Candil de la calle y oscuridad de su casa, lo público y lo privado en educación
Jaime Navarro Saras*
Hay un debate interminable (y hasta ocioso por la realidad actual de las cosas) acerca de qué son mejores: las escuelas públicas o las privadas. Las primeras eran un modelo digno para la población en general hasta principios de los años 80 y las segundas eran letra olvidada (por las políticas laicas de entonces) para la mayoría de la población y por su liga estrecha con la Iglesia y las agrupaciones de características contrarias a lo popular.
A partir de los 90 y, sobre todo en lo que va del siglo XXI, las clases pudientes y uno que otro con aspiraciones de serlo optaron por relegar a la escuela pública de sus planes educativos para sus hijos, estas escuelas se caracterizaron por incorporar carga horaria extra y contenidos relacionados con la enseñanza del inglés, el uso de nuevas tecnologías y actividades diversas como el deporte, la cultura y la recreación. Las escuelas públicas, en cambio, no fueron adaptadas a los nuevos tiempos, las amurallaron y generaron prácticas endogámicas centradas en la rigidez, el tradicionalismo, la reproducción de esquemas y el control político de la educación.
Con el paso de los años la mayoría de escuelas públicas no sufrieron renovación alguna, ni el mobiliario, ni los pisos y, cuando mucho, el enjarre (por aquello del salitre propio de esta región) y la pintura original. Tal es el estado que guardan muchas de ellas que es más barato derrumbarlas y volverlas a construir que repararlas, desgraciadamente corrieron la misma suerte de esas casas, departamentos y cuartos que se rentan y donde el dueño no le invierte un solo peso (y menos a cuenta de renta) por la avaricia y, porque finalmente él no vive allí, sucede entonces (cuando le va bien al inmueble) que un buen inquilino paga de su bolsa alguna reparación, renovación de pintura o remodelación básica para mejorar su calidad de vida.
La Secretaría de Educación Pública y la de Jalisco tienen dos reglas, la que le imponen a las escuelas públicas y la que reciben las escuelas privadas, éstas últimas (al margen de los requisitos a cumplir ante la SEP-SEJ) generan sus propias dinámicas, acuerdos y generación de cultura con la complacencia de la autoridad pero, a cambio de becas y una que otra prebenda para sí, los amigos y familiares.
Es por demás decir que la educación privada, al igual que la atención médica no gubernamental tienen mayor reconocimiento y aceptación en la población que las escuelas y hospitales de gobierno, la diferencia aparte de los costos elevados para la población general (comentan los usuarios) está en la atención y el estado que guardan las instalaciones.
Hay tantas y tantas cosas que la escuela pública carece en relación a la escuela privada, y no tanto por falta de talento y esfuerzo de maestros y alumnos, sino por los descuidos a la política educativa que los últimos seis gobiernos federales de corte neoliberal le impusieron al país.
En la actualidad a la escuela privada se le permiten bastantes libertades que no tiene ni cerca la escuela pública, asuntos como las actividades fuera de las escuelas (condicionadas y casi prohibidas para éstas por si llegase a ocurrir algún accidente) y (principalmente) los intercambios con instituciones locales, nacionales e internacionales. Todos los años es interminable la lista de estudiantes de educación secundaria y bachillerato que viajan al extranjero a aprender o perfeccionar una segunda lengua y convivir en contextos diversos a lo que están acostumbrados, obviamente con recursos propios o, con el apoyo institucional y el esfuerzo de los padres para generan actividades como rifas, fiestas y cosas por el estilo para recabar dinero, en esa residencia cursan un semestre o un año completo sin perder el ciclo escolar que se ausentó de la escuela.
El papel de los padres de familia es algo que la escuela privada tiene como su gran capital, la participación de las familias va más allá de las juntas para la entrega de calificaciones, cosa que ni eso ocurre en la escuela pública por diversas razones, principalmente las de orden económica, hay escuelas a las cuales los padres solo se presentan el día que los inscriben y nunca más.
Ojalá y las autoridades educativas invirtieran la mitad de los recursos que gastan las escuelas privadas y cumplieran con las exigencias que les piden a éstas para su funcionamiento, si así fuera, otra cosa sucedería en las escuelas públicas, principalmente con los aprendizajes de los estudiantes y la dinámica y movilidad del magisterio, la realidad nos dice otra cosa y a eso nos hemos acostumbrado a pesar de lo bonita que nos presentan la reforma educativa de papel y el mundo hollywoodense que han hecho de ello.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]
Colega Jaime, la privatización de la educación, como bien dices, inició desde los 90. Cada sexenio avanza más. No se ve en el futuro algo que contenga esta tendencia estatal: abandono de su responsabilidad de formar a los futuros ciudadanos. La dejó en manos del mercado ¿Qué hacer ante gobiernos como los de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Nieto? Es algo que debemos resolver, a más tardar, en 2018.
En efecto estimado Luis, 2018 es vital para el rumbo del país y de la educación en especial, saludos y gracias por tomarte tiempo para leernos y opinar que tanto hace falta.
Al final del día y de acuerdo a estándares internacionales la calidad de aprendizajes entre la privada y la pública son equivalentes en las evaluaciones de PISA lo que no les quita que en ese comparativo entre países ambas sean escuelas mexicanas sean mediocres. Sin embargo en el rancho grande la de paga da más caché y efectivamente pueden acceder los hij@s a otras relaciones. Eso dicen. No lo sé porque nacos hay en todos los deciles de ingreso.
Ése (el de las evaluaciones) es otro tema pendiente a revisar y por supuesto que la naquez nos agobia en todos los campos donde los opulentos herederos del poder y la riqueza creen que eso es suficiente para existir.