Caminito de pesadilla

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Cuando Francisco Gabilondo narraba cómo distintos miembros del reino animal se dirigían a la escuela, lo hacía con una visión optimista que hacía pensar que se trataba de un camino tan amigable que era posible concentrarse tan solo en llegar al destino. El destino deparaba, también, momentos de estimulantes y útiles aprendizajes para una vida de paz y productividad.
No obstante, es notable que la escuela ni es tan divertida como esa propaganda hacía parecer, pues sabemos de niños que la sufren no sólo por sus rutinas, sino porque en ella se convierten en sujetos de los malos tratos de algunos de los docentes, o porque se angustian al no poder aprender las mismas cosas y a los mismos ritmos que otros niños. Así, el camino a la escuela se asocia con lo que luego pasará en ella, porque ya antes ha sucedido.
Por otra parte, sabemos de muchos casos en que el camino requiere de una atención y una precaución mayores de las que desearíamos muchos de quienes vamos cotidianamente a las instituciones educativas. Más allá del asedio de las burocracias del que somos objeto muchos de quienes trabajamos en ellas, y de los docentes y de las dificultades de las asignaturas para quienes van a la escuela en busca de estímulos para desencadenar el aprendizaje, el camino se asocia con enormes obstáculos y dificultades. Trasladarse en algunos contextos rurales implica caminar largas distancias desde horas de oscuridad, por caminos poco amigables. Igualmente, trasladarse en contextos urbanos puede estar lleno de peligros a los que, desearíamos, no deberían estar expuestos ni los estudiantes ni sus familias.
Además de los asaltos para despojarlos de sus pertenencias y dinero, hay algunos caminos a la escuela que se convierten en rutas en donde algunas niñas son atacadas y violadas o, al menos, acosadas verbalmente. Un programa de dotación de bicicletas en África, por ejemplo, se constituyó en una manera de evitar que las niñas fueran hostigadas o violadas en el camino a sus escuelas. El camino no deja de presentar riesgos pero, al menos, las bicicletas permitieron a las niñas un medio de traslado que les permitía transitar más rápido y así aprovechar mejor las horas de luz solar.
En nuestras ciudades la cosa tampoco es mucho mejor. Aunque algunos padres de familia tienen la posibilidad de transportar a sus hijos a la escuela en vehículo de motor para evitar los obstáculos en las superficies de las aceras, o los asaltos, o las rutas obscuras, son muchas más las familias cuyos estudiantes no tienen mejores protecciones y son objetos de acoso y asaltos en el transporte o los espacios públicos. Una angustia se repite en los puentes peatonales, en las esquinas, en las aceras del barrio, incluso desde dentro de la escuela. Cuando eso es parte de una vida cotidiana marcada por la violencia hay quienes deciden ya no trasladarse a la escuela… o trasladarse a otros contextos geográficos con la esperanza de que el camino a la escuela y los muchos otros traslados cotidianos, dejen de ser una pesadilla.
Imaginar la angustia de los estudiantes en sus traslados cotidianos a sus escuelas y de regreso a sus viviendas, nos permite entender medianamente la angustia que implica tratar de escapar del asedio constante de la falta de oportunidades, de la extorsión, de las amenazas o de los hechos violentos cotidianos. Si emprender el camino cada día puede ser una carga en contextos relativamente seguros, hay que considerar que quienes han tenido que huir de espacios en los que la educación se convierte en cosa dispensable viven en condiciones mucho más precarias; lo que puede llevarles a dejar ese camino a cambio de uno que implica trasladarse miles de kilómetros para alejarse de los contextos que amenazan la integridad y la vida de estudiantes y familias que diariamente recorren caminos de pesadilla.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

Comentarios
  • José Luis Pardo Ruiz

    Y muchos que logran terminar una carrera bajo esas condiciones no consiguen el objetivo final que es encontrar ejercerla, no encuentran un espacio laboral. Y sin trabajo y con carrera, para qué sirvió la escuela?

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