Burocracia
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Cuando leí que Max Weber (1864-1920) escribía sobre la burocracia como una forma de racionalidad, me costó trabajo entender la afirmación. En general, lidiar con la burocracia implica tratar con una jerarquía de funcionarios y no significa necesariamente tratar con las personas que producen lo que está detrás de la producción del papeleo que sirve de trámite para acceder a los bienes o servicios que administra “racionalmente” la burocracia. Así, es frecuente que para acceder a servicios de salud, de educación, pagar impuestos, pagar servicios o productos, tengamos que pasar primero por una burocracia que administra el bien al que deseamos acceder. Para llegar a ser atendidos por especialistas o generalistas en medicina, es frecuente que debamos tramitar una inscripción a un sistema. Lo mismo para acceder a determinados ámbitos educativos. En esos y en otros contextos, la burocracia establecerá como requisito la entrega de determinados documento y el registro de determinadas medidas biológicas. Por lo cual, además de que nos pedirán que mostremos nuestras huellas, que registrarán con tinta o con aparatos luminosos, nos solicitarán pruebas de que nacimos, de que contamos con determinadas claves, credenciales, otros registros, números de afiliación, documentos de nacionalidad y hasta de nuestros ancestros.
La racionalidad burocrática puede llegar a tal grado que se paralizan los intercambios si no llega una autorización, si no se introduce una determinada clave emitida por otra burocracia en otro tiempo y lugar o si no se cuenta con documentos entregados por otro conjunto de burócratas para ser llevado a otro conjunto de administradores racionales.
Como muestra este video, ya añoso, a veces quisiéramos vencer a las burocracias mostrando que hemos anticipado todos los requisitos que se les ocurrirá exigir a unas personas sentadas detrás de una ventanilla o un escritorio y armadas con los sellos de tinta que certifican que es posible pasar a la siguiente ventanilla o escritorio: (https://youtu.be/lPFChTmlzCg?si=qKudZAAwA4WQsUBp). Como hemos experimentado en algunas instituciones, a veces quien requiere un servicio o un bien tiene que ir a pedir un documento en una oficina que se ubica en el mismo espacio al que se ha de entregar ese documento. Como si los burócratas de esas oficinas no pudieran compartir esa información entre ellos, celosos de su porción de racionalidad. Sobre todo en esta época en que existen los “bancos de datos” con información a la que pueden acceder los burócratas de una misma institución o de instituciones diversas que tienen un convenio para compartir información. No obstante, la burocracia hará que los aspirantes a recibir ese bien o servicio tramite determinados documentos para que salgan por una ventanilla y luego entren nuevamente por otra, acompañando a otros documentos más.
Hay narraciones clásicas de los avatares de la burocracia, como “El castillo” de Franz Kafka (1883-1924) en donde aparecen personajes que atraviesan dificultades que todavía hoy, en el siglo XXI, nos parecen tan actuales como cuando el autor bohemio las describió. Hay países y burocracias dignas de las peores pesadillas de quienes deben solicitar algo, lo que sea. Las burocracias rusa, francesa, italiana suelen ser bastante infames entre quienes han tenido que realizar algún trámite en los países en que campean. En un artículo reciente (Barkov S. A., Markeeva A. V., Gavrilenko O.V. Innovation bureaucracy in the higher education management/RUDN Journal of Sociology. 2024. Vol. 24) los autores señalan que sería deseable que la educación fuera administrada desde una lógica académica y no desde la lógica de una “burocracia innovadora” que reforma sus trámites y solicita determinados documentos a los usuarios para dar acceso a servicios educativos, bajo una “lógica” que remite a la racionalidad de la burocracia, más que a las necesidades de la institución que dicen administrar para hacerla más “eficiente”. Estos autores plantean que administrar bajo una lógica “post-industrial” en el sistema de educación superior sería más fructífero que la aproximación burocrática.
La burocracia suele considerarse un elemento asociado de los procesos educativos. Donde hay escuelas, hay papeleos y hay que lidiar con burocracias, pagos, conseguir documentos para inscribirse o para egresar de determinados niveles. Y el dinero que se recaba no va sólo a pagar a los que enseñan o investigan, sino también a quienes redactan normas, distribuyen limitaciones, especifican construcciones, vigilan, sancionan o certifican. Las burocracias suelen estar ahí para dar fe de que se entregaron los comprobantes para ingresar y de que se cumplieron los requisitos, documentales y no, para poder obtener el siguiente grado o posgrado. Un elemento indispensable a considerar en la educación es cómo la burocracia incide en la administración de los recursos humanos y materiales. En este otro video se menciona varias veces la cantidad de papeleo que hay que realizar para vivir en determinados países que acaban convirtiéndose en una pesadilla. Aparte del ruido, los olores, la cultura, lidiar con las burocracias es un elemento a considerar. Ya no sólo en los ámbitos escolares, sino en general, lo que hace aun más terrorífico pensar en trasladarse a otros espacios: (https://youtu.be/uJ0snu-CJk8?si=odHaOUwY_u23a1Q3).
Los demás servicios que presta el Estado suelen ajustarse a una lógica burocrática. Muestra y demuestra. Y eso genera toda una clase de especialistas en la burocracia. Que llevan un papel de un lugar a otro o se aseguran de que quienes recibirán los bienes y servicios lleven los papeles de aquí para allá.
Mientras que, por una parte, la burocracia suele asociarse a una lógica de “pleno empleo” que implica tener una burocracia obesa para atender los asuntos e incluir la posibilidad de dar puestos a los cuates y parientes, lo que es frecuente en los ámbitos escolares. No siempre van a sus puestos de trabajo y si van no necesariamente saben y si saben no garantiza que quieran resolver el asunto.
Por otra parte, la burocracia suele asociarse a la generación y redacción de normas que suelen reflejar una resistencia al cambio y, en muchos casos, al uso de tecnologías. Aunque hay otras burocracias prontas a cambiar los requisitos, así que de una semana a la siguiente los documentos ya no tienen validez, por sus fechas o por sus redacciones. Lo hemos visto en la universidad de Jalisco: si el documento no tiene la redacción del verbo en el modo y tiempo que define la burocracia, entonces la acción no es la que se requiere para cubrir la normativa. En todo caso, es frecuente que los usuarios se quejen de que no pueden acceder a un servicio (o a algún curso o reunión académica) debido a una burocracia que exige documentos o pagos que se exceden de las posibilidades de quienes desean aprovechar determinadas oportunidades educativas.
Se sabe de burocracias escolares y de otros ámbitos que se especializan en inventar tácticas dilatorias. Así, se aseguran de no resolver pronto los problemas, para no malacostumbrar a las respuestas prontas. Lo vemos en la tramitación de pasaportes y visas, credenciales, constancias, certificados, títulos. No importa que sea tecnológicamente posible, la jerarquía, las autorizaciones y las supervisiones necesarias retrasarán la expedición de documentos. Lo que deriva en que haya quien los falsifique, con o sin ayuda de algunos burócratas que en ello llevarán ganancias; o con o sin la conciencia o a sabiendas de los funcionarios superiores de que existen grupos que agilizan los trámites y las expediciones.
Es muy frecuente que, por ende, para asegurar la legitimidad y la legalidad de los procesos, las burocracias sean vigiladas por otras burocracias: por ejemplo, lo que solicitan las escuelas locales es supervisado por los otros requisitos que revisan y solicitan otras burocracias en los niveles superiores del sistema estatal, federal (o quizá hasta de un supuesto nivel interplanetario). Las “apostillas” fueron, por mucho tiempo, una de esas formas en que las burocracias educativas de un país eran certificadas por un sistema notarial externo al sistema educativo, para mostrar a una autoridad burocrática de otro sistema educativo en otro país con burocracias distintas, que los títulos eran válidos y no habían sido falsificados y que las instituciones que los expedían eran realmente existentes.
De la burocracia sabemos que hay prácticas, teorías, documentos, normativas, estudios, propuestas de mejora, propuestas para conservar lo que hacen, propuestas para que desaparezcan los trámites. Y siempre resulta “fácil” comprender para quienes laboran o estudian sus procesos, a la vez que “complejas” por la cantidad de revisiones y contra-pruebas que se exigen a los usuarios. Hay auditorías, certificaciones y actualizaciones que pueden cambiar del momento en que los interesados preguntan en una ventanilla al momento en que deben entregar con otros funcionarios en otra ventanilla aledaña. ¿A quién no le ha pasado que le digan que “su expediente no cumple los requisitos” tras haber recopilado todos los documentos que se estipulan en una lista que se recibió en la ventanilla A y que en la B ya es obsoleta?
A pesar de sus horarios estrictos, los calendarios de la burocracia no dan ni reconocen vacaciones para muchos de los usuarios. Así que, a veces. Es la lógica o el acomodo de los documentos, o las fechas y horas exactas. Por lo cual, los trámites se prestan para corrupción y para pagos adicionales: “como ustedes, simples mortales, no saben cómo se hace esto, yo les puedo facilitar que se resuelva el asunto con un pequeño incentivo”, suele aparecer alguna personas más espabilada que aquellas para quienes realiza diligencias y para quienes recopila documentos que contiene información críptica, claves y números que sólo sirven para esos trámites y que rara vez alguien puede aprender de memoria. Si no sabemos ni dónde dejamos el documento, menos podremos recordar ni para qué podría servir. Como bien se ve, es la burocracia uno de los contextos en que más se aplica el dicho de “quien pone el juego pone la trampa”. Trampas que pueden implicar largas esperas o enormes costos en conseguir copias “certificadas” por otras burocracias para realizar el trámite de certificar las constancias de que existen determinados trámites en proceso.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]
Me agrado el análisis de la burocracia que realizas,más yo también considero que esa burocracia se engrosa, a causa de la falta de preparación de la ciudadanía en lo general (no dudo que algunos si están preparados, pero son los menos), porque sólo así se pueden llenar los requisitos que señalan las normativas, que se requieren para cada trámite y hay mucho más que no saben siquiera, lo básico para efectuar dichos trámites. Te lo digo cómo burócrata por más de 30 años, te topas con cada incapaz mentalmente, cómo no lo imaginas.