Como preparar los exámenes de ingreso
Alma Dzib Goodín*
Todos, en algún momento nos hemos enfrentado a los exámenes de ingreso de cualquier nivel educativo, desde secundaria hasta doctorado y en muchos casos estas fechas son para preparar ese momento de la verdad, en que el futuro se define a través de un examen.
Es cierto que cada nivel educativo tiene sus propios retos, pero la ansiedad por enfrentarse a esas preguntas que solo buscan evaluar las respuestas correctas y no al candidato es la misma. No importa la edad, la experiencia, los apoyos con que se cuenten, siempre ha de existir esa voz en la cabeza de todos los aspirante que estará susurrando: ¿estás seguro?
Para algunos pueden implementar un plan B, lo cual resta un poco de presión al proceso de selección, pero otros tendrán cerradas las oportunidades, así que el peso cae sobre sus hombros de manera dolorosa. En un sociedad con doble moral que valora tanto la academia, es importante ostentar un título, aunque al mismo tiempo los salarios sean muy pobres a cambio de tantos años de esfuerzo.
Sin embargo, espero que los chicos de secundaria o bachillerato no lean el párrafo anterior, y que se concentren en la emoción de abrir una puerta que puede implicar un futuro prometedor.
Mi primer consejo, que espero sirva de algo es estudiar para entender y no estudiar para pasar. Estudiar para pasar funciona en exámenes cortos, pero en pruebas extensas donde se busca un nivel de éxito de arriba del 70%, que contiene conocimiento de diversos campos y el cual se debe resolver en un tiempo límite, lo ideal es desarrollar estrategias de comprensión que permitan hacer eficiente el tiempo y el esfuerzo.
Regla número 1: estudien buscando el tipo de preguntas y agrupándolas en tipos de estrategias, de este modo, sin importar el cambio de datos que se presentan, será posible responder bajo el mismo algoritmo.
Regla número 2: revisen más de una guía, de modo tal que puedan tener una idea sólida del tipo de examen, el diseño de las preguntas, la secuencia del nivel de dificultad y las posibles variaciones en las preguntas.
Regla número 3: Reconozcan sus fortalezas y debilidades. No hay nadie que pueda cumplir con todas las áreas y niveles de dificultad de un examen de selección. Incluso las personas más aptas cometen errores absurdos por la ansiedad del momento, de ahí la importancia de minimizarla, resolviendo primero aquello en lo cual se es absolutamente apto, y dejando aquellas preguntas en las cuales se sienta más inseguro.
Aunque la tendencia es hacer primero lo que menos nos gusta para dejar a modo de premio aquello que es más reconfortante, en el caso de un examen, es más eficiente resolver primero aquello en lo que se está seguro y dejar al final las preguntas dudosas.
Regla número 4: comenzar a estudiar, meses antes y no un mes antes. Estudiar con tiempo implica que la aproximación al examen es mucho más relajada, en lugar de sentir que el tiempo se tiene encima. Esto puede además reducir la ansiedad.
Regla número 5: dar el justo valor al examen, no es un monstruo de 10 cabezas, es una oportunidad, con un grado de dificultad relativo, el cual es directamente proporcional al tiempo dedicado a la preparación y al entusiasmo que se imprima en el reto.
Regla número 6: el éxito depende solamente del sustentante. No hay maldiciones gitanas, ni giros del destino. No hay un examen más difícil que otro, existe el compromiso consigo mismo y el éxito o fracaso depende solo de la ejecución el día del examen.
Regla número 7: mentalizar la meta ayuda a pensar en como resolver problemas ajenos al examen. El cerebro necesita tensión para enfocarse, pero cuando no se sabe controlar, la ansiedad puede fácilmente causar muchos estragos. Lo más complicado es no saber que va a suceder, por lo que es bueno mentalizar el escenario y las posibles dificultades. Si bien es difícil evitar sueños macabros como estar en el lugar equivocado, olvidar la ficha de registro o bien descubrir que examen es de cálculo diferencial en lugar de geometría, pues ello relaja un poco la tensión, y con ello será posible esta enfocado en lo importante, lo ideal es estar preparado mentalmente. Mi mamá siempre decía: no te preocupes, ¡ocúpate!
Regla número 8: relajarse un día antes del examen y dejar de lado la tensión. Dormir tranquilo y despertar fresco es muy importante, pues no dormir antes de un examen afecta a la memoria y se cometen mayor cantidad de errores. Despertar relajado, mirarse al espejo y centrarse en la tarea, es mucho más efectivo que estudiar toda la noche previa, como si en un suspiro se pudiera aprender lo que no se comprendió en las semanas anteriores.
Finalmente, vale la pena felicitarse por el reto, y plantear la meta como una de muchas que sin duda se puede enfrentar, con los resultados que cada uno elija.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]