Autoimagen y autoengaño
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Peter Bieri, en su libro ¿Cómo queremos vivir? (Wie wollen wir leben? Residenz, Salzburgo, 2011) plantea que la imagen que tenemos de nosotros mismos tiende a llevarnos al autoengaño. Señala que queremos ser alguien que piensa, desea y siente determinadas cosas, pero que en realidad no siempre es así. El ejemplo que plantea Bieri refiere que, en algunos casos, quienes dicen no ser racistas acaban por mostrar pensamientos, deseos o sentimientos que traicionan sus inclinaciones racistas. Es la mirada de los otros la que puede resultar una forma de corrección que nos impida caer en el autoengaño y permanecer autoengañados, añade este autor suizo.
En las relaciones interpersonales solemos caer en el autoengaño cuando creemos ser, o pensar o desear determinadas cosas que no logramos concretar en la vida real. Nos creemos buenos y pacientes. O inteligentes y analíticos, cuando en la visión de los otros realizamos acciones o expresamos deseos, pensamientos o sentimientos que no remiten a esas virtudes con las que tendemos a autoengañarnos.
En el ámbito de la educación a veces nos creemos los mejores docentes o profesionales de nuestra especialidad, cuando en realidad, si consultáramos la mirada de nuestros colegas o estudiantes quizá no somos tan buenos como nos creemos, a pesar de que deseemos conservar la autocrítica y la modestia. En algunas ocasiones nos autoengañamos de cuán buena ha sido determinada sesión de clase, cuando quizá los alumnos tengan todavía tantas preguntas que su juicio de las ocasiones en que nos sentimos realizados no coincida con nuestros deseos y sentimientos.
De tal modo que, aun cuando por una parte existen algunos colegas o estudiantes que tienden a devaluar nuestros méritos docentes por algunas otras características personales o familiares, también existen las visiones de quienes tienden a centrar nuestra imagen en un justo medio: no somos tan buenos como creemos ser, pero tampoco tan malos como algunos quisieran que creyéramos.
A veces, a los estudiantes les sucede eso con las tareas y otros productos de su trabajo escolar: creen haber entregado el mejor trabajo con poco esfuerzo, cuando en realidad se logra entrever que pudieron realizar algo mejor si no hubieran caído en el autoengaño de que sus logros requerían de esfuerzos mínimos. Así como creemos haber engañado a los demás con un desempeño o trabajo realizado que no es más que producto del autoengaño, hay quien logra juzgar con mejores parámetros, en especial con base en su comprensión en las sesiones de clase, que no siempre somos tan explícitos ni tan geniales, ni tan pacientes ni tan claros como deseamos o sentimos.
¿En qué medida y con qué estrategias podemos contrastar nuestro desempeño como profesionales y como docentes? ¿Bastan los criterios “objetivos” que suelen establecer las instituciones para hacer comparables las evaluaciones de una institución a otra? ¿Podría ayudar el consultar con los demás colegas y nuestros propios estudiantes qué tanto lo que creemos que apoyamos es realmente un apoyo para el aprendizaje? Probablemente sería una ayuda para no caer en el autoengaño de los criterios objetivos ni en el de la autoimagen del docente que todo lo sabe y todo lo explica de maravilla.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]