitud y cabal salud, al que le otorgan como contraprestación de silencio e institucionalidad días de descanso por su “salud emocional y mental”.
La educación que hoy se hace, los principios rectores en la oralidad emergente de un discurso que se pierde en los espacios cerrados o en la incomunicante red digital.
El SNTE y sus reacomodos en aguas bautismales neoliberales, la unidad nacional multicitada, el SNTE y su orinoterapia en tiempos de gestión panista foxista y calderonista, el peñismo y los gatitos comparsa frente a la mesa de decisiones, como aquella reunión entre Emilio Chauyffet, Osorio Chong y Juan Díaz de la Torre.
SEP, Gobernación y SNTE juntos en una fotografía: el advenimiento de un sindicalismo concurrente con la impune y autoritaria evaluación punitiva.
La evaluación no punitiva lopezobradorista, el SNTE y su presencia, el amor dicho y los pétalos de rosa de las secciones sindicales en estados como Jalisco, donde se maicea de cien maneras al viejo estilo porfirista; los estilos de gobierno de necesaria legitimidad que navegan entre socavones, baches e inundaciones y pagan sin sensibilidad ni amor a la ciudadanía con aumentos a la tarifa del agua y emplacamientos obligatorios y verificaciones tercas.
Los tomadores de decisiones en la ronda de los caracolitos y la pata chueca en los escenarios de la Expo Guadalajara.
La Ley General de Educación y el artículo tercero constitucional, textos saboteados parcialmente en algunos estados no laicos de la república. Ahí está el estado de cosas.
Jalisco y las fuerzas coloniales, cristeras y empresariales que dan tinte a este presente sincrético de murmullos del falso bien común, la coladera ideológica que mira en lontananza las epistemologías del Sur, la Nueva Escuela Mexicana burlada, cuyos abrevaderos teóricos y metodológicos, ni sienten ni comprenden.
El presbítero de voz dormilona y los monaguillos ausentes de razón, los que simulan corazón, alma y espíritu cuando su función requiere de toda la inteligencia, saberes y experiencias.
El laicismo amenazado, mientras la SEP pierde rectoría, mientras el partido en el poder hace deglución del cambio por venir en el poder judicial.
De nueva cuenta, el garlito de mercadotecnia, los recursos opacos desviados de la formación continua, el normalismo y el posgrado y su masa crítica desdeñada.
El apostolado de los valores anodinos y obscuros, retóricos de la formación del carácter de aquellos que sin pudor hicieron militancia en el proceso electoral impugnado de hace 13 meses, aquellos que sin máscaras jugaron a la confusión y abstinencia en la votación de hace más de un mes para renovar el poder judicial de la Federación.
El estado donde se hace resistencia a la Historia nacional y donde de manera impune se bloquean principios básicos del laicismo y de la educación racionalista y científica.
Los pseudomensajes de los diplomados ofensivos de la inteligencia pedagógica del magisterio.
El autoritarismo, clasismo, racismo y monumento a la ineficiencia e inmediatez con el que se hace gestión piramidal de los grandes y pequeños temas relativos a la educación.
Está claro que la democracia a construir no se puede ahogar en pilas de agua bendita, ni en cuentas de rosario, ni en crucesitas colgantes de los pechos pecadores.
Está claro que el sentido de la educación rica en identidad nacional que se requiere no puede naufragar en ocurrencias sacerdotales ni en gestiones erráticas al amparo del poder, el dinero y el púlpito.
No es en el IPADE ni en la Universidad Panamericana donde se encuentran las respuestas y la masa crítica necesarias para la práctica y acción reflexiva del sistema educativo estatal.
No es en el IPADE ni en la Universidad Panamericana y otros proyectos privados donde están los referentes necesarios a la práctica y acción directiva en la coyuntura de construcción de lo comunitario y curricular de la Nueva Escuela Mexicana.
El pálido corpus de ocurrencias veraniegas recientes como la formación del carácter, la inteligencia artificial o habilidades blandas cae, en el mejor de los casos, en una asincronía que contradice la urgencia de descolonización en el debate de la educación pública.
Hay un documento por leer de nuevo en estos días de aniversario de la LGE; hay una mirada analítica que alimentar para tres décadas después, realizaciones a evaluar en el proyecto académico nacional y estatal. Concordancias y discordancias, avances y retrocesos, articulación sistémica, eficacia, eficiencia, oportunidad de respuesta a las necesidades económicas y sociales, entre otros ejes de reflexión.
La legalidad, la transición, otra vez la esperanza vigilante, el capital del sistema educativo es legado histórico y principios irrenunciables. La batalla de ideas por las inteligencias es más que coyunturas inmediatistas de conservadurismo hipócrita y simplista.

*Doctor en Educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

Showing 2 comments
  • Martin Linares Ramos
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    “La batalla de ideas por las inteligencias es más que coyunturas inmediatistas…” Rotundo Rubén. Así es. Lo que está en juego es la edificación de las inteligencias de la niñez y la adolescencia. La apuesta consiste en optar por la transformación, o continuar con la reproducción acritica de un sistema educativo que poco aporta a la comprehensión y transformación de esquemas que denigran y someten al incipiente humanismo de los sujetos que participan del acto educativo.

  • Gris
    Responder

    La educación como botín político estatal, la disonancia con el proyecto Nacional que contradice el art. 3ro. Constitucional en relación a laicismo. La coexistencia de dos visiones educativas distintas, que genera desorientación, asincronismos entre visiones, confusión de términos ideológicos de orden teórico – metodológico, impidiendo que se alcance una comprensión de los postulados del artículo tercero constitucional. ¿A qué intereses responde el planteamiento estatal? Sin duda, ya conocen la respuesta.

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