Conversos y esperanzados
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
“En esa iglesia explican mejor”, fue parte de la explicación de por qué una persona dejó su iglesia anterior y se afilió a otra denominación cristiana. No se convirtió de una religión a otra, sino simplemente de una congregación específica a otra de doctrinas y rituales parecidos, aunque con algunos matices que le resultaron más convincentes. El término de “conversión” se utiliza también para cambios más radicales en las convicciones, como sucede con personas que dejan su adscripción a una constelación cristiana para lanzarse a la aventura de cambiar totalmente de fe. Un caso muy sonado fue el de Cat Stevens (Steven Demetriu Girogiou, nacido en 1948), quien cambió su nombre a Yusuf en 1978 tras convertirse al Islam el año anterior (Biography | Yusuf / Cat Stevens).
Yusuf, quien regresó a la “senda musical” tras varios años de dedicación exclusiva a la ayuda humanitaria y a la educación con signo musulmán, fue una de esas personas que anunció su conversión y especificó que mucha gente estaba consciente de “su búsqueda”. Otras personas avisan también de su salida y renuncia a determinada relación (por ejemplo Shakira, con todo y caderas: Bing Vídeos) y otras cambian de afición futbolística, de orientación o de identidad sexual, de filiación partidista. A veces la conversión es parte de un proceso de convencimiento y hasta de disuasión: allá hay mayor honestidad, claridad, más asertividad; de la relación, iglesia, partido o equipo de donde salgo sólo encuentro desilusiones, derrotas, traiciones, mentiras. O simplemente hay quien encuentra una doctrina, una ideología o una explicación más acorde con sus intereses, capacidades, proyectos y aspiraciones.
Algunas conversiones en la historia se han suscitado grupalmente. Cuando un líder (por ejemplo, el rey de Polonia en el siglo X: Cristianización de Polonia – Wikipedia, la enciclopedia libre) decide convertirse a una fe y con su proceso incita o inscribe a sus súbditos en esa religión. Así, cuando Miecislao I se convirtió al cristianismo el 14 de abril de 966, en parte motivado por su esposa Dobrawa de Bohemia, desató un proceso de conversión en el futuro país de Polonia. Así como este proceso de conversión podría recordarnos la máxima francesa para las investigaciones criminales, “chercher la femme”, también podríamos recordar el lema en lengua inglesa “trace de money”. En tiempos recientes y en espacios más cercanos, hemos sabido de conversiones de congregaciones cristianas en México de una iglesia a otra, a partir de la convicción de algún pastor de que el cambio de filiación llevará a su grey a un camino de salvación eterna más seguro… y quizá incluso a una situación material más boyante.
Las conversiones religiosas suelen asociarse con los caminos de la salvación de las almas: sigue estos ritos, realiza estas aportaciones, sacrifica tu vida anterior de placeres de la carne y lograrás la vida eterna para tu alma. Sin embargo, en muchos casos se sospecha o se confirma que el cambio de adscripción que, quienes quedan dentro o quienes reciben a la persona conversa, a veces consideran “iluminación” y otras “traición”, en realidad es un acto de conveniencia. No sólo porque en el nuevo ámbito haya más claridad, sino también porque hay más “luz” en el sentido de acceso a recursos. En días recientes, los críticos de las nuevas afiliaciones al partido en el poder en México han señalado que algunas de éstas, además de representar una traición a los partidos en los que militaban antes esos políticos, también son una forma de “purificación” y de desaparición de expedientes penales. Los nuevos conversos en política, que antes militaban en partidos como el PT, PAN, PRI, no son vistos con buenos ojos ni por algunos de sus antiguos ni de sus nuevos correligionarios.
Así como se han suscitado casos de que una familia prefiera excluir a alguno de sus miembros por su intención de atraer a ella alguna persona objeto de su infatuación e idealización, en las iglesias y en los partidos habrá quienes sostengan que admitir a esos nuevos miembros equivaldrá a traicionar principios, doctrinas, ideologías, credos, convicciones, proyectos y hasta la pureza de una organización. “Es bonito el encaje, pero no tan ancho”, afirmarían algunos, más inclinados a las alianzas que a las fusiones.
Hay algunas conversiones menos traumáticas y existen casos en que se acepta la posibilidad de “familias mixtas” y hasta de miembros de éstas que han migrado entre distintas creencias e identidades y se encuentran, como ya señalaba Yusuf: “en busca”. Algunos “se hallan” y otros “transitan”, pero en buena parte de los casos, las conversiones se ven como parte de los procesos de la vida de las personas, sin que necesariamente haya conflictos ni separaciones eternas. Entre esas conversiones se encuentra el relato del monero Trino Camacho (conocido como “Trino”, nacido en 1961): ya no fue “chiva”, es decir, aficionado del equipo de futbol Guadalajara, como su abuelo, sino “zorro” del Atlas, por indicación y reacción de su padre tras el periodo de abandono que su familia sufrió por parte de su ancestro (TRINO CAMACHO y su amor por el ATLAS | Entre Camaradas – YouTube).
Además de los conversos en religión y en política, hemos sabido de conversos en términos académicos y pedagógicos. Sabemos de conversos del psicoanálisis al conductismo, o del humanismo al cognoscitivismo, de los tratamientos de la “garroterapia” a la “logoterapia”. Habrá quienes se sientan decepcionados por la declaración de que algún académico se declare marxista en vez de positivista, que cambie sus análisis favoritos de los cuantitativos a los cualitativos; aunque también habrá quienes se sientan felices de que, ¡al fin!, algún colega entre en razón y se afilie a la “iglesia” o a la “doctrina” verdadera. Por lo pronto, tal no parece ser el caso de las recientes conversiones políticas, que a muchos de quienes ya estaban en el partido gobernante les recordó otro lema, el de “mientras menos burros, más olotes” y que toman conciencia de que con las nuevas afiliaciones se reducen las posibilidades de acceso a candidaturas y otras prebendas asociadas con la vida política. Habrá que reconocer que las conversiones van en muchos sentidos y en muchos ámbitos: ya sean por amor o conveniencia, por convicción o disuasión, por decreto o por no revelar algún secreto. El hecho es que quienes están ya en el club desde antes de la llegada de los conversos a veces los recibirán con los brazos abiertos (habrá más proselitismo y más diezmos) y a veces los recibirán con cajas destempladas (habrá menos bancas, bancadas, cátedras y recursos). Cuestión de perspectivas entre quienes creen en “la verdad” y “las verdades” salvíficas y que tienen la esperanza de que cambiar de convicción los acercará más a la vida eterna de sus nombres o de sus almas (Marxismo y Positivismo | Disputatio).
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]
Muchas gracias por el artículo, Dr. Rodolfo. Es curioso como los cambios no siempre son voluntarios. Sin embargo, nos ayudan a romper el estado de “confort” en que nos encontramos.