Atribución de causalidad
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Hace algunos años, un político confesó haber sido el autor intelectual del asesinato de otro político de mayor rango, con la “justificación” de que no lo dejaba avanzar en su carrera. Cuando se descubrió su participación en el crimen, su carrera ya no avanzó más y se esfumó en los años de condena que debió pagar en la cárcel. Se sabe de casos en que algunos que reclaman a los demás que no los desprestigien, siendo que para ese tipo de cosas cada uno suele pintarse solo y por lo general no se necesita ayuda para ganar su propio desprestigio, en contraste de la mucha colaboración necesaria para labrarse un prestigio.
En nuestra vida diaria es frecuente que interpretemos los comportamientos de los demás. Algunas veces los interpretamos como bondadosos, aunque desafortunadamente parecería (interpreto) que es más frecuente que interpretamos las acciones ajenas como mal intencionadas. Aunque sólo se trate de que la gente hace lo que hace sin intención de dañar a conocidos ni desconocidos. Un poco como aquel chiste (que cuentan algunos que es historia real) en el que se encuentran dos personas que años antes habían formado una pareja amorosa. Una de ellas le pregunta a la otra: “¿y cómo te ha ido en estos años en que no nos habíamos visto?”. “Muy bien!, contesta la otra entusiasmada y radiante. Soy muy feliz”, ante lo que reacciona la primera: “Claro. Lo haces a propósito, para mortificarme”.
En algunas ocasiones, dentro y fuera de los entornos escolares, quienes forman parte de las instituciones se enojan con sus compañeros de trabajo o sus superiores al atribuirles determinadas intenciones o acciones que nada tienen que ver con lo que esas mismas personas declaran acerca de su comportamiento. Sus acciones están orientadas por determinadas intenciones que pueden estar muy alejadas de las que les atribuyen los supuestamente ofendidos o agredidos por ellas. Mientras que unos son como el viejito que maneja precavido y lento haciendo que todos los automovilistas que van detrás disminuyan su velocidad, sin hacer más que conducir a su ritmo, hay otros que interpretan que el viejito maneja así adrede, para que todo mundo llegue tarde a su trabajo, angustiar, desesperar y hacer enojar y estresarse a todos los que van detrás. En especial, declaran algunos, “lo hace contra mí”.
Esta atribución de causalidad la ilustra Quino, el autor de Mafalda, cuando su personaje Guille se queja de que el calor es culpa del gobierno. Mafalda le explica que es culpa del verano y comenta que su hermano Guille es tan joven que todavía no sabe distribuir las culpas. Así pasa con frecuencia en los ámbitos escolares, cuando los docentes o los estudiantes atribuyen intenciones e interpretan determinadas acciones como diseñadas para ir en contra de ellos. Sucede con más frecuencia de la que quisiéramos, dado que todos los días interpretamos lo que hacen los demás y las otras personas interpretan lo que nosotros hacemos, que se atribuyan intenciones malignas o perversas a las acciones ajenas, cuando en realidad la gente sólo hace lo que hace y “estorba” a los demás sin darse cuenta, sin quererlo y, a veces, hasta con la intención de quitarse del camino.
Las calificaciones al final de los cursos, o en los exámenes, han sido durante mucho tiempo una arena de conflictos. Algunos alumnos suelen decir, como quien se queja de ser desprestigiado por otros: “el profesor me reprobó”, cuando en realidad han sido esos mismos estudiantes quienes no asistieron al curso, no demostraron haber aprendido con los productos acordados o con la calidad estipulada desde el inicio del curso. Habría que hacer explícitas nuestras interpretaciones y contrastarlas con las declaraciones y las intenciones explícitas de quienes realizan determinadas acciones.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]
Totalmente de acuerdo! Pero en realidad creo que la actitud de los estudiantes al final se debe a que no quisieron o no pudieron cumplir con los objetivos y acciones requeridas en el curso. Al final pueden usar como pretexto “no entendí”, “no me explicó”, y es muy fácil hacer este recurso de atribuir al otro la culpa. Lo que no entiendo es esta “suposición” de que los “otros buscan despretigiar”. Conozco casos en los que tal cosa es real, sobre todo los que desde posiciones de poder descalifican a otros quienes además sólo están en ejercicio de su profesión…. yo creo (y no es suposición ni conjetura, ni síndrome de “atribución”) que hay gente malvada.