De analistas curriculares

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Parece cíclico ya, que cada cambio político sexenal, en esa particular democracia mexicana que todos hacemos, trae su dosis de intenciones de cambio curricular.
El proyecto educativo nacional como objeto de deseo y como arena de lucha ideológica, como tentación de emprendedores que ven su oportunidad de negocio editorial en cada paso de flanco que da el elefante (parafraseando la analogía de Pablo Latapi Sarre, del sistema educativo como un elefante y a los sistemas estatales como otros tantos elefantitos).
¿A dónde va la educación? ¿Tenemos las coincidencias básicas acerca del tipo de mexicano(a) que queremos formar?
¿Se interpreta con claridad el entorno internacional?
¿Las necesidades sociales que ahora existen en las distintas materias objeto de formación?
Los tiempos apremian y a medio sexenio renace el ímpetu por cumplir uno de los objetivos explícitos en el plan sectorial de educación.
No es el camino más fácil, pero si tal vez uno de los más redituables en el cortoplacismo político.
Reformar planes y programas de estudio para la educación básica y normal, luz y sombra de las políticas públicas sobre educación influenciadas por la agenda política interna y las conclusiones “objetivas” externas acerca de la calidad de la educación.
Es bueno intentar hacer mejor las cosas, sería bueno que la SEP como institución centenaria tuviera memoria histórica, capacidad de síntesis dialéctica e integración de un proyecto educativo para formar a las mayorías.
Es bueno que la SEP nacida de las aguas revueltas de la revolución mexicana y con el espíritu de ilustración positivista juarista, retome el sentido del valor de la educación como esperanza de transformación individual y colectiva, más allá de los discursos literarios recurrentes, sospechosos de engrandecimiento de la patria a través de una “nueva” educación.
No puedes esperar un mundo si no trabajas con cada una de las personas, sentenciaba la científica polaca Marie Curie.
Nuestra patria tiene hambre y sed de justicia social y buena educación; el comportamiento social de masa clientelar de estadios de fútbol o béisbol, eventos masivos como los conciertos “old”, las misas multitudinarias o las peregrinaciones religiosas postpandemia, los carnavales, no parecen escenas de una sociedad a la salida de una crisis sanitaria y emocional.
Estás escena, ilustran un poco la tremenda agenda que hay que fortalecer en materia educativa.
Los mexicanos con bajo nivel de escolaridad, los retos de la formación de los millones de niñas, niños y adolescentes que provienen de la franja social extendida de pobreza de más de sesenta millones de mexicanos y mexicanas, la franja ampliada en los tiempos neoliberales, pauperizada por el polvo de estrellas de una propuesta curricular por competencias impuesta a golpe de cercos y patrullas policiales.
Los “activos” participantes del cambio educativo de una burocracia enferma y un sindicalismo magisterial indolente e intransformable, el sistema educativo con bajos niveles de eficacia y eficiencia, el federalismo educativo que está por cumplir 30 años y que no termina de diseñar una estructura de colaboración entre las entidades en el sector educativo, a pesar de que la propuesta de cambio intenta la revalorización de lo local.
Las delegaciones y subdelegaciones regionales dadas a luz en la borrachera descentralizadora que no ha resuelto nada.
Sería bueno que la SEP, en los márgenes del cambio político hiciera análisis y evaluación de resultados de las propuestas curriculares que se han instrumentado con esa población destino llamada educación básica.
Sería bueno también que a casi cuarenta años de la reforma de la educación Normal que la eleva a educación superior, se hiciera un balance de sus insumos, procesos y resultados para colegir si hay condiciones para seguir pensando esa “imaginaria” formación inicial de profesores o si resolver su problemática, es posible con el mejoral de la liquida modificación de sus planes y programas.
La brecha entre los buenos deseos de la escritura de la planificación educativa y los procesos y resultados para la composición intercultural y diversa de los educandos mayoritariamente mexicanos que asisten a las escuelas.
En materia de educación pública parece ser ya obsesión onírica la recurrencia discursiva de que hay que mejorar la calidad.
Hace años cuando apenas se introducía al debate de lo curricular en los estudios de posgrado, una noción muy sugerente fue la de currículum nulo, que a grandes rasgos considera todo aquello que la escuela no enseña.
La respuesta difícil del qué enseñar para cualquier diseño.
No hace falta mucha imaginación para asumir que dentro de las ínsulas de saber y parcelas de conocimiento sobre los que la escuela descansa sus cimientos, el mundo de lo extraescolar y saberes excluidos del mundo de la escuela, son proporcionalmente mayores al recorte de campos formativos o aprendizajes esperados.
Analizar los planes y programas que ahora se proponen. Dividir en sus partes constitutivas el documento de más de mil páginas, mandar a través de la plataforma la opinión, el sueño de integración y articulación en el ejercicio de planeación participativa.
La necesidad de formación psicopedagógica, filosófica y antroposociológica ampliada del magisterio para asumir la tarea sugerente del análisis de la propuesta.
Los días de marzo del día internacional de la poesía y del natalicio de Juárez, su biografía escolar y liderazgo, el valor del proyecto educativo juarista, el icono del liberalismo y sus luchas en varios frentes, el aquí y ahora como tiempo situado invitador para el ejercicio profesional del análisis y la propuesta.
Extender la mirada sobre el documento de trabajo y diseccionar sus partes.
Desde la experiencia y los saberes como educadores(as) extender la mirada psicológica sobre la educabilidad de la niñez y la adolescencia.
Desde la asignatura de la realidad nacional en tiempos de emergencia sociopolítica y económica, analizar e interpretar las necesidades sociales y valorar la viabilidad de cambio de la propuesta en los distintos grupos constitutivos de la sociedad mexicana.
Desde la síntesis dialéctica del tiempo pasado, presente y futuro de las cohortes generacionales, analizar entre líneas las ideas fuerza y las espirales de los saberes que proyectan el tipo de mexicano que desde la escuela se ha de formar.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]

Comentarios
  • Griselda Gómez de la Torre

    Agradezco la posibilidad de compartir algunas reflexiones que me hacen sentido al respecto del tema que convoca Dr. Rubén: “De analistas curriculares”.
    La mirada que propongo desde este sentipensar, es preguntarnos al estilo de Zemelman en uso del pensamiento crítico para proponer los siguientes cuestionamientos a manera de abrir conversa:
    • ¿Qué datos de diagnóstico de la realidad presente parte la propuesta curricular?
    • ¿Cómo hacemos realidad este nuevo marco curricular?
    • ¿Qué tipo de maestro se necesita formar en un marco de pensamiento crítico – científico – transformador?
    • ¿Cómo nos estamos formando desde nuestro perfil de docentes para operar el planteamiento curricular?
    • ¿Cómo pasamos de una intencionalidad política a un planteamiento pedagógico operativo?
    • ¿Existe la suficiente voluntad política y consensuada para impulsar la nueva propuesta curricular?
    • ¿Por qué mantener un sistema de formación neoliberal a través de la meritocracia en contraposición con el planteamiento curricular?
    • ¿Qué implica una visión crítica desde la propuesta curricular?
    • ¿Cómo problematizar las condiciones de aprendizaje de nuestros alumnos?
    La nueva propuesta curricular considera una enseñanza constructivista – reflexiva e histórica que contribuya a la formación de un pensamiento crítico – holista, reconociendo la complejidad, por tanto: ¿Será la escuela la única responsable del cambio social deseado?, es decir: ¿Será arropada como noble institución con la suma de otras instancias que fortalezcan esta visión de futuro?
    Propuestas que colocaría en este planteamiento:
    1. Será fundamental agregar a la propuesta curricular, un plan emergente que atienda situaciones desde las emergencias y las urgencias pospandémicas.
    2. Se requiere ir más allá de una política transexenal, necesitamos una política con visión de largo aliento
    3. La transformación del docente deberá asumirse desde el arrojo en un desafío ético – político para generar en él, sentido – significación de la práctica educativa y necesidad de presente. Un reto ético – político para encontrar las lógicas hegemónicas de siempre y poder así plantear la transformación desde el corazonar a través de la educación.
    Concluyo con una frase de Meirieu: “La escuela es obligatoria, pero el aprendizaje no se decreta”, muchas gracias por la oportunidad de dialogar a través del texto.

  • Griselda Gómez de la Torre

    Corrijo ortografía, disculpas, quise decir: *gobiernos y sexenios

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