Algunos bichos me protegen

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

¿Han escuchado sobre el término microbioma?, dicho concepto se refiere a uno de los dos grupos de genes que posee un organismo cualquiera, incluyendo los humanos, uno de los grupos del genoma se refiere a los microorganismos que alberga una persona y el otro grupo es el genoma del propio organismo. El término fue desarrollado por Joshua Lederberg en el año de 2001, quien ganó el premio Nobel en Medicina en 1958 por su trabajo sobre regulación genética.
A pesar de que dicho autor fue claro sobre lo que implica el microbioma humano, se ha visto confundido con otros términos que a veces se emplean indistintamente, por ejemplo se encuentra “microbiota” que se refiere a los taxones microbianos asociados con los humanos, mientras que “microbioma” se refiere al catálogo de estos microbios y sus genes.
En este sentido se sabe que nuestro cuerpo alberga entre 10 y 100 trillones de células microbianas simbióticas, las cuales son principalmente bacterias que se alojan en el intestino, y que se especula tienen un impacto en la salud no solo física sino mental de sus portadores.
Ante esto, no está de más hacer una pregunta simple ¿qué implica ser humano?, desafortunadamente para los creyentes no se encuentra ADN alienígena, sino de las muy temidas y odiadas bacterias que construyen su imperio en nuestro interior.
Esto ayudó a comprender por qué solo una quinta parte de los genes humanos codifican proteínas, lo cual implica entre 20 y 25 mil genes. Con el conocimiento que se tenía antes del Proyecto Genoma Humano, se esperaba que este número fuera mucho mayor, así que cuando se buscaron las piezas faltantes del rompecabezas, los investigadores comenzaron a buscar otras fuentes de material genético que contribuyera a la función humana y, ¡la sorpresa fue enorme!, una de esas fuentes son los microbios.
De ahí que en los últimos 15 años se hayan publicado estudios sobre el papel que nuestros huéspedes juegan en nuestra salud y se les ha señalado como la razón de diversas enfermedades, debido a que se sabe que la comunidad de bichos que albergamos se encuentra en diversas partes del cuerpo, como el tractogastrointestinal, el cabello, las fosas nasales, la piel, la vagina y la cavidad oral, por lo que se ha relacionado con enfermedades estomacales, eccemas, caries dentales y algunos tipos de cáncer.
Sin embargo, aun cuando se reconoce la existencia y la necesidad de las bacterias en nuestro cuerpo, al mismo tiempo la sociedad se volvió “higiénica”, a punto tal que las toallitas húmedas aparecen tan pronto el niño toca una superficie. Los niños ya no pueden jugar en la tierra, compartir una paleta o un vaso y, si alguien se atreve a tocar la puerta del baño con los dedos, es como si presionara el botón que controla los misiles que destruirán el planeta.
Recuerdo que cuando estudié el tema, entrevistaron a una investigadora latina, y decía que existe una clara relación entre la aversión social por las bacterias y el incremento de enfermedades inmunológicas, por lo que sugería volver a las prácticas de antaño, cuando los niños podían jugar libremente en la tierra y lo más que se hacía era lavarles las manos cuando terminaban.
Cuando se habla del tema, pienso que aprendimos desde hace mucho que el yogurt y el queso nos hacían bien, que no son más que un cultivo bacterial y, admito que me causó un gran shock reconocer que mi abuelita y mi mamá me curaban siempre los problemas estomacales con un probiótico. Era y sigue siendo la pastilla más deliciosa que se puede probar, el remedio de mi abuelita lo único que hace es agregar buenas bacterias, para mantener el equilibrio de la flora y fauna intestinal.
La idea es simple: hay bacterias buenas y bacterias malas. Las bacterias buenas se encargan de las malas y cuando las malas comienzan a ganar las batallas, nos enfermamos, por lo que se busca un equilibrio, que hace tiempo pareció llegar con el uso de antibióticos, que mata las bacterias malas junto con las bacterias buenas.
Así, al tiempo que los descubrimientos sobre el tema se apilan en la comunidad científica, el consumismo nos vuelve limpios. No vaya siendo que una bacteria me contagie, aun cuando no solo convivimos con ellas, las llevamos dentro y las necesitamos para las funciones básicas.
También está el debate de si podemos dejar que las mascotas nos besen, so pena de que se combine aún más nuestro microbiome mutante, pero, sin duda, el debate continuará por algún tiempo, mientras tanto, no dejen que sus mascotas se sientan poco amadas.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]

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