Categorías académicas: dilemas y conflictos

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Aun cuando en el diccionario de la academia de la lengua se traslapan las definiciones de dilema y de conflicto, podemos utilizar estos términos para referir a dos situaciones diferentes en términos de las relaciones que pueden asumir los trabajadores universitarios respecto a las categorías que ocupan o desean ocupar en sus instituciones. Para el caso del término “dilema” asumo aquí la primera acepción enlistada en el diccionario de la academia de nuestra lengua: “Situación en la que es necesario elegir entre dos opciones igualmente buenas o malas”, misma que parece coincidir en el tema de las tendencias contradictorias con la cuarta acepción de “conflicto” en el mismo diccionario, a saber:

“Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos”. De tal modo, un dilema lo utilizo aquí para referirme a una encrucijada en la que tomar uno de los caminos excluye optar por el otro. Como dice un dicho muy popular en inglés: “No puedes tener el pastel y comértelo también” (aunque quisiéramos). Por otra parte, en este breve comentario, el término “conflicto” se utiliza siguiendo la primera acepción del término en el diccionario ya mencionado: “combate, lucha, pelea” y del que se enlistan a continuación, entre otros sinónimos, “enfrentamientos, disputa, pugna”.

Quiero referir estos términos a los procesos de cambio de categoría a los que recientemente han convocado las autoridades de la universidad jalisciense que lleva el nombre de la capital del estado. Las convocatorias, lanzadas hace algunas semanas (el 13 de mayo de 2024: SEMS https://www.gaceta.udg.mx/wp-content/uploads/2024/05/Programa-Especial-de-Promocion-Para-Personal-Academico-de-Carrera-y-Tecnicos-Academicos-2024-SEMS.pdf; centros universitarios: https://www.gaceta.udg.mx/wp-content/uploads/2024/05/Programa-Especial-de-Promocion-para-Personal-Academico-de-Carrera-y-Tecnicos-Academicos-2024-CUS.pdf). La idea básica era el ascenso de una categoría dentro del escalafón universitario. En términos simples, ese escalafón consta de nueve niveles, tres por cada categoría nominal (asistente, asociado y titular, que se designan por las letras A, B y C) dentro de cada categoría. Esas categorías no se refieren a los “profesores de asignatura”, a quienes la universidad les paga por sus horas frente a grupo; en realidad se convierten en 18 posibilidades para los trabajadores académicos de tiempo fijo, pues cada una de ellas se puede dividir en lo que me permito llamar aquí “énfasis laboral”: investigación o docencia. Asistente A es la categoría más baja para un profesor de tiempo fijo, y Titular C sería la más alta. Así que, muy cerca del Día del Maestro, las autoridades universitarias tuvieron bien lanzar esta tentación a los profesores. El DILEMA de “responder a la convocatoria o no responder” se presentó únicamente a quienes tuvieran ya diez años o más con la categoría actual y desde la que deseaban ascender a la siguiente. Sólo que en la convocatoria había un “pequeño detalle” o, lo que en términos coloquiales se podría llamar “convocatoria con jirbilla”. Para ponerlo en términos más literarios, se trata de una situación de “catch 22”: CITO: una situación problemática para la cual la única solución es negada por una circunstancia inherente al problema o por una regla (…) El término también se usa, de forma más amplia, para referirse a un problema complejo o una situación absurda o sin ganancia (https://es.wikipedia.org/wiki/Trampa_22_(libro). En el libro del que proviene la expresión, durante la guerra los pilotos podían excusarse de volar si demostraban estar locos, pero si realizaban el trámite de excusarse, entonces no estarían locos; de tal modo, excusarse de volar no era posible. En el caso de la convocatoria de la U de Guadalajara, existió una “disposición complementaria” en el parágrafo 5 del apartado X: “En el caso de los académicos que cuenten con distinción vigente del S.N.I o del S.N.C.A, la función de investigador continuará durante el periodo de vigencia de dicha distinción, y el beneficio en la nueva categoría y/o nivel se emitirá como profesor docente”. Cabe destacar que, muy probablemente quienes tengan la distinción del Sistema Nacional de Investigadores habrían estado en la categoría de PROFESOR-INVESTIGADOR. De tal modo, quienes leyeron todos los detalles de la llamada a ascender de categoría (y recibir más emolumentos) tuvieron que decidir sí, como punto adicional, estarían dispuestos a cambiar un adjetivo por otro. Lo cual no es cosa menor, pues, dentro de la lógica de esa universidad, ser docente, implica dar más clases, y ser investigador implica hacer más investigación y publicar más reportes derivados de lo investigado. Según los datos de la misma institución, las remuneraciones mensuales para docentes e investigadores de la misma categoría son iguales, mientras que las horas frente a grupo varían. (https://transparencia.udg.mx/sites/default/files/v-e-sujeto-obligado/2024/Remuneraciones_Por_Puesto_2024.pdf; y también: https://secgral.udg.mx/sites/default/files/Normatividad_general/EPA%20%28Abril%202022%29.pdf). La tabla que ilustra este texto resume esas remuneraciones y horas de clase para las nueve categorías, divididas en dos columnas (lo que constituye las 18 posibilidades que mencioné arriba).
Esa tabla, que han hecho circular los profesores de la UdeG nos hace ver con mayor claridad el “pequeño detalle” al que se expusieron quienes respondieron a la convocatoria. ¿Quieres subir una categoría? Entonces te desplazaremos a la casilla de la docencia. De tal modo que, si como investigador tienes la obligación de dar cuando menos cinco horas de clase a la semana, como docente deberás impartir un mínimo de veinte, doce, diez o seis horas semanales de clase y hasta un máximo de 24, 12 u 8 horas.
Quizá porque no estamos muy acostumbrados a leer los instructivos, ni siquiera los asociados a estas convocatorias, a muchos de los aspirantes a cambiar de categoría les tomó por sorpresa y, en vez de dar cuenta del dilema que suponía responder a la convocatoria: ganar más dinero y también trabajar menos tiempo en investigación y más en docencia de las 40 horas que se pagan a un profesor de tiempo completo, acabaron por llamar “¡A robado!”. La situación ha dado lugar a diversas discusiones, propuestas y hasta protestas de parte de quienes aceptaron o no la primera disyuntiva y luego realizaron el procedimiento para ascender “de lado”. Desde mi perspectiva, los nuevos nombramientos, de quienes tenían ya al menos diez años con la categoría previa, acabarán por perjudicar la producción científica de los académicos de la universidad jalisciense; además de que servirán para que muchos profesores de asignatura se queden sin oportunidad de dar clase. Normalmente, son los jóvenes o los profesionales con otro trabajo fuera de la universidad, quienes imparten esos cursos. Lo que no significa que tengan poca experiencia en sus asignaturas en comparación con quienes se dedican a la academia de tiempo fijo.
La discusión respecto a las categorías universitarias de los trabajadores académicos en la educación superior no es privativa de la universidad jalisciense, ni siquiera de las universidades mexicanas. Esta discusión, que en inglés se expresa con la metáfora de un “carril” o “vía” para conseguir la titularidad (tenure track: https://academicpositions.com/career-advice/what-is-tenure#:~:text=The%20tenure%20track%20is%20the,is%20increasingly%20being%20adopted%20globally.), remite a los problemas no sólo de titularidad, sino también a los de seguridad en el trabajo, al reconocimiento de la antigüedad y de los méritos asociados a los grados académicos. Además, esa parte de las remuneraciones de los académicos sí forman parte del cálculo de los montos de su jubilación, a diferencia de los montos asociados a las becas del Sistema Nacional de Investigadores y los montos de los “estímulos a la carrera docente”, que se agotan al iniciar la jubilación. A menos que el SNI o la universidad asignen a determinados profesores el nombramiento adicional de “eméritos”.
De tal modo que el dilema para los académicos de aceptar o no los términos de las convocatorias no es privativo de nuestro país. Los académicos en las instituciones académicas de los otros dos países de Norteamérica se enfrentan al dilema de aceptar pronto un trabajo que no esté asociado a un “tener track” pero que les dé de comer; o de seguir su preparación y su búsqueda para aspirar a un puesto asociado a una eventual titularidad. En las universidades de nuestros vecinos suele hacerse explícito si se trata de una vía que puede llevar a la titularidad; a diferencia de lo que sucede en nuestro país: muchos profesores de asignatura e incluso de los niveles más bajos del escalafón optan por no llegar a la titularidad (“tenure”-tenencia, posesión, plaza fija).
Esta situación, que en un principio fue un dilema, pinta para convertirse en un conflicto. Aunque el ámbito en el cual se convertirá en más encarnizado está todavía por verse: ¿entre académicos y sus sindicatos por no haber defendido los intereses de sus representados?, ¿entre académicos e instituciones, por lanzar convocatorias con esos “pequeños detalles” que benefician y a la vez perjudican?, o ¿entre las burocracias de las instituciones de educación superior y los sindicatos que deberían mediar el conflicto entre los trabajadores de las instituciones y no “vender” a sus “representados”?
Es sintomático que estas convocatorias no estén abiertas constantemente para quienes logren los méritos. Ya desde la condición de que deben haber tenido determinada categoría “al menos diez años”, podemos darnos cuenta de que no hay una flexibilidad para que, incluso con un requisito temporal, puedan acceder quienes logren ése y otros requisitos. Así como cada semestre ingresan estudiantes a las preparatorias, a las licenciaturas o a los posgrados, los académicos podrían también cubrir nuevos requisitos en determinados semestres. ¿Por qué hacer esperar a todos, en masa, para acceder a una convocatoria, si cada uno de ellos ha logrado culminar sus estudios, investigaciones, grados y otras calificaciones en determinados momentos?
Por otra parte, si ya durante los últimos semestres de las licenciaturas los estudiantes se enfrentan al dilema de trabajar en su proceso de titulación o al de trabajar para ganar dinero, el de asistir a clase o asistir a sus prácticas y servicio social, dedicar tiempo a sus familias o al trabajo o a la titulación, es de esperar que los profesores que dediquen más tiempo a la docencia se verán con las manos demasiado ocupadas para seguir dedicando tiempo a la investigación en laboratorios, campos, instituciones, bibliotecas y cursos de actualización. Predigo que de estos dilemas pronto se derivarán algunos conflictos y deseo que estos no impliquen enfrentamientos entre los docentes que pudieron o quisieron acceder a estos cambios de categoría y quienes han preferido esperar a que las convocatorias sean más abiertas y no incluyan pequeños detalles como la jiribilla o trampa de un contradictorio “catch 22”. Por lo pronto, me entero que algunos académicos irán a recibir su nuevo nombramiento de manos del rector general de la Universidad de Guadalajara y aprovecharán para decirle que no están de acuerdo con un procedimiento al que accedieron al iniciar el procedimiento. Un académico (del que no daré el nombre) expresó así ese dilema al que respondieron los académicos que realizaron el proceso para recategorización: “manifestarse, en este marco, constituye una denegación en sentido freudiano. Negar lo que antes se ha afirmado (…) las protestas o manifestaciones, EN ESTE CONTEXTO, son un reconocimiento amargo de una derrota”. Ciertamente, la lógica burocrática de las llamadas a recategorización después de lustros o décadas, en vez de dentro de la lógica de los ciclos escolares-académicos deriva en este tipo de consecuencias perversas.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]

Comentarios
  • Ricardo Romo

    Estimado Rodolfo, excelente reflexión del momento y coyuntura udegistas. Seria interesante articularla con los aportes de Misael Gradilla, en particular con el capítulo VII Origen y desarrollo del conflicto (1989=1991) de su libro Los juegos del poder y el saber. Los marcadores musicales colicados por él son únicos.

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