Business is business

 In Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

Buena parte de las relaciones entre individuos e instituciones pueden considerarse transaccionales. “Tit for tat”, “quid pro quo”, “dando y dando, pajarito volando”, “no hay desayuno gratuito”, “amor con amor se paga”, “costo-beneficio”. Como se anunciaba hace algunos años, un negocio que dejó de serlo por efecto de la información en línea que sustituyó a la impresa en papel, se trata de intercambios que conllevan “tiempo, dinero y esfuerzo”. Me das y te doy. A veces es algo muy primitivo o muy directo: “me das sexo y te doy sexo”, “me das dinero y te doy sexo”, “me das tiempo y te esfuerzas y te daré dinero”, “te doy tiempo y además recibes terapia a cambio de tu dinero, tu tiempo y tu esfuerzo”.

Así, los productos y servicios que recibimos o que ofrecemos se calculan con base en la lógica que Marx señaló respecto al valor y el precio. Como solemos cuantificar muchos de estos intercambios en términos de su precio en determinadas divisas, podemos luego juzgar si nos dieron poco valor a cambio de un precio justo, elevado o reducido. En la llamada “guerra de aranceles” desatada por el 47º presidente de Estados Unidos en una fecha que él llamó “de la liberación” y que muchos conocen como “de la ruina”, hemos visto cómo un empresario que (supondríamos) tiene alguna idea de las reglas de los intercambios comerciales ha embestido con aliados y rivales por igual. En una escena nunca antes vista, se presentó detrás del atril presidencial con una tabla en la que, a partir de algunos índices de déficit comercial de Estados Unidos, anunció el porcentaje de aranceles que aplicaría a las importaciones provenientes de cada país del planeta. Como hemos visto y oído de su propia boca, la noción que tienen Trump, sus seguidores y sus secuaces en política de los aranceles es que los pagarán los países de origen de esos productos, y no los consumidores de esos productos ya importados. Las consecuencias de ese supuesto “negociazo” han sido la caída de los valores bursátiles en el mundo, inflación, pánico y reacciones airadas de algunos seguidores en su papel de consumidores, que se han convertido en protestas públicas en decenas de ciudades.

Una de las consecuencias esperadas por el 47º era que los gobernantes de esos países “arancelados” estarían a sus pies dispuestos a negociar. En especial, China, país con cuyo gobierno, declaró, estaba ya en negociaciones, lo que fue negado casi de inmediato por diversas fuentes chinas. Otra consecuencia ha sido que sus antiguos socios comerciales han comenzado a comerciar con compradores y vendedores alternativos. Algunos han señalado que la medida, que “debería” atraer de regreso a las compañías estadounidenses para producir en su suelo patrio para re-industralizar a ese país, es que las compañías han sacado sus fábricas y continuado sus negocios desde una lógica global. Desde FOX y su esfuerzo propagandístico a favor de las ideas trumpianas, han afirmado que el hecho de que haya menos tráfico comercial en los puertos estadounidenses es muestra de que los chinos están preocupados porque han dejado de vender a los consumidores estadounidenses y que los “globalistas” están equivocados en sus estrategias.

Es verdad que el capitalismo, desde el proceso de acumulación originaria y en su actual versión, se ha basado, en buena parte, en el despojo, en el exterminio, en la represión, en la explotación y en la realización de negocios a costa de altos precios para consumidores y productores carentes de opciones. En ocasiones, el “negocio” consiste en seguir vivos en condiciones precarias. En otras, el costo en vidas para las poblaciones ha sido lo que ha motivado a “aceptar” las condiciones del intercambio. Las fortunas de personajes como Trump y Musk ciertamente no han sido resultado de intercambios justos, sino de explotación iniciada por sus ancestros. En algunos otros, como la fortuna de los Kennedy, quienes solían asociarse con el Partido Demócrata y ahora (al menos uno) se ha volcado a las filas del Partido Republicano, sus recursos financieros y materiales han estado ligados a comercios ilegales (como los realizados durante la llamada “Prohibición” hace cerca de un siglo en EUA).

Hay algunos negocios descarados en los que quienes intercambian obtienen pingües ganancias, pero quienes pagan los costos son las poblaciones gobernadas por quienes administran los recursos que, se dice, pertenecen “al pueblo”. Y en el nombre del pueblo realizan obras y adquisiciones que resultan negociazos para los políticos y los empresarios, pero cuyos costos son pagados por los contribuyentes y por los trabajadores directos. Tales han sido los “rescates” de las industrias o las compañías nacionales. Así, tras los rescates de la industria automotriz estadounidense, la pérdida de posiciones y porciones del mercado internacional no se resolverá con aranceles a productos y materiales provenientes de fuera de Estados Unidos. Los aranceles tienen un efecto búmerang (https://www.threads.com/@dbom/post/DJgI_aTCeWv?xmt=AQF0utRH7FjaZvzXUepUS8b7nyM2OHTvaa1CsrJpTRQXXg) y las marcas de coches originalmente estadounidenses han disminuido notablemente sus ventas (https://youtu.be/aR4rdzKM8WQ?si=FQkGbynnEp0rSWMa).

Los negocios han servido para distraernos de algunos otros asuntos en el mundo. Así, mientras India y Pakistán entran en guerra, Trump hace planes para el mundial de futbol 2026 con sus exaliados comerciales México y Canadá (https://youtu.be/kuYDDLYmioY?si=5ihioJrwmVe4jtru). Y el mismo 47º acepta un “regalo” de parte del gobierno qatarí consistente en un avión al que habrán de hacerle adecuaciones para convertirlo en parte de la flota de aviones presidenciales. De tal forma, el avión “de regalo” es un soborno a Trump (https://youtu.be/UOJN8xEkIWU?si=alGJzwvCjEPgEZca) quien es el único que está haciendo el negocio que costará a la población que él gobierna. Situación que nos hace recordar la adquisición de otro avión en nuestro país, que fue negocio para algunos, pero para la población se convirtió en debate y derivó en una rifa fracasada que acabó en venta (“tostoneada”, en término popular) de un avión en México.

Para algunos, los negocios constituyen promesas cumplidas: “We are gonna be very rich!”, afirma Trump; mientras que para otros representan la ruina de sus negocios. Incluso en instituciones tan sagradas como las iglesias, el lema de “business is business” sigue vigente, como señala el sacerdote Adam Kotas cuando habla del precio de los sacramentos (https://vm.tiktok.com/ZShA6bbTw/). Lo vemos también en algunas instituciones educativas, en donde el precio cobrado no corresponde con la calidad de los cursos y los aprendizajes, pero que suele estar asociado con el prestigio (o desprestigio) de la escuela que cobra esas colegiaturas. Hay algunos negocios que pueden resultar bastante sospechosos de beneficiar sólo a quienes los proponen, a costa de otros, como el propuesto por Trump recientemente tras ver una película sobre la prisión de Alcatraz, que actualmente es un museo frente a la ciudad de San Francisco, California. Hay otros negocios que resultan “redondos” para los negociadores, como el que propone Bukele a Maduro: hacer un intercambio de presos entre sus gobiernos (https://www.facebook.com/share/p/1ADYzxv64s/), o dar cabida a las personas deportadas desde Estados Unidos a cambio de unos cuantos dolarucos para financiar las prisiones ya construidas y las que están por construirse en El Salvador.

En todo caso, cabe cavilar cómo la admonición de Max Weber de que sólo los políticos que ya son ricos podrían vivir “para la política”, en vez de hacerlo “de la política”, en realidad no se ha correspondido con la realidad de nuestros tiempos. La lección histórica que podemos derivar es que casi la totalidad de los políticos están dispuestos a seguir negociando para tener ganancias personales, sin importar que sus instituciones, gobiernos y poblaciones acaben por pagar el pato.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]

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