Desarrollo y omnipresencia del neoliberalismo
Rubén Zatarain Mendoza*
El Plan Nacional de Desarrollo está por ver sus primeras luces. Como otros temas se presentará después de un período de consulta y participación ciudadana.
Cada gobierno, en los tres niveles, está obligado normativamente a hacerlo desde 1983. A nivel nacional aunque ha tardado un poco debe quedar antes del 30 de abril en su versión para análisis y aprobación.
El desarrollo es una noción de los sesentas que sexenalmente se reedita.
El desarrollo desde la visión oficial ha sido un canto de sirenas y un justificante para ejercer el dinero público, ha sido el telón de fondo en cuyas bambalinas se han cocinado algunos jugosos guisos de la corrupción.
El desarrollo era El Dorado, el camino para trazar en el tiempo la ruta de crecimiento de nuestro país; transitamos más de medio siglo de discurso hegemónico desarrollista y el desarrollo no ha llegado para las mayorías, las aguas turbulentas del subdesarrollo se constituyó en destino manifiesto para las mayorías.
El desarrollo prometido incumplido se ha convertido en magro crecimiento económico que no llega al 2% promedio en los últimos cinco sexenios, condiciones de emergencia para los que menos tienen.
La ciudadanía ha dado la oportunidad a nuevos gobernantes en 2018.
Ahora tenemos que leer detenidamente cuál es su visión en materia de desarrollo económico, social, político, cultural y educativo.
En el territorio de la nación ahora tenemos que leer la geografía de la inseguridad y la delincuencia.
Tenemos que leer, además de la visión estratégica sobre el desarrollo nacional, estatal y municipal, cuáles son los conceptos centrales en materia de desarrollo humano, contrato social, ciudadanía y en materia de participación.
Política y conceptualmente aunque se anunció en voz del ejecutivo el fin de la era neoliberal de manera apasionada, en el ámbito educativo nada más complejo que transformar estructuras e imaginarios colectivos sedimentados.
Ahí está a guisa de ejemplo el caso de la naciente Unión Soviética después de 1917, ahí está la propuesta educativa de Anton Makarenko y sus grandes dificultades para educar al hombre nuevo, ahí están las ideologías que marcan el comportamiento individual y de las masas.
Ahí está el reto al programa educativo para mover las estructuras mentales de la sociedad; ser y tener como programa de las masas colonizadas por la ley de la oferta y la demanda.
La presencia del modelo neoliberal es multiforme y zurca profundamente.
La escuela pública necesita de un proceso intenso de descolonización de imaginarios y de formas de pensamiento que han llegado en voz de los mesiánicos y apóstoles de cada sexenio, desde los falsos discursos de los harvaritos y otros norteamericanos por adopción, con acta de nacimiento de México, que tuvieron como gracia impulsar su enriquecimiento a costa de la pobreza de los compatriotas. Eso sí con argumentos repetitivos de sendos planes de desarrollo.
Creo que uno de los sentidos del discurso del poder ejecutivo es serenar al país y ponerle combustible a la esperanza.
El fin del paradigma de lo neoliberal al menos en materia de administración pública puede ser gradualmente posible. Si, se requiere poner fin al neoliberalismo ladrón de esperanzas, que en su cortina de humo oscurantista legitimó el saqueo de los bienes de la nación.
Lo neoliberal como sinónimo de corrupción, de remate del país, bajo los grandes misiles mediáticos y financieros llamados reformas estructurales.
En la era neoliberal, primero la denominada modernización educativa y después la reforma pseudoeducativa fueron las versiones de la dominación y la alienación de las masas para despolitizar al magisterio.
Algunos educadores poco a poco fueron raptados de su conciencia de clase y poco a poco hicieron adscripción a culturas de trabajo adoptadas acríticamente. Funcionales a la escuela neoliberal adoptaron sin filtro las sospechosas ideas pedagógicas para formar a los más veloces, a los más aptos, a los privilegiados, a los competentes.
Fueron concebidos como operarios tecnocráticos y como legitimadores de aviesos fines de políticas internacionales, de gobernantes y ricos, duchos en el arte de la confusión de ingenuos.
Ejemplificamos tan solo con tres conceptos que se filtraron como pensamiento dominante en la manera de concebir la escuela y las prácticas educativas.
1. El tema de la COMPETITIVIDAD económica y la competencia como medios de legitimación y sentido de la formación de las personas. Los planes y programas en competencias es un ejemplo en este sentido. La crisis de las humanidades en las propuestas curriculares es otro ejemplo.
Se empoderan saberes instrumentales y énfasis en una segunda lengua como medios de formar la mercancía llamada elocuentemente como capital humano, que el sistema fabril de la producción y los servicios demanda; la crisis de la educación real o vendida es atribuible al sistema económico neoliberal que como se ha calificado es una fábrica de pobres; la crisis económica para los más económicamente desprotegidos se tradujo también en el regateo de un derecho a la educación de calidad, se tradujo en el regateo al salario de los trabajadores de la educación pública, se tradujo en el abandono de las escuelas donde asisten las mayorías.
La gestión pública del sector educativo en el telón de fondo neoliberal se ha equivocado con los resultados visibles en los indicadores de calidad.
Los sistemas de evaluación, con resultados que plantean una visión ahistórica de las inequidades: se evalúan saberes legitimando un paquete de contenidos donde todos deben aprender lo mismo y en los tiempos estructurados oficialmente. Se trivializa la formación de los docentes.
Desde la época del test donde la noción de cociente intelectual legitimó nuevas formas de exclusión en la escuela, no se había dado tanta obsesión por la prueba, por el examen, por la pregunta acartonada y memorista, por flagelar a las mayorías con las etiquetas de no idóneos o incompetentes.
2. El omnipresente tema de la CALIDAD, objeto de las discusiones en las mesas de los funcionarios bajo sorbos de café, tema colonizador del mundo de la escuela pública que llevó a endilgar culpabilidades en donde no las había. El lastre conceptual que se convirtió en parámetro e indicadores, en rúbricas inalcanzables que miden, segregan a los desprotegidos y a los privados de los bienes de la buena cultura.
3. Las trampas de conceptos como la GLOBALIZACIÓN en países tercermundistas e hispanohablantes. La generación de jóvenes expulsados y renegados de un mercado laboral sin espacios.Los comerciantes de sueños y vendedores de espejitos de colores de nueva cuenta apostando por medios como la informática y por lenguajes como el Inglés para adscribirse al sueño americano o europeo.
Las ideas de las organizaciones educativas como medios análogos a las fábricas, el recurso humano visto como mercancía, como capital humano. La administración científica como paradigma, la colonización las escuelas en pos de la excelencia imposible, la cultura del éxito para unos pocos.
En el relato breve ¿cómo pudimos?, del libro “Espejos” se pregunta Eduardo Galeano:
¿No habríamos sido capaces de sobrevivir, cuando sobrevivir era imposible, porque supimos defendernos juntos y compartir la comida?
Esta humanidad de ahora, esta civilización del sálvese quien pueda y cada cual lo suyo ¿Habría durado algo más que un ratito en el mundo?
Descolonizar las estructuras del pensamiento individualista, competitivo y neoliberal, esa si es una gran tarea educativa.
La erosión de la omnipresencia del neoliberalismo inhumano parte de la educación de las inteligencias, parte de la transformación de mentalidades individuales y colectivas, de comportamientos pequeño burgueses añejos.
Formar al hombre solidario, colaborativo y hacedor de la patria incluyente bien vale un replanteamiento de los fines de la escuela; bien vale apostar por la formación científica y moral de los educadores.
*Doctor en educación. Supervisor de Educación Secundaria del sistema federalizado. [email protected]