Padres

 In Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

La percepción que tienen los hijos e hijas acerca del padre es resultado, en gran parte, de la calidad de relaciones que se establecen desde el nacimiento.
El amor a los hijos e hijas y, en sentido inverso, el amor de estos(as) hacia los padres, es una construcción que se origina en la salud del clima social del hogar y en la salud de las relaciones humanas y comunicativas.
La etapa fundacional de la pareja y el proyecto inicial de familia son punto de partida de las paternidades.
No hay un perfil homogéneo de las prácticas afectivas en el hogar, aunque surja en ellos la transmisión de coordenadas básicas de adscripción a instituciones como la iglesia y la escuela o la adquisición de habilidades como el lenguaje, reglas de juego o de reproducción cultural como el gusto por la comida o consumos culturales mediados por la televisión, la radio o, ahora, por las redes sociales.
Socializar dentro de casa para socializar-se fuera de casa, la introyección de valores afuera para replantear relaciones comunicativas adentro.
El padre y su palabra, el padre y sus silencios, la comunicación no verbal y paraverbal.
El padre que corrige, premia, disciplina, que ama, que abandona, que hace escuela de obediencia.
Del proceso primario de socialización al mundo abierto de las múltiples socializaciones según la condición de clase y la geografía de las desigualdades que determinan el lugar de cada quien.
Los padres como vehículos formativos de habilidades y valores, el ejemplo y contraejemplo.
El ejercicio de las paternidades en el contexto de evolución y cambio de la naturaleza familiar en las relaciones humanas líquidas e insensibles.
La ausencia y reproducción de analfabetismo emocional y abandono real o simbólico.
En las instituciones educativas y en las aulas se padece muchas veces el ausentismo afectivo y el ausentismo de apoyo de los padres.
La fuente de valores que debiera representar la paternidad responsable y en cuya práctica se abreva mucho del proyecto de ser humano, en algunas ocasiones está cortada.
La corresponsabilidad deseable en materia formativa queda en aspiración, en burda utopía ante el muro de las realidades y la geografía y competencia laboral.
El proceso formativo de los educandos en las escuelas públicas se realiza con padres y tutores de lista y membrete. Es excepción la presencia de los padres y es más ordinaria la asistencia de las madres de familia, sobre todo en los niveles inicial y preescolar y el primer ciclo de la educación primaria.
Es parte del contexto cultural y socioeducativo, es parte también de las actividades laborales y productivas que condicionan la presencia y acompañamiento de los padres en las tareas y demandas escolares.
En el microespacio relacional de madres, padres e hijos en el seno de los hogares hay mucho flujo de culturas aprendidas y de reproducción generacional del uso de la palabra, los silencios, integración de equipo en tareas cotidianas, estructura de poder y ejercicio vertical de medidas correctivas y disciplinarias.
Los padres imparten justicia y asignan castigos, la más de las veces de manera reproductiva e inconsciente.
Las formas de construcción del amor a los hijos son muy diversas. También de estos hacia los padres, el feedback amoroso y el ethos intergeneracional; el núcleo y el contacto de afectividad es muy diverso y está condicionado por el estadio de edad del niño, la niña o el adolescente, entre otros factores.
Ahí, en el corazón de los hogares y mediante la calidad relacional y atención cotidiana, la paternidad forma o deforma, sana o enferma.
La mano callosa del trabajador del campo y el obrero en la epidermis de las pequeñas manos transmiten laboriosidad.
La mano callosa del padre transmite fuerza y seguridad a través de la comunicación bidireccional y las caricias visuales, auditivas y táctiles a sus pequeños.
El diálogo monosílabo las más de las veces, la escucha y mirada atenta que fortalece interacción y pertenencia, los lazos tan necesarios y el sentido de autoridad y amor.
¿Puede haber educación comparada en materia de educación familiar entre distintas culturas y países?
Seguramente. Aunque hay más supuestos que conocimiento sobre el tema.
Las formas de educación de los hijos se diversifican y diferencian entre distintos contextos y países. Justo el desarrollo social y cultural es una coordenada relacionada con el desarrollo económico. Así, la educación en los países primermundistas del Norte tiene un perfil de familia altamente escolarizada. Mientras que en países del Sur subdesarrollado el perfil de la familia es de baja escolaridad.
Se espera que la calidad de la comunicación y las relaciones humanas se construyan diferente y potencien la salud emocional concurrente.
Las expectativas sobre la educación y la escuela son otra gran diferencia.
En el aspecto social, hasta el tipo de creencia y adscripción religiosa que profesa la familia es otra variable que influye en la educabilidad de los menores.
Max Weber, en su libro La ética protestante, refiere las distintas maneras como se valoriza el dominio de la lectura y la escritura en los países de tendencia protestante y aquellos de tendencia católica.
De esta manera, la adscripción religiosa de la familia es un componente de contexto que influye en el desarrollo cognitivo de los educandos. La familia católica, evangelista, de la luz del mundo, testigos de Jehová o laica educa a sus hijos con un paquete moral y cognitivo característico.
Aun en el complejo de una sociedad como la nuestra, las paternidades son cualitativamente diferentes y se relacionan con variables como oficio o profesión del padre, religión de adscripción, edad, escolaridad, entre otras.
De acuerdo a opiniones de algunos adultos sobre lo que recuerdan de sus padres y lo que marca la impronta en su retrospectiva en temas como autoestima, autoconcepto o seguridad, enuncian:

1. La película compartida en el cine.
2. El partido de fútbol compartido en la cancha o en el estadio.
3. El libro elegido en la feria del libro o en la librería.
4. El apoyo y asesoría en alguna tarea escolar compleja.
5. La compañía en las caminatas por la calle.
6. El acompañamiento hacia la escuela y la espera a la salida de ésta.
7. La disciplina con dignidad y responsabilidad y la distancia del castigo físico y el maltrato verbal.
8. La enseñanza de habilidades y la suma progresiva a las tareas laborales.
9. Compartir alimentos y pequeños proyectos juntos.
10. Visitas a la familia ampliada, festejos especiales.

Los padres y su rol central en el equipamiento sano de hijas e hijos, la escuela y los padres y madres, el siempre necesario diálogo y el puente necesario a favor de la educación de los menores.

*Doctor en Educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

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