El fenómeno del efecto Mozart
Verónica Vázquez Escalante*
La mayoría de los maestros y tal vez varios padres de familia, hemos escuchado hablar del efecto Mozart. Tal fenómeno se origina de la música que proviene de Wolfam Amadeus Mozart, quien nació en enero de 1756, de origen austriaco y poseedor de un cerebro privilegiado. Desde temprana edad, a los 6 años, se le describió como compositor. Se convertiría en músico y más tarde, en un clásico.
Al ser catalogado como Clásico es porque han pasado más de 150 años desde que la humanidad sabe de él y -en este caso- su música sigue vigente. Muere en diciembre de 1791 a los 35 años de edad.
En su corto periodo de vida y enorme percepción de expresar lo que “escuchaba”, lo que se generaba en su cerebro, supo darle armonía a la personalidad, al placer de vida y a la realidad que, en su momento, catalogaba con conflictos internos o sociales. Pues a todo este conjunto de notas musicales que dejó plasmadas, se le han descubierto científicamente elementos de ayuda y satisfacción en el sujeto para mejorar la subsistencia.
Se ha comprobado que el escuchar la música de Mozart, provoca efectos en el desarrollo del cerebro y las investigaciones que se han hecho del cerebro infantil han coincidido en que éste tiene activación de la corteza cerebral específicamente en el área frontal y zona occipital arrojando resultados en el proceso espacio-temporal. Sin embargo, al igual que todas las investigaciones, puede o no estar de acuerdo y habría que observar todos los casos posibles que se han publicado.
En lo que sí se puede coincidir, es en que los niños son seres sensibles a la música y claro que cada género provoca distintas reacciones, sobre todo, la del Clásico Mozart pues arroja aumento en la capacidad de memoria, atención y concentración en los niños. Mejora la habilidad para resolver problemas matemáticos y de razonamiento complejo, introduce a los niños tanto a los sonidos como a significados de palabras y fortalece el aprendizaje. También brinda la oportunidad para que interactúen entre sí y con los adultos. Estimula la creatividad y la imaginación. A través de lo que se conoce como gimnasia cerebral, si se combina con el baile, estimula los sentidos, el equilibrio y el desarrollo muscular. Además, provoca evocación de recuerdos con lo cual, se enriquece el intelecto, estimula el desarrollo integral del niño entre muchas inteligencias más. Dados todos estos beneficios, el desarrollo cerebral será más estimulado por el entorno ambiental en la primera infancia, se puede traducir como el hecho de educar acompañado de música de Mozart. El fenómeno es mucho más de lo que aquí se comenta y tristemente, su música no le fue reconocida en vida.
*Doctora en Ciencias de la Educación. Profesora de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 145 Zapopan. [email protected]