Cuando la gimnasia no es igual que la magnesia

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

Siempre digo a mis alumnos que aun cuando a veces los contenidos escolares parecen absurdos o aburridos, siempre habrá un momento en que tendrán que usarlos.
Mi participación de esta ocasión encierra una historia real, un poco terrorífica, con un costo económico enorme para un país que no puede darse el lujo del despilfarro en los sistemas de salud, pues ya bastante lastimado está con los robos políticos.
Permítanme dar contexto a la historia: en algún punto de la educación inicial aprendimos el orden alfabético, quizá a todos nos pareció simple, por qué ¿cuántas neuronas se necesitan para saber que la m o la p van seguidas en un orden estricto por otras letras?
Aún así, aun cuando parecía simple, nos atormentaron con búsquedas sistemáticas de palabras. Hasta que un día creímos dominar el alfabeto, y tal vez lo olvidamos. Nadie nos dijo para que servía, solo era una de las muchas tareas insensatas que debíamos realizar sin preguntar.
Bueno, el día de ayer pude ver el costo en vidas humanas y económico de un error en el reconocimiento del orden sistemático de las letras. He aquí la historia:
Acompañé a mi madre a su cita médica mensual en el IMSS, comentamos las aventuras a las que me somete durante el mes, pues no es un secreto que ella padece demencia fronto temporal, lo cual la pone en un delicado equilibrio de salud que implica tener una casa a prueba de niños y actividades reguladoras que la hagan sentir bien. Como siempre, la doctora preguntó por aquello que pudiera poner ese equilibrio en riesgo y como siempre, nos dio una lista de medicamentos que la mantienen estable.
Me dio las órdenes de los medicamentos que debíamos recoger en la farmacia y bajamos a surtirlas. En la farmacia de la clínica hay un letrero que dice clara y tajantemente que uno es responsable de revisar los medicamentos, ver que no falten y que estén correctos antes de abandonar el pequeño reino de las drogas salvavidas, aunque siempre he pensado que si esperan que todos los usuarios sean expertos farmacéuticos, pues probablemente las cosas serían muy diferentes.
Como siempre, siento que asaltamos la farmacia, apenas entrego las órdenes, el encargado desaparece y en dos segundos, tengo frente a mi una torre de cajitas y botellas, solo doy las gracias pues antes de decir otra cosa, hay otra persona dando sus órdenes. El sistema parece eficiente en términos de tiempo, aunque estadísticamente susceptible a errores. Sin embargo no hay queja, todos deseamos abandonar el lugar lo antes posible.
Cuando llegué a casa, como siempre rotulé todos los medicamentos para evitar accidentes, si otra persona los administra debe ser capaz de entender la dosis y la periodicidad.
Más tarde, siendo que debía administrar un antibiótico, me dispuse a agregarlo a un yogurt, pero note que la pastilla era demasiado grande. La dosis era 850mg y me pareció excesivo, pero supuse que tal vez era una versión similar y que tal vez era mayor a los 100mg solicitados por la doctora.
Fue entonces que decidí buscar el medicamento en el diccionario para ver si se trataba de un similar… el medicamento originalmente solicitado se llama Nitrofurantoina, comienza con la letra N, pero lo que estaba en mis manos era Metformina con la letra M.
Ni, no corresponde con Me… cualquiera lo sabría. Las consecuencias de este error en el orden de las letras es que cambiaron un antibiótico por uno que mejora la sensibilidad del organismo a la insulina, cosa que ayuda a restaurar la manera en que el organismo utiliza la glucosa.
Mientras que el antibiótico se administra cada 6 horas, la metformina se administra 1 vez al día, a pacientes que lo requieres, por supuesto.
Este error, pudo causar daño a la salud de mi madre, y en el caso de los pacientes que confían en la educación y en los estudios de farmacología de las personas que atienden las farmacias del IMSS, puede llevarlos a situaciones médicas que se pueden prevenir con solo poner un poco de atención en el orden alfabético; pero no solo eso, el costo de salud a un país golpeado con crisis económicas y robos de sus políticos es espeluznante. La salud de las personas se ve quebrantada por un error, que cuesta a todos (quienes pagan impuestos) mucho dinero.
Pude potencialmente administrar una sobredosis de un medicamento que mi madre no requería, asusta ¿no?, ¿cuántas personas lo habrán hecho?, ¿cuántas de ellas habrán fallecido o puesto su vida en riesgo?, ¿cuántos dejaron de trabajar por 30 días, 60 o incluso tenido que retirarse?, ¿cuántos de sus familiares debido al cuidado que requerían dejaron de acudir al trabajo?, ¿cuál fue el costo económico de ello para el país?
Parece entonces que la simpleza del orden del alfabeto puede potencialmente tener un efecto devastador… recuérdenlo cuando enseñen a los niños. La moraleja es no aprendas por pasar el examen o para que te dejen de fastidiar. Aprende porque un día puedes potencialmente salvar una vida.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]

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