Criticar a los que critican. Visiones institucionales de la reforma educativa
Jaime Navarro Saras*
Hace unos meses uno de nuestros colaboradores, sin más nos envió un correo muy breve donde señalaba que lo diéramos de baja (que no le enviáramos más mensajes sobre los artículos publicados) ya que, a decir de él, atacábamos a diario de manera conservadora la reforma educativa y, porque estaba apoyando a la SEP y asesorando el Nuevo Modelo Educativo. En respuesta le comenté que la postura de Educ@rnos era todo menos conservadora y que sus lecturas de la realidad educativa mexicana distaban de lo que acontecía a diario con las escuelas, los maestros y los estudiantes, y le sugerí leer a diferentes críticos, analíticos y académicos más allá de lo que le presentaban y proponían realizar sus ahora contratantes, no hubo una nueva réplica y allí acabó el posible debate.
Esto mismo nos ha sucedido con amigos y conocidos que ahora ocupan espacios de decisión en la SEJ y la SEP, cada vez que los encuentro en algún evento oficial, un restaurante y hasta en el futbol nos comparten información sobre su percepción de la realidad educativa desde dentro y me felicitan por la labor que desarrollamos desde Educ@rnos, los menos reclaman sobre algún artículo de crítica a su gestión y más de una vez han solicitado reuniones con quienes los critican y les ponemos a su disposición el espacio para que defiendan los puntos de desacuerdo con sus críticos, invitación que nunca han aceptado por obvias razones de institucionalidad y porque a los funcionarios de la SEJ les está prohibido confrontar (por lo menos así me lo hizo saber uno de ellos).
Las historias se repiten siempre, una vez que ciertos profesores, académicos, sindicalistas y demás personajes relacionados con el tema de la educación llegan a ocupar espacios de decisión en la SEJ, la SEP, el INEE, las comisiones de educación en los ayuntamientos y en las legislaturas locales y federales se les borra de la memoria de corto y largo plazo sus posturas ideológicas y se convierten en defensores acérrimos, acríticos y hasta abanderan posturas y proyectos que antes criticaban y consideraban de poca monta, al paso del tiempo y después de haber dejado esos puestos terminan en las sombras y el anonimato, se vuelven estériles en la crítica y conservadores en el diseño de propuestas para mejorar la realidad educativa.
Entiendo que son atractivos los muchos o pocos pesos que les pagan en la nueva ocupación, junto con las múltiples prerrogativas, el fuero, la inmunidad y el plus extra en relación a sus semejantes incluido cierto autoritarismo soberbio y vanidoso que les son otorgados, y eso hace que puedan vender su alma, el pensamiento y la postura ideológica al mejor postor, lo que entiendo pero no comparto es que esas canonjías les valgan para defender posturas sin sustento y contrarias a lo que reporta la investigación y, lo más grave, el sentido común.
Es cierto que la posición del crítico es una posición cómoda y poco comprometida cuando hay desconocimiento del tema, porque esta postura solo se centra en señalar lo que está mal o en lo que no se concuerda con el dirigente, pero cuando la crítica emana con conocimiento de causa y además se incluyen propuestas de mejora y éstas no son tomadas en cuenta (por venir de quienes vienen), pues entonces la postura del criticado es de necedad y hasta cierto punto de malinchismo al no escuchar las voces cercanas y emanadas de los mismos procesos que quieren reformar, pareciera (entonces) más atractivo pagar buen billete y escuchar propuestas originadas en contextos exóticos, diferentes y ajenos a la realidad que pretenden reformar.
Este proceso de reforma tiene una característica común, los funcionarios no aprenden de sus errores y no se dejan ayudar, ya que la soberbia de estos dirigentes es tal, que el silencio a la crítica es mejor arma que la confrontación por temor a verse evidenciados al defender lo indefendible y porque han creído que son inmunes a la crítica por los tres o cuatro redactores de notas informativas que se dejan comprar y a cambio son sus mejores promotores de que todo está bien.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]
Muy acertado su artículo maestro, además usted tiene los elementos en la mano y las evidencias para hacer crítica que finalmente es constructiva y desgraciadamente, a nadie le gusta escuchar sus verdades; pero así de grande la resposabilidad de aceptar cargos oficiales.
Se sabe, se entiende y se comprende que no son perfectos, pero por lo menos, estar abiertos al diálogo y a la renovación debe de ser una cualidad. Si no saben escuchar, menos sabrán ordenar y claro…prefieren no ver ni enterarse para seguir navegando de muertito.
¡Bien dicen que la pobreza es rentable!
Así ha sido nuestra formación tolerar todo, nuestra llamada “identidad” filosófica, ideológica y moral sujeta de un hilo, triste funcionario de la SEP – SEJ – INEE que no tiene un pensamiento crítico, que no ha aprendido a pensar críticamente con tantos grados académicos colgados del Santo dinero.
¿Conocemos los resultados de las evaluaciones de los que ahora DICEN: son directivos idóneos de educación básica?
¿Conocemos los resultados de las evaluaciones de los que ahora DICEN son directivos idóneos de nivel superior?
¿Por qué no querrán las autoridades educativas que sepamos los resultados de los que dicen son directivos idóneos?
Soy institucional. ¿Qué es ser institucional? Tolerar todo – aja.
Ojala y me ilustren con eso del llamado institucionalismo…
Desde mi humilde opinión existe un mal llamada institucionalismo de los funcionarios.