Educación vial

 In Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

Sobre todo en las épocas vacacionales de Semana Santa y Pascua, hemos visto que las autoridades sacan a los confines de algunas ciudades mexicanas algunos vehículos muy chocados y los rodean de letreros de advertencia: “conduce con cuidado”, “tu familia te espera”, “no mezcles alcohol y gasolina”. En algunas ocasiones se ha aplicado el concepto latino “defendit numerus”, en especial en la versión inglesa que reza “safety in numbers”, en el contexto de la seguridad vial: si somos muchos, tenemos más posibilidad de defendernos frente a las amenazas de un ejército adversario y, podría parecer que, cuando hay muchos vehículos, tendemos a ser más sensatos y manejar más lento. También se ha señalado que en las ciudades en las que hay muchos ciclistas urbanos, los conductores de otros vehículos tienden a ser más precavidos y reducir la velocidad y alejarse de los ciclistas individuales o en grupo.

Lo cierto es que la noción de “safety in numbers” también significa un aumento en la posibilidad de colisiones, aunque los involucrados se comporten de manera tal que reduzcan la probabilidad de ellas. Si somos pocos, quizá no nos verán. Si somos muchos, también aumentamos el riesgo de algún encontronazo, como señala la escena clásica de Max Weber de los dos ciclistas que chocan y cada uno siente que el otro fue el causante. Hace unos días, reflexionaba con uno de mis amigos acerca de cómo conducir un vehículo con motor de combustión interna impulsado por las propias piernas o simplemente moverse en algún espacio. No puede limitarse a conocer cómo realizar ese movimiento, sino que requiere una constante atención al entorno. Así, no basta con conservar el equilibrio en la bicicleta, o con saber poner un pie delante del otro, o identificar los pedales de freno y acelerador, sino que es necesario atender a lo que sucede en los espacios contiguos y hasta en otros más allá. Lo que no siempre se advierte explícitamente. Los conductores, caminantes o pedaleantes con experiencia suelen anticipar, aun cuando los demás no hagan señales ni utilicen direccionales o siquiera “saquen la lengua”, como se dice popularmente, algunas de las posibles maniobras de las demás personas y objetos con los que compartimos un espacio.

Identificar la secuencia de derecho de paso marcado por los semáforos de los cruceros, calcular la duración de los tiempos para hacer alto o para avanzar, son parte de las habilidades que solemos adquirir con la experiencia, a la que no estorba conocer los reglamentos locales o, al menos, las convenciones internacionales. Hace algunas semanas, cuando un comentarista señalaba que Londres tiene uno de los tráficos de vehículos más caóticos en el mundo, añadió: “podrían empezar por ir en el sentido correcto, por ejemplo”, para ironizar acerca de que lo que consideramos natural en nuestro entorno no corresponde con otras realidades de otras ciudades o carreteras. Aunque en realidad, también podríamos decir que algunas ciudades mexicanas no se cantan mal las rancheras ni nos quedamos muy atrás en uno de los indicadores de calles congestionadas. Mientras que en Londres los conductores pueden pasar 156 horas al año atrapados en su vehículo por la imposibilidad de avanzar, en la capital mexicana son apenas cuatro horas menos. (London’s traffic is still the worst in the world; Tráfico CDMX: ¿Cuánto tiempo pierden los capitalinos al año? | La Silla Rota), aunque los datos de algunas fuentes difieren en cuanto al tiempo desperdiciado en tratar de llegar más rápido. Otras ciudades terribles son Lima, París y Estambul, aunque en esta última ciudad los conductores pasan una hora menos a la semana atascados en comparación con la CdMx.

Alguna vez escuché a una persona que iba en su rol de copiloto comentar: “lo que pasa es que esos del embotellamiento son una bola de tontos”, implicando que no saben salir de las calles y de las zonas conflictivas a tiempo. O que no saben evitar esas zonas. O que no saben cómo hacer para no entrar a esos lugares. Aunque, en alguna medida, lo saben quienes madrugan y salen antes de que despunte el alba rumbo a sus destinos, también es verdad que las infraestructuras juegan un papel en la advertencia mencionada antes: el contexto y el vehículo en el que se circula. Hace unos días, René, un estudiante de sociología, me comentó que, en sus traslados en bicicleta, tiene esa sensación (que comparto con él) de que la gente en coche no tiene más opciones que soportar y sufrir los embotellamientos mientras los ciclistas y peatones podemos optar por rutas alternas. Aunque, cabe hacer notar, algunos automovilistas se permiten, en ocasiones, interpretaciones alternativas de los reglamentos y los señalamientos de tránsito. Esos malos hábitos o mala educación a veces derivan en consecuencias fatales o en accidentes como los que se ilustran, post facto, con los vehículos chocados que se colocan a las entradas/salidas de algunas ciudades como contraejemplos de espanto para quienes conducen los vehículos, intentan cruzar alguna vía repleta de vehículos o se aventuran por espacios en los que se expondrán a una multitud de peligros que no se limitan a raspones de láminas, sino que pueden ir más allá, al arriesgar objetos, recursos, cuerpos y vidas.

Las autoridades y los investigadores de diversas organizaciones han detectado algunos patrones y hacen algunos esfuerzos por advertir o por regular. Un ejemplo de ello es lo que se observa en el estado de Sinaloa, ante el aumento del uso de motocicletas (https://www.debate.com.mx/sinaloa/mazatlan/La-Camara-de-Diputados-aprueba-prohibir-que-menores-de-12-anos-viajen-en-motocicleta-20240430-0093.html). Si hay muchas, al menos que no las utilicen menores de determinadas edades. Aunque quizá también acabarán señalándose otros requisitos, como pasar una prueba práctica y una teórica para evaluar las habilidades en condiciones reales e identificar si los potenciales usuarios de las ciudades conocen (y podrán recordar y aplicar) los reglamentos para transitar y permanecer en determinados lugares con determinados objetos como patines, bicicletas, motos, vehículos de determinados tamaños, capacidades y potencias. Desafortunadamente, los datos que ofrece la nota no dan información respecto a las TASAS de ocurrencia de accidentes. Se limitan a señalar que en el primer trimestre de 2025 fueron 25 los menores de doce años que tuvieron accidentes y consideran que, en contraste con el primer trimestre de 2024 (en que fueron 12 los casos que involucraron a menores), se trata del DOBLE de casos, pero no nos dejan saber respecto a qué cantidad de vehículos. Los problemas de movilidad o muerte no son sólo responsabilidad de quienes se mueven en la ciudad, como cuando se declara que los peatones son unos mensos por cruzar o por pararse en la banqueta de alguna calle, sino que los incidentes y fatalidades también son cuestión del diseño de las estructuras por las que nos movemos.

De los motociclistas suele señalarse que son buenos candidatos para donar órganos, por ser, en su mayoría, jóvenes sanos al momento de morir, aunque también se les ha señalado como “halcones” que vigilan la comisión de otros delitos, violentos o no. Aunque para eso también podría hacerse a pie, en bici, en coche.

En todo caso, quizá lo que puede recomendarse es que conviene aprender desde joven y no confiar, ya avanzado en años, en que tendremos los mismos reflejos y velocidad de reacción que cuando éramos jóvenes. Si empiezas joven, aumentas la posibilidad de lograr habilidades como peatón, ciclista o conductor de algún vehículo. Por otra parte, recordemos que parte de la responsabilidad de los conductores y, al menos de los adultos, consiste en saber utilizar los sistemas de retención de infantes, evitar que los niños viajen en los asientos delanteros (por el diseño de los habitáculos y el peligro de que salgan lanzados), además de ser recomendable el uso de cinturones, aunque haya quien piense que porque “ya voy a llegar” no podría ocurrir algún entuerto en los últimos o primeros metros del viaje. Igualmente, además de los espacios, conviene considerar los horarios de los accidentes (https://oraclelawfirm.com/es/donde-ocurren-la-mayoria-de-los-accidentes/). Ciertamente, cabe aclarar que a la hora y en el lugar en donde hay más coches hay más choques y eso de la seguridad por los números sólo se aplica en limitadas condiciones.

Mientras tanto, mis deseos de que tengan feliz viaje y que arriben felices a sus destinos.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]

Comments
  • Oso Oseguera

    Hola, Rodolfo. Sin duda México, la CDMX, en particular, ha incrementado el nivel de accidentados por bici a una tasa “considerable”, pero he de contarte que los motociclistas la han cuadruplicado. El escaso o nulo respeto al reglamento incrementa su exposición. Y también dicen algunos que van apurados para no ser penalizados por entregas tardías de comida u otros y eso propicia las fatalidades. Así que ambos factores solo hacen más vulnerable a ese sector de la pirámide del transporte.

Start typing and press Enter to search