Estudiantes sobresalientes y otras falacias

 en Carlos García

Carlos M. García González*

En cada ciclo escolar, en muchas instituciones desde jardín de niños hasta posgrado, se realiza un ritual consistente en consagrar y reconocer a los estudiantes que cada establecimiento o programa considera sobresaliente.
Sin menoscabar el esfuerzo y el gusto que para muchos representa el alcanzar este reconocimiento, habrá que expresar dos matices:

1. La institución reconoce como tales a los que previamente han reconocido a la institución como legítima y merecedora del reconocimiento. En este sentido, se considera que los estudiantes están alfabetizados académicamente; es decir, tienen las actitudes y los comportamientos heredadas por la familia y el cuerpo docente características del buen estudiante: asiduidad y constancia en el estudio. Pero solamente de la alfabetización localizada en el establecimiento. Las más de las veces los sobresalientes corresponden a aquellos estudiantes que acumularon las calificaciones más elevadas durante el ciclo escolar o el plan de estudios.
Por lo tanto, si la alfabetización académica ideal se organiza en torno a las habilidades de memorización, repetición literal o casi, de lo escuchado en el aula, de lo repetido en los desvelos antes de exámenes, entonces la cualidad de sobresalir se fundamenta en la clonación del estudiantado a los usos y costumbres heredados por la escuela desde hace siglos. Una parte de esto es función obligatoria de la escuela; pero ¿qué sucede cuando otra institución, digamos un organismo internacional, o latinoamericano aplican valoraciones de capacidades diferentes a las caracterizadas por la alfabetización académica local?
La capacidad de comprensión lectora y de pensamiento matemático, de resolución de problemas aplicando conocimientos de las ciencias naturales está muy lejos de considerarse sobresaliente. Y en este territorio de contraste no hay diferencia entre las escuelas públicas y los colegios privados; sus resultados son muy parecidos. Paradójicamente para las valoraciones nacionales, las diferencias entre la escuela pública y sus modalidades de rural o urbana, y las privadas son enormes; con puntajes equivalentes a uno o dos años de escolaridad. Digamos que los puntajes obtenidos en el tercero de secundaria de una escuela pública, se corresponden al primer o segundo grado de un colegio privado.
Entonces: ¿o las escuelas nacionales públicas o privadas, están muy mal, o el pagar colegiaturas y gastos extras sí hace una diferencia en la alfabetización académica entre ellas? Antes de afirmar o negar esta aseveración veamos un segundo argumento.
2. Estudiantado localizado en ciertas zona geográficas tendrán tendencialmente probabilidades de ser sobresaliente determinado por esta localización. Entonces, localmente al interior del país, esta diferencia es abismal; sin embargo ante árbitros rigurosos pero externos, tal diferencia se esfuma. Evaluaciones Latinoamericanos muestran que países como Cuba o Costa Rica –que no tienen nuestro presupuesto– obtienen resultados mucho mejores que el estudiantado de México.
Lo más sencillo es no asumir ninguna responsabilidad, ni dialéctica, ni síntesis, ninguna consecuencia para nuestros actos. Los exámenes estos están mal hechos, no están adaptados a nuestra cultura, no son representativos para los docentes, etcétera. Nuestros estudiantes sobresalientes lo son porque nosotros decimos que lo son; que no vengan con sus ideas foráneas a pretender descalificarnos. Los atribulados funcionarios balbucean por mientras que el camino es largo, que se está haciendo lo correcto y que ya se ve la luz al final del túnel. Esto es lo más sencillo y lo más estúpido.
Lo que está en riesgo es la desaparición de nuestra cultura; así como el cambio climático está fundiendo los glaciares del Ártico y han desparecido islas en la vecindad del Ecuador en el Océano Pacífico; así la ola del liberalismo ultramontano arrasará la isla cultural que creemos ser. No os preocupéis, el Buen Fin está entre nosotros y ha llegado con nuevas ofertas acompañada de una alza a las tasas bancarias de crédito. Vivamos el presente, ya vienen las vacaciones: dejaremos de preocuparnos de las calificaciones, promedios, alfabetizaciones académicas y evaluaciones internacionales.

No es la primera vez, ni será la última en que las colaboraciones de este blog toquen este tema aunque sea de ladito. Prefiero parafrasear al pintor Otto Dix: Tengo que decirlo, prefiero seguir a mi propio demonio que me lleva a ningún lado sin decirme qué sentido tiene. Así es, no escribo ni para estos ni aquellos. Soy un proletario soberano de esta calaña. Voy a escribir esto y ustedes pueden decir lo que les de la gana. ¿Para qué sirve? ni yo mismo lo sé pero lo hago (Otto Dix, Violencia y pasión Museo Nacional de Arte, 2016).

*Profesor-investigador del Centro Universitario de Los Lagos de la UdeG. [email protected]

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