Autonomía escolar y gestión de recursos

 en Carlos Arturo

Carlos Arturo Espadas Interián*

En el Acuerdo 717 publicado en el DOF se reitera el carácter de la autonomía escolar para todas las escuelas de básica en México, sin embargo, la autonomía para este nivel dista mucho de otras formas de entenderla desde otros niveles y ámbitos educativos.
La autonomía escolar tiene que ver con espacios acotados que delimitan el actuar de los actores de una institución escolar con respecto a las gestiones que pudieran realizarse. De entrada, y eso está muy bien, se encuentra delimitado por la razón de ser de cada nivel educativo, previsto para la formación de ciudadanos dentro del SEN.
Cuando se trata del cumplimiento de requisitos, condiciones y exigencias del mismo sistema educativo, se tiene una contradicción fundamental: los recursos que llegan a las escuelas no son suficientes para la operación, aunque se quiera delimitar esta a lo mínimo. La contradicción radica en el hecho que el estado no otorga los recursos para cumplir con las “exigencias”.
En estos casos únicamente quedaría a las escuelas solicitar a quién no le da, pero le exige, es por ello que muchos aspectos se pasan por alto en las escuelas de educación básica en México. Antes de continuar, es necesario aclarar que este juego lleva décadas y es un problema añejo.
A la par de los incumplimientos presupuestales para el funcionamiento óptimo —que no mínimo— de un centro escolar, se han dispuesto dos posibles formas de financiar y cubrir las carencias. El primero tiene que ver con la participación social, donde los padres de familia, organizados por marco normativo, ven por las mejoras del centro escolar.
Conocidos por todos son los aportes de los padres de familia para ayudar, a que la infraestructura de los centros escolares no se venga abajo. Participan limpiando en aquellos centros donde no se tiene el personal de intendencia e incluso hacen labores de “guardias” que realmente son de vigilancia y servicios viales ante la imposibilidad del estado de proporcionar seguridad pública y vial a las escuelas.
El segundo tiene que ver con una de las dimensiones de la gestión escolar, la: comunitaria. Aquí se podría pensar en el desarrollo de los proyectos que beneficien a las escuelas y a la comunidad inmediata, incluido el entorno directo de los estudiantes que acuden a ese centro escolar, sin embargo, la mentalidad empresarial de nuestro país dista mucho de aquella donde se aportan recursos en beneficio de la sociedad y cuando se hace, resultan cantidades ínfimas y si no, con el objetivo de deducir impuestos.
Aquí es donde entra la educación y el profesorado, se debe trabajar en aspectos concretos para la formación de la ciudadanía por medio de un pensamiento crítico y reflexivo que vaya más allá de las declaraciones en papal para concretarse en la formación de cada estudiante de nuestro país para poder, de entrada, visualizar las situaciones problémicas y causales que imposibilitan al día de hoy, la mejora real en nuestras escuelas, caso contrario, los y las Directoras de las escuelas de básica en nuestro país, tendrán que realizar gestiones en entornos completamente adversos.

*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. cespadas1812@gmail.com

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