A las caiditas
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Mi exsuegro, Jaime Córdova, solía contar que algunos profesores se comportaban como los choferes de los “camiones” (en realidad autobuses, en el lenguaje tapatío) que no entregaban los boletos a los usuarios. Así se quedaban con el dinero del pasaje sin haber entregado los boletos a quienes viajaban por la ciudad. Y añadía que, si esos choferes veían a algún inspector de la empresa de transporte, que abordaría para revisar que los pasajeros hubieran pagado el viaje y, además, que el chofer les hubiera entregado el pedacito de papel de china que servía de boleto, procedían a “resolver” el asunto. Arrancaban varios papelitos de su minicuadernillo y los lanzaban hacia los pasajeros. “Agarren sus boletos”. Los pasajeros, ante la posibilidad de que el inspector los echara del autobús, se apresuraban a recoger de entre los asientos o en el suelo, los volátiles pedacitos de papel. La moraleja que sacaba el profesor Jaime era que los docentes solían lanzar los conocimientos al aire y esperaban que hubiera alumnos capaces de captarlos y aprovecharlos, en vez de asegurarse de que cada aprendiz llevara consigo su respectiva porción.
Los pasajeros de los autobuses tapatíos y los estudiantes de las escuelas acababan convirtiéndose, en esa analogía, en cómplices de los choferes y de los docentes, con tal de que la autoridad superior no sancionara negativamente sus omisiones en las primeras interacciones. Otra imagen posible es la de los perros en las taquerías, que están siempre atentos a pedir o al menos a recoger algunas porciones de tortillas o carne, que suelen caer al suelo. Así, aprovechan, “a las caiditas” lo que otros comensales ponen a su disposición. A pesar de que la leyenda urbana nos hace sospechar que esos mismos perros contribuirán a los tacos que suelen llamarse de “suaperro” o de “canitas”, su papel de rémoras encargadas de limpiar los restos que dejan los comensales principales, puede servir para evitar algunos escobazos en la vía pública al final de la jornada y deja los botes de basura menos copeteados que cuando no existen esos colaboradores voluntarios.
Hay otras personas que se aprovechan de esas prisas y esos desaliños en la distribución o consumo de bienes y utilizan una estrategia similar: esperar a ver qué tiran los individuos o las instituciones para darle un segundo uso. Ya sea cartones, amistades, parejas, trabajadores, botellas de plástico o vidrio, llantas, muebles y otros trebejos.
La analogía del chofer que lanza los boletos tiene, empero, dos posibilidades. Por un lado, los docentes que dan clase sin asegurarse de que los estudiantes hayan aprendido algo en cada sesión. Por el otro, los estudiantes que van a clase de vez en cuando, sin haber siquiera preguntado qué se trató en las sesiones en que estuvieron ausentes, sin haber leído y sin haber realizado reflexiones o planeado lo que podrían hacer con lo que escucharon las veces que sí han asistido. Parecería que docentes y estudiantes asumimos que es tan lento el proceso de aprendizaje y será necesario repetir tanto que siempre habrá oportunidad de captar, en las recapitulaciones, los contenidos y las habilidades que se abordaron a lo largo de todo un curso. Ciertamente, cada docente y cada estudiante enfatiza y percibe distintos elementos, que van desde aprender los procedimientos hasta lograr determinada calidad en los resultados, pasando por enfatizar que lo aprendido se puede aplicar en otros ámbitos y con otros elementos. Incluso las analogías y las metáforas a las que recurrimos ayudan o interfieren para que los estudiantes aprendan y capten los mensajes en nuestras asignaturas.
¿Cómo asegurar que los docentes captemos al menos qué mensaje les llegó a nuestros estudiantes en cada sesión y en cada curso? ¿Cómo promover que los estudiantes saquen algún provecho, alguna inquietud o una serie de preguntas de cada sesión, en vez de esperar a que terminen los ciclos y queden estupefactos al no poder recordar de qué trataron determinadas sesiones o cursos enteros? Cuando menos el diálogo, la práctica y la retroalimentación podrían ayudarnos a detectar a aquellos que son mejores “pescadores de papel de China”, quienes incluso son capaces de compartir con otros, en el aula y fuera de ella, lo significativo de los cursos en los que toman parte de manera activa, cuestionando a los docentes y asumiendo los retos de aplicar y practicar lo tratado durante las actividades pedagógicas.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor-investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]
Me habría gustado leer con anticipación este tema para asegurarme que los alumnos a mi cargo adquirieran los conocimientos necesarios para que en caso que si éstos llegaran a ser servidores públicos, fueran lo más educados posible. Saludos cordiales