Certificar la incertidumbre

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

En años recientes se han establecido organismos públicos para certificar la existencia y validez de organismos privados que sirven para certificar la calidad de determinadas instituciones de educación pública. Este esfuerzo de reciprocidad para certificar que determinadas instituciones cumplen con determinados requisitos para realziar sus funciones ha derivado en un constante esfuerzo por portarse bien. Este esfuerzo, que se supone eleva los indicadoress institucionales, impacta en las actividades de los profesores y de los estudiantes de las instituciones educativas.
Ciertamente, podría afirmarse, estos esfuerzos ayudan a certificar que la incertidumbre puede reducirse cuando se siguen determinados procesos relativamente estándares, pero también se limitan los resultados posibles. No solo hacia abajo (los rendimientos insuficientes), sino también hacia arriba (los rendimientos extraordinarios). Ocupados los profesores y funcionarios en conseguir certificaciones, hacen más caótico y más recargado el tiempo de sus docentes. Ahora son más conscientes de sus comportamientos y cómo orientarlos a lograr determinadas experincias en sus estudiantes. Y ahora se pueden olvidar de generar otros aprendizajes significativos, pues los estándares les marcan los que son deseables, e incluso señalan lo que desde el certificado en delante, habrán de evitar.
Por otra parte, por más que nos esforzamos por lograr determinados estándares en la educación, sabemos que siempre habrá quien logre los mínimos y, afortunadamente, habrá quien pueda superar, con mucho, las expectativas que teníamos en estos procesos: es frecuente encontrar profesores sorprendidos de que sus estudiantes capten y exijan más de lo que ofrecen los cursos. Desafortunadamente, ningún proceso de certificación de que se cumplen determinados estándares asegura que lo que se haga en las instituciones se ajuste a lo que reza el certificado.
Es tan frecuente en las instituciones educativas que se rebasen las expectativas mínimas que podemos sospechar que estos estándares se ponen para siempre tener niveles superiores de logro. Al mismo tiempo, es tan frecuente que haya quienes no logran cumplir con las lecturas, las actividades, los productos que se señalan en los programas de estudio que las instituciones o sus funcionarios presionan para qu se reconozacan como suficientes los logros que no llegan siquiera a los mínimos.
Certificar no genera certeza ni es una verdadera garantía de que lo que dice en un papel que se cuelga en las instalaciones de las instituciones educativas se cumpla en las aulas y pasillos de éstas. Puede dar una idea de lo que se observó en determinados recorridos (a veces preparados como a la espera de la zarina Catalina, con fachadas falsas) y puede reflejar quizá lo que se declaró en algunas entrevistas o evaluaciones de retención del conocimiento. La verdad, esas certificaciones pueden lucir muy bonitas en las paredes de las oficinas de los funcionarios pero sin un espíritu de trabajo esos certificados se convierten en meros adornos superfluos. En buena cantidad de casos, el trabajo para lograr la certificación acaba por estorbar las actividades de enseñanza y aprendizaje de estudiantes y profesores. En otras palabras, en simulación y fachada.

*Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

Comentarios
  • Yo

    ¿Según san quien?

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