Iguales, pero diferentes
Alma Dzib-Goodin*
Mi esposo y yo hemos tenido diferencias en un tema que parece simple, pero que resulta ser dolorosamente complejo, la raza y su confusión con la etnia. ¡No, no se trata de un tema de racismo!, es solo la confusión de conceptos. Cuando me preguntan mi raza, inevitablemente respondo que soy de raza blanca, a pesar de mi piel color bronce, la siguiente pregunta es si soy latina, lo cual representa mi etnia. ¿Cómo se atreve un ser humano con piel morena a decir que es de raza blanca?
La revista National Geographic acaba de publicar un ejemplar con el tema de la raza. En un de los artículos Elizabeth Kolbert, analiza cómo el concepto de raza fue acuñado en el vocabulario científico y que se volvió peligroso en la vida cotidiana. En el artículo se explica que durante los primeros años del siglo XIX un doctor llamada Samuel Morton, quien vivía en Filadelfia, solicitaba cráneos humanos para examinar. Su método de recolección no era nada preciso, por lo que aceptaba cualquier cráneo que alguien le quisiera vender y, a partir de diversas observaciones, caracterizó sus cráneos en 5 razas que suponía era posible dividir de acuerdo a los momentos de la creación (nótese que menciona creación y no desarrollo humano).
Bajo esta idea dejó en claro que la raza caucásica (la gente blanca) era la más inteligente, los asiáticos del este o mongoles eran ingeniosos y susceptibles a la educación, luego clasificó a los asiáticos del sureste, seguidos de los nativos americanos y finalmente en su escala ubicó a los “negros” o etíopes.
No se explica en el artículo claramente cómo es que llega a esta clasificación, pudo ser que puso en línea sus cráneos, o bien que puso uno sobre otro, pero no importa demasiado, pues esto lo convirtió en el padre del racismo y sus ideas influenciaron con un sustento “científico” la idea de que los negros eran una raza inferior, lo que dio forma a distinciones raciales en todos los ámbitos y se extendió a otras naciones.
Muchos otros continuaron con la idea de razas y en la actualidad se vive un clima de distinción entre blanco-negro, que nos lleva a clasificar a las gente entre pobre-rico; inteligente-tonto; respetable-no respetable y todas las clasificaciones que quieran añadir.
La idea de raza prevaleció no sólo como concepto, sino como conducta y modo de relacionarse con los demás, se expandió al resto del mundo, hasta que en junio del año 2000 durante una ceremonia en la Casa Blanca, en Washington DC, Craig Venter, quien es un pionero en la secuencia del ADN, dejó claro que “el concepto de raza no tiene una base científica o genética”. Esto nos regresa a los estudios de la expansión del homo sapiens y nos hace recordar que TODOS tenemos el mismo ancestro, por lo que el ADN de todos tiene mucho de africano.
No hay sustento para la idea de que somos diferentes, pues a nivel genético lo mismo nos parecemos a nuestro vecino que a las ratas, en medida diferente, pero compartimos mucho de nuestro ancestro común que a nivel especie es una bacteria.
Han pasado 18 años desde que se evidenció científicamente que no hay razón para separarnos por razas, pero seguimos clasificando a las personas y seguimos enseñando eso a los niños. Niños y niñas; rosa y azul, indígena y blancos; estudiantes de cine y pueblo; periodistas y estudiantes de pedagogía.
En México, se lamenta la muerte de tres estudiantes de cine, y las voces a nivel internacional se levantan para protestar, pero nadie protesta por la mujer muerta que ha dejado a sus hijos desamparados, el indígena asesinado a manos del narco. No hay marchas, no hay Twitter para ellos. Ellos no son mexicanos, ellos no merecen la atención.
Se tiene la estadística de que muere un mexicano cada 20 minutos. No hay prensa para el 99.90% de ellos. No hay protestas, no hay pancartas. Sólo escuchamos la noticia y seguimos con nuestras actividades. Honestamente me parece depravado que en México, a la hora de la comida, los noticiarios brindan el recuento de los muertos, muchos mueren a balazos y a otros los deshacen con ácido. No es nuevo, no es un espectáculo deplorable. Es la noticia de todos los días.
¿Por qué seguimos haciendo diferencias?, ¿hay mexicanos de primera y de segunda?, ¿hay madres que sufren más o menos?, ¿es mejor salir en la foto de un funeral de una persona u otra?
Todos los días hay una familia que llora, que sufre y seguirá sucediendo, por que algunos merecen más atención que otros… Quizá, sólo quizá, si nos asumimos como iguales y no como diferentes, se une México, grita fuerte, dice ¡Ya BASTA!, y nos levantamos con toda la creatividad y el buen humor que caracteriza al país y comienza a darse cuenta que la frase ni uno más no tiene sentido, que es mejor, ni uno menos, porque el respeto por la gente, sin importar su color, el tamaño de su bolsillo, su profesión o su código postal es lo más importante.
Como mexicana lloro por quien va a morir hoy, a pesar de las protestas, alguien va a morir hoy a manos del narcotráfico, pero nadie se dará cuenta… será sólo una noticia más a la hora de la comida.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]