A propósito de la sociedad del espectáculo y la visita del secretario de educación
Carlos M. García González*
Podríamos comenzar diciendo, como acostumbraban los C. Presidentes del país, ante las cámaras alta y baja a propósito de sus informes anuales de gobierno. ¡Ah que tiempos aquellos!, en que la patria ungida celebraba el sacrosanto “día del presidente”. Y ellos decían: “México se encuentra con rumbo claro y fijo hacia el horizonte, y destaca por su paz y orden entre el concierto conflictivo de las naciones…”, y así seguían ensartándole al respetable con la consabida “danza de los millones”. Millones de kilowatts, millones de metros cúbicos, millones de libros de texto; pero también carreteras, escuelas, hospitales y un etcétera de dos horas o más que indicaban las modernizaciones de nuestras tierras a diestra y siniestra. La sabiduría del pueblo mexicano, ensalzada por Enrique Krauze, prototipo del intelectual orgánico al servicio de las clases dominantes –diría Antonio Gramsci–, en sus Cuadernos de la Cárcel, se pitorreaba (en dialecto capitalino, se burlaba de sí y del personaje de marras), atinaba a pensar tristemente sobre la tamalada (en calo urbano: los políticos deshonestos que se enriquecían con cada régimen sexenal). Las cifras contundentes lapidaban cualquier oposición, y si había algún espíritu irredento que atentara contra esta paz y este orden, y osara expresar su disidencia, horror de horrores, en voz alta, la condenación de todos, sobre todo los que pensaban lo mismo pero que sabían de las consecuencias de decirlo, caían brutalmente sobre el o la y le recordaban con una calentada (en idioma chilango una golpiza) que “calladito se veía más bonito” y ya encarrilados, que “la patria es primero”. ¡Oh que tiempos aquellos!, en los que después del Informe presidencial las cámaras y micrófonos del consorcio Televisa y su santo patrón: el autodenominado primer soldado de México –el “Tigre” Azcárraga– nos recetaban de postre la ceremonia del “besamanos” consistente en el saludo de mano con el primer mandatario. Y ahí, en ese mismo ritual, la efusividad del apretón de manos, la duración del breve diálogo con este o aquel político, diplomático, embajador, funcionario, empresario y la tesitura de la mirada sellaban destinos, negocios, aprobación o desprestigios de esta casta dorada cuando menos mientras durara el sexenio. De tanto repetirlo, hasta los más analfabetas aprendíamos las lecciones de civismo, formación ciudadana y valores éticos. Pero también a cómo mentir con el cuerpo. Este asomo a los entretelones de la presidencia imperial –Krauze dixit– se suspendía con todo y cámaras y micrófonos cuando finalizaba la transmisión en cadena nacional de este ritual de lo habitual. Lo que seguía era la cena de gala solo para los cuates. El negocio continuaba, la aquiescencia de los poderes fácticos (los “meros meros” mandones del dinero), encargados de aceitar y ser aceitados con jugosos contratos cerraban con abrazos, apretones de manos y miradas cómplices la confección de la siguiente tamalada, para ellos y sus sucesores, hijos y parientes. Per secula seculorem, amen.
Esta puesta en escena repetida cada año durante décadas no solo formateó la conciencia, también el estilo de gestión y hasta dio para que muchos años después, en 1967, hasta se escribieran libros como La Sociedad del Espectáculo de Guy Debord. Una cita de cita esclarece lo que escribimos antes y lo que viene luego: “Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es ‘sagrado’ para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado”. FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.
La gobernanza, como le dicen ahora a la normalización de las brutales desigualdades económicas necesarias para que nuestras elites doradas den renombre y lustre a nuestro país cuando viajan al extranjero en el avión que les compramos y cuyo costo deberá ser cubierto con los dineros de escuelas, hospitales, carreteras; la famosa “infraestructura” de la sociedad del espectáculo ya es insostenible. El petróleo que nos escrituró el diablo acabó su ciclo. ¡Que Jesús nos agarre confesados! No habrá dineros, las vacas flacas, nos auguran la sopa de letras: FMI, BM, OCDE, durarán más que las pilas, por mientras a pagar 30% de impuestos más 16% de IVA, se acerca el mal fin. No temáis: México se encuentra con rumbo claro y fijo hacia el horizonte, y destaca por su paz y orden entre el concierto conflictivo de las naciones…”. Estos tiempos ya pasaron, la sociedad ya es otra, aún cuando se arrastre el polvo de aquellos lodos. Las señales de vitalidad insumisa, formaciones sociales poco más conscientes, disidencias más virtuales que reales (Facebook, twitter, whatsapp, etcétera), ya son algo. Ya hay guerra aunque solo sea de usuarios de redes sociales contra los trolls pagados con nuestros impuestos, esto es solo la Sociedad del Espectáculo. El mundo real es otra cosa, pero algo es algo, ahí la llevamos. Educ@rnos, aunque duela.
*Profesor-investigador del Centro Universitario de Los Lagos de la UdeG. [email protected]