Aprender es altamente recomendable

 en José Manuel Bautista

José Manuel Bautista Vallejo*

Aprende mucho, en serio, es altamente recomendable.Es más que probable que haya quien piense que no descubro nada al afirmar esto, pero le diría: -Entonces, ¿por qué hay tanta gente con el deseo de aprender destruido?
El asunto es complejo porque aprender es una capacidad que posee el ser humano, hay quien dice que la más importante y de la que dependen todas las demás, si bien puede malograrse en las numerosas situaciones que dependen de las mismas personas que las definen y conforman. Me interesa ahora la escuela, pero hay muchas más: política, clubes deportivos, asociaciones, etcétera, todas pueden impulsar o malograr el aprendizaje.
Una pregunta que sitúa la cuestión es la siguiente: ¿a la escuela vamos a educarnos o a aprender? Hay quien piensa que es lo mismo, lo que demuestra el monumental lío en el que se metió la escuela por no definir, a tiempo, la diferencia entre ambos. Para los que quieran entender la notable diferencia entre ambos les recomiendo la lectura de los textos de la Dra. Alma Dzib Goodin, quien lo explica de forma clara. Me ocuparé ahora de responder la pregunta, crucial y olvidada siempre, de ¿por qué la escuela destruye el deseo de aprender y, sobre todo, cómo? Aclaro, aunque no haría falta, que no hablo de la escuela en su conjunto sino de aquellos casos que, evidentemente, no funcionan.
Destruir el deseo de aprender resulta una frase elocuente y fuerte, pero atender a las cifras de que en los últimos 30 años en muchos lugares, por ejemplo España, el fracaso escolar y la tasa de abandono temprano alcanzan una cifra del 25% de media, esto es, 25 de cada 100 no acabaron su escolarización obligatoria, permite abrir los ojos y afirmar, por qué no, que el objetivo de esta importante institución social no se consiguió para muchas personas que, lógicamente, tenían también derecho a ello.
Antes de seguir, “tenían derecho y no fue logrado después de tantos años en la escuela” es, como mínimo, una enorme lástima además de un despilfarro que nos permitimos porque, tal vez, sobra el dinero… Pero ocurre.
Daré algunas pistas de por qué esto ocurre, provenientes de cientos de profesores de numerosos países con los que tuve la oportunidad de hablar a lo largo de los años, todos eran docentes abrumados por el tema.
Me indicaron que hay profesores que perdieron su pasión por enseñar, otros no la tuvieron nunca. Esto proyecta una desgana pedagógica fundamental sobre quienes tienen alrededor y contagia falta de compromiso y energía.
También indican que hay profesores, que pueden ser los anteriores u otros distintos, que carecen de habilidades superiores para enseñar o, lo más importante, para que otros aprendan.
Aprender cuando debemos ser guiados con estas carencias y desapasionados por enseñar es francamente imposible, un entorno con estas características es el peor ecosistema de aprendizaje. Habrá, pues, que revisarlo.

Doctor Europeo en Psicopedagogía. Profesor-investigador de la Universidad de Huelva. [email protected]

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