Libros
Jorge Valencia*
Los libros fueron la fuente más confiable de conocimientos hasta antes del internet. No sólo los libros: también la cátedra perdió su prestigio con el advenimiento de Wikipedia. Hoy todos opinan cualquier cosa de todo. Los maestros de literatura corren el riesgo de perder credibilidad por no citar con exactitud lo que un alumno hurga en la red, aunque no sea fidedigno. Lo que no está en la nube no es verdadero. La realidad es un sucedáneo imperfecto de lo que existe en las computadoras. La pantalla del smartphone es el margen de lo veraz y creíble, de lo valioso y pretendible.
Los jóvenes de Ucrania están más cerca de los jóvenes mexicanos que éstos de sus abuelos. La idiosincrasia es un rasgo temporal, generacional, ya no más de tipo geográfico.
Pedro Páramo resulta igual de exótico para un tapatío de quince años que para un dublinés. La literatura, como el arte en general, quedó inscrita en coordenadas tempo-espaciales cuya universalidad depende de la experiencia humana que fomenta. Qué es lo humano… Los libros argumentan con palabras lo que las imágenes muestran con mayor crudeza. Lo humano admite la burla y lo fragmentario, el lenguaje cifrado de algunos, el radicalismo ignorante de sí mismo.
La lectura se reduce al tweet. Las fotos y los videos merecen mayor quórum. Lo que no quepa en 30 segundos de atención sufre la suerte del soslayo. El Quijote corre el riesgo de adquirir la impuesta vocación de un elemento decorativo más para las casas donde aún existen los libreros: esos muebles que sólo servían para amontonar libros y recopilar polvo. Para qué leer lo que se puede saber con 3 frases ideográficas, varias imágenes, tal vez una cancioncita de fondo.
El Nobel a Bob Dylan demuestra que los libros han perdido prestigio. El arte de las palabras se vale hoy del slogan publicitario, el discurso del presidente, la canción de Arjona. No significa que tengan mérito estético. Significa que nadie lee. Mientras se venda una canción de Arjona, alguien recuerde la frase del jabón Zote o vote por el partido de quien le propinó una promesa de campaña, los poetas estarán al servicio de lo utilitario, no de la especulación placentera. La literatura la define una espiritista en un programa de revista matutino.
Los libros más vendidos son los de autoayuda. Gana más una psicóloga con clientela mediática que un cuentista. Un conductor de noticias tiene el puesto seguro mientras no se le caiga el pelo.
La Feria Internacional del Libro es un espectáculo anacrónico y romántico: poner a disposición de quien no lee, lo que no se venderá. Da la sensación de túnel del tiempo, de museo de fondo para la conversación familiar y el ligue. La foto en Instagram. El recado por WhatsApp.
El libro… Ese objeto con garabatos que alguna vez provocó la imaginación, quedará en estado de latencia, en espera de algún curioso.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]