¿Y por qué tenemos que creer todo lo que nos dicen las autoridades educativas?
Jaime Navarro Saras*
En los contextos magisteriales es de lo más normal dar vuelta a la página en materia de política educativa, todo gobierno entrante lleva consigo modificaciones a la escuela pública, algunas son sólo cosméticas, otras intentan ser globales y las menos regularmente modifican los conceptos y la terminología.
Lo cierto es que todas las modificaciones a la escuela pública en México (hasta ahora) han seguido una trayectoria vertical descendiente, normalmente las autoridades educativas se niegan a consultar a los operadores de las prácticas escolares (maestros y directivos) y a los usuarios de las mismas (alumnos y padres de familia). Las propuestas educativas de las últimas tres décadas han sido construidas por expertos en políticas educativas de orden neoliberal (la mayoría de ellos con perfiles basados en los modelos economistas), un ejemplo de ello lo vimos en la más reciente reforma educativa defendida por Aurelio Nuño, de hecho ésta fue diseñada por la institución consentida durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, el ITAM, que sólo para entender el sentido y los propósitos de sus ideas y consultado su página electrónica, en ésta abundan los abogados, economistas y están ausentes los pedagogos.
Por qué entonces, tanto maestros como quienes tenemos la oportunidad de analizar las políticas y visiones de la educación, tenemos que creerles a quienes diseñan las propuestas educativas, si muchas de las veces sus referentes de la realidad provienen de encuestas y estudios de instituciones como la OCDE, y dónde las voces del magisterio, así como su vida cotidiana no sólo es desconocida, sino incomprendida y, para estos diseñadores el capital de los maestros no cuenta a la hora de proponer sus modelos.
Definitivamente no, de ninguna manera estamos obligados a creer que ahora si va cambiar la escuela y que los índices educativos estarán a la par o por encima de los resultados que arrojan aquellos países que lideran y son tendencia a nivel mundial en educación, digo todo esto, porque a raíz de cualquier intento de reforma a la educación en nuestro país son más los efectos negativos que positivos que se generan en contra de los maestros, la escuela pública y el derecho a la educación.
Volviendo a lo sucedido en las políticas públicas recientes, e intentando hacer un recuento, ¿qué perdieron los maestros?, sólo enumero cuatro realidades:
• a nivel salarial, de 2013 a 2018, el sueldo magisterial perdió más de un 25% en relación al crecimiento del salario mínimo.
• La nómina magisterial se adelgazó no menos del 20% de plazas entre los maestros jubilados, pensionados y el porcentaje de nuevas plazas, por lo tanto, son los mismos espacios que desaparecieron y se perdieron de las escuelas a través de la fusión de grupos, de zonas escolares, además del cierre de grupos, turnos completos y centros escolares.
• Las funciones docentes traspasaron lo impensado, la carga administrativa de los maestros es mucho mayor que los tiempos dedicados a cuestiones ligadas directamente con su práctica educativa, todo el sexenio se la pasaron dando informes y subiendo datos a las plataformas, y lo peor, nadie se dio a la tarea de retroalimentarles estos informes.
• Qué decir de las campañas de desprestigio a través de los medios de comunicación y cosas por el estilo.
En fin, con políticas de esa naturaleza no estamos obligados a hacer lo que se le ocurra a cualquier tipo de autoridad, lo que si estamos obligados es a construir caminos viables que impacten educativamente en el aula, porque de una o de otra manera y al margen de cualquier tipo de reforma, los maestros terminan haciendo lo que van entendiendo de las cosas.
Ésta, por supuesto, no es una invitación a la desobediencia civil, pero si a poner el grito en el cielo y hacer valer la experiencia de cada docente, igualmente es necesario (ahora más que nunca), obligar a las autoridades educativas a darle un valor a los saberes y logros educativos de los maestros, que por decreto gubernamental y durante este sexenio dejó de tener valor, no por algo el mensaje de la SEP fue atroz: cualquier licenciado puede ser maestro y eso (le pese a quien le pese) no podemos olvidarlo nunca quienes optamos por la docencia como una forma de vida desde el momento mismo que elegimos estudiar para ello desde las escuelas Normales, la Universidad Pedagógica y los Institutos de formación y actualización del magisterio.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]