La tarea es como la felicidad

 en Luis Rodolfo Morán

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Es personal. Pero el contexto ayuda. Sabemos que cada niño y cada estudiante debe hacer su tarea y ser capaz de resolver, por sí solo, los problemas que se le plantean en ella. No se trata de tareas para que los papás se pongan a investigar, pintar, construir, dibujar, pegar. Cada tarea es para que los estudiantes la resuelvan en casa. O en el parque. O en la biblioteca. O en la casa de sus amigos.
Hay una suposición que no siempre se hace explícita: que algún adulto tiene que supervisarla. Al hacerla y cuando ya está terminada. Por una parte, en muchas ocasiones la tarea se asigna para que al menos alguno de los progenitores (o abuelos, o tutores, o algún estudiante más experimentado) pueda apoyar con su supervisión que ésta se resuelva. Y se asigna también con la intención de que los docentes puedan retroalimentar la calidad, oportunidad y cabalidad con que se cumple el trabajo asignado. Algunos estudiantes, sobre todo los de más edad y experiencia, requieren de escaso apoyo a la hora de planear hacerla o de ejecutarla. Pero en general los estudiantes ven con buenos ojos que los docentes que les asignaron la tarea la revisen y juzguen posteriormente.
Por otra parte, aun cuando sea una responsabilidad personal, al igual que la felicidad, el que existan compañeros que la resuelvan da idea de cuán difícil es. La cantidad y la calidad de las tareas de un grupo puede ayudar a entender si determinado estudiante está a la par de los demás, o si necesita retos más complejos o requiere aprendizajes que son la base de una tarea que todavía no ha logrado abordar con suficiencia.
La felicidad está relacionada con una búsqueda personal y con una actitud ante la vida y sus desafíos. De la misma manera lo está cada tarea: los estudiantes que son capaces de comprender de qué manera lo que se asigna para hacer fuera del aula está relacionado con lo que se discutió, planteó o practicó dentro del salón de clases tienen mayores probabilidades de saber en dónde buscar las soluciones y de saber cómo resolver problemas que se parecen a algo ya visto previamente.
Contar con un ambiente que permita concentrarse en la tarea, con progenitores o compañeros que tengan al menos alguna idea de qué tratan los problemas, con una cantidad suficiente de fuentes para resolver los desafíos de la tarea ayuda mucho más que estar en un ambiente ruidoso, lleno de distracciones, de elementos que son más atractivos que resolver los problemas de la tarea. Y aun cuando la tarea puede verse como algo árido y poco dado a atraer a las musas, hay algunos estudiantes que logran resolver los problemas planteados en ella con creatividad, entusiasmo y alta calidad.
La tarea no es un castigo que se oponga a la felicidad vespertina o del fin de semana. Si los docentes y los estudiantes pueden calibrarla como un desafío que intenta ampliar los horizontes de los estudiantes, si no es agobiante ni se convierte en algo siempre urgente y creador de ansiedad, es posible aprovecharla como parte de las experiencias de aprendizaje. Y de desafíos que se resuelven más allá del salón de clase. Como la felicidad. Que es un sentimiento que se genera dentro de nosotros mismos, pero muy estrechamente relacionado con lo que pasa a nuestro rededor.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

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