El corto y el largo plazo

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

En nuestras escuelas se nos recuerda día a día que hay actividades que deben realizarse a la brevedad. Y que deben hacerse hoy o que deberían estar listas desde ayer. Definir qué deben hacer, leer, comentar los estudiantes en la sesión de hoy es importante. Pero a veces hay un afán inmediatista que nos hace olvidar que la educación tiene también propósitos a largo plazo.
No es que las actividades diarias no abonen a lo que los estudiantes y los docentes aportaremos a la sociedad. Pero a veces nos olvidamos de cuál es su sentido para el largo plazo. Promover el aprendizaje para lograr determinados objetivos dentro de un semestre, un año, un lustro o una década no se logra con sólo revisar la tarea de la semana pasada. Se logra con una doble visión que nos permita diagnosticar qué es lo que sabemos hacer y lo que saben hacer los estudiantes y cómo podemos o debemos generar los engranajes para que se mantenga activo lo que saben y sabemos. Vincular con nuestras historias y con nuestros proyectos la pequeña tarea que tenemos enfrente en este momento.
En ocasiones, las exigencias de terminar determinados deberes nos hacen olvidar el significado que han de tener en el largo plazo. No se trata sólo de que los estudiantes se apresuren a terminar determinado producto o determinada dicusión. Se trata también de que esta actividad, ejercicio, convivencia, interacción, producción, tenga efectos en la manera de aprender de nuestros estudiantes en el largo plazo.
¿De qué manera el gusto actual por determinadas asignaturas puede incidir en las decisiones y en las actitudes que nuestros alumnos invertirán en su trabajo cotidiano futuro? ¿En los proyectos que los apasionarán el próximo semestre o el siguiente año? ¿De qué manera el haber formado parte de los grupos en los que intervenimos como docentes les generarán intereses o los “vacunarán” en contra de determinados temas o posibilidades de actuación?
En algunas ocasiones, la presión que ejercemos sobre nuestros alumnos porque terminen determinados prouctos a tiempo les inhibe la creatividad para añadir más elementos, reflexionar sobre más aristas de determinadas tareas. En cambio, el no generar fechas límite (o momentos de trabajo para cada sesión) para las actividades y productos escolares los deja sin la motivación. Si es algo que deberán hacer “alguna vez en la vida” y no se especifica para qué fecha de este ciclo lectivo, los estudiantes se olvidarán de que podría ser una habilidad que les será útil. Especificar el momento en que deberá elaborarse o terminarse determinada acción puede ayudar. Y más si se enfatiza que no sólo se trata de completar una tarea para este curso, sino que el aprender determinadas habilidades, fuentes, actividades, destrezas, puede ayudar para combinarlas con aprendizajes futuros.
Así, la visita a la biblioteca, a la calle, a la aulas no tiene únicamente un objetivo inmediato, sino también debe considerar de qué manera esa actividad no fue un simple entretenimiento para que los estudiantes “hicieran algo” en el aula, sino que también debe ser algo que se combinará con aprendizajes pasados y futuros para construir nuevos proyectos y nuevas realidades… Dentro y fuera de la escuela…

*Profesor del departamento de sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

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