A salvar al mundo… en pequeñas hazañas
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Eric Hobsbawm consignó en The Age of Extremes, libro que describe el “corto” siglo XX, que “cuando el físico alemán Otto Hahn descubrió la fisión nuclear, en 1937, incluso algunos de los científicos más activos en el campo, como el gran Niels Bohr (1885-1962) dudaban que ésta tuviera aplicaciones prácticas para la paz o la guerra, al menos para el futuro cercano”. El argumento de que los descubrimientos científicos no siempre tienen una aplicación inmediata no obsta para que se les dé a conocer entre los especialistas y el público lego. Precisamente el darlos a la publicidad puede ayudar a que haya otra persona que ligue una idea con otras y les encuentre alguna aplicación. No sabemos tampoco si esa aplicación será pacífica o belicosa, pero el caso es que saber más suele ayudar a que se construya más conocimiento.
Comento lo anterior ante la decepción de un par de estudiantes de sociología que se mostraron tristes y comenzaron a tener dudas acerca de si seguir con sus trabajos de titulación cuando, tratando de encontrar soluciones a problemas sociales, se dieron cuenta de que escribir acerca de ellos no los resolvería de inmediato. “¿Entonces no servirán nuestros trabajos para resolver los problemas sociales?”, planteó una de ellas. “Es deseable, pero poco probable”, fue mi reacción.
En esas épocas en que, después de cuatro años de licenciatura o después de dos o más años de posgrado, los estudiantes plantean su trabajo de titulación, suele haber una gran ilusión en que el tema que les apasiona, desde mucho tiempo atrás, pueda presentar un camino a solucionar problemas reales. Para su desgracia, a pesar del gran entusiasmo que muestran en su investigación, organización de la información, redacción y defensa de sus trabajos, se dan cuenta de que ni se convierte en un texto de los más leídos, ni en uno que sea la base para solucionar los problemas que plantean.
En todo caso, el trabajo de titulación sirve para dos cosas: 1) demostrar a especialistas con más años en el campo que hay una nueva aprendiz en el área, dispuesta a esforzarse por aprender y comunicar sus hallazgos, y 2) ayudar a que esa aprendiz-autora comprenda un poco mejor su campo disciplinar. Y las dos cosas suelen concretarse en un título profesional que simplemente declara eso: que hay una nueva aprendiz dedicada a la disciplina y la profesión y que es capaz de seguir aprendiendo en esa lógica en plan profesional.
Para tristeza de los graduados, su trabajo de titulación en muy pocas ocasiones tendrá una aplicación práctica inmediata. Me atrevo a creer que ni siquiera en los casos en que esos trabajos plantean soluciones prácticas como parte de su argumento. Faltará que haya convencidos de que lo escrito deba cristalizar en las soluciones que se ofrecen, o en la multiplicación de los experimentos descritos para que se generen distintas condiciones de existencia de la realidad. Pero, como ya sabemos por la historia de la fisión nuclear, en algún momento aparecerá alguien con el adiestramiento suficiente para poner en práctica ideas descritas en distintos trabajos previos, y no sólo para propósitos beligerantes. El meollo de la tarea consiste en ser capaz de producir algunos reportes y seguir construyendo a partir de ellos una visión científica de nuestro universo.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]